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La comida en la que no estuvo Casado: qué se está moviendo en la derecha
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Esteban Hernández

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La comida en la que no estuvo Casado: qué se está moviendo en la derecha

La convocatoria de elecciones en la Comunidad de Madrid ha hecho explícito un movimiento de fondo en la política española que puede acabar teniendo mucho recorrido

Foto: Pablo Casado y Albert Rivera. (EFE)
Pablo Casado y Albert Rivera. (EFE)
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El pasado martes varias fuentes transmitieron a diferentes periodistas de El Confidencial que, en un conocido restaurante madrileño, estaban compartiendo mesa Albert Rivera, Marta Rivera de la Cruz y Pablo Casado. En un momento de debilidad extrema de Ciudadanos, con el PP llamando a sus simpatizantes, afiliados y cuadros a que cambien de filas, una reunión de esas características contaba con un simbolismo notable. Fuentes cercanas a los implicados negaron que esa reunión se hubiera producido: Casado había almorzado en otro lugar, cerca de Génova, y Marta Rivera y Albert Rivera sí habían estado comiendo juntos (“suelen hacerlo una vez al mes, ya que son buenos amigos”), pero sin más compañía. A pesar de que varias personas afirmaban haberlos visto, Casado no estuvo allí.

Es un momento extraño para que se produzcan rumores sobre esta clase de encuentros, ya que está creciendo la psicosis en Cs por las deserciones de los suyos, el grupo de Arrimadas sufre abandonos en Congreso y Senado y Fran Hervías, quien fuera segundo de Rivera, ya forma parte de las filas de Génova; a este, además, se le atribuye la dinamita que hizo saltar por los aires la moción de Murcia.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado. (EFE) Opinión
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Rivera después de la política

En cuanto a los comensales de la comida que sí se produjo, Rivera de la Cruz es señalada como una de los posibles cargos que van a dar el salto a los populares, y la posición de Albert Rivera desde que dejó la política es muy ambigua: ha escrito un libro en el que se ratificaba en sus decisiones como líder del partido y no se arrepentía de la foto de Colón, ha alabado a Rajoy y a Casado y ha vuelto a criticar intensivamente a Sánchez. En lo profesional, comenzó a ejercer como abogado, fue contratado por el PP para recurrir la ley catalana de alquileres, y acaba de ser nombrado director de un Instituto de Liderazgo y Formación Política, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid. Ha mostrado, además, mucha más afinidad con el PP que con el Cs de Arrimadas, ya que comparte con Casado mucho más que una mirada ideológica: un enemigo común, Sánchez.

Los huidos han elegido el mismo momento para saltar, el de mayor debilidad de la formación, como si estuvieran esperando una señal

Puestos uno detrás de otro, todos estos hechos suenan raros, como si hubiera una afinidad entre el PP y Rivera a la hora de intentar acabar con el actual Cs. Los cercanos a Rivera afirman repetidamente que no tiene ningún interés en regresar a la política, que su vida está centrada en su familia y en el sector privado y que así seguirá.

“Se abrazaron al sanchismo”

No obstante, conviene señalar en la implosión naranja, si no el papel de Rivera, que parece alejado de todo, el de los suyos, los riveristas que quedaban en el partido. Los huidos han elegido el mismo momento para saltar, el de mayor debilidad de la formación, como si estuvieran esperando una señal. Y el argumento ha sido el mismo. Como aseguraba Ruth Goñi, la senadora por Navarra que ha pasado al grupo mixto, “el giro que ha dado Ciudadanos desde hace meses se ha visualizado este lunes, donde quedó claro que Cs ha enterrado sus valores liberales para seguir abrazándose al sanchismo”. Es la excusa de todos los que abandonan el barco para que se hunda, que el partido que ellos conocieron era el de Rivera, no el actual, y que la única coherencia exigible es la de defender lo que les trajo a la política.

Los riveristas, más que una tendencia dentro de Cs, parecen los quintacolumnistas del PP

Un hecho que señala también uno de los errores de Arrimadas, no ser consciente de lo que tenía dentro: una vez que Rivera se marchó, debería haber restado todo poder a los riveristas, porque estaba claro que se la iban a jugar en algún instante. Más que otra cosa, eran la quintacolumna del PP, y estaban esperando el momento adecuado para hacer saltar todo por los aires.

En definitiva, bien podría afirmarse que, del mismo modo que Casado no estuvo en la comida, pero sí su espíritu, Rivera no está detrás de todo esto, pero sí su espíritu: son los suyos quienes están dando la puntilla a Cs.

Restar opciones al PSOE

El efecto de este movimiento en la política nacional es llamativo desde un par de puntos de vista. Es frecuente que se resalte en ámbitos institucionales, y que muchos analistas lo subrayen con insistencia, que la inestabilidad en la que vive España, fruto de las tensiones entre partidos, resulta muy perjudicial para nuestro país. Quienes critican al PSOE por sus alianzas con Podemos, sus acuerdos con partidos separatistas y su teórica pulsión antisistema tendrían que regresar al momento en que Rivera negó la alianza de los 180 diputados con Sánchez para encontrar la causa de todo esto. Pero más allá de ese instante, tendrían que comprender cómo esta implosión de Ciudadanos está tejida también para tapar una posible vía de escape socialista. La posibilidad de que Sánchez se apoyase en los de Arrimadas para forjar otro tipo de pactos salta por los aires con el final de los naranjas, y deja a Sánchez con opciones más reducidas. Es decir, el giro que podría haber dado hacia posiciones más centradas, esas que anhelan los defensores de la estabilidad y de las reformas, es impedida de nuevo por la alianza entre los riveristas y los de Casado.

El propósito de Ayuso al convocar elecciones no es minar a Sánchez, sino convertir al PP en el partido hegemónico de la derecha

En ese escenario, todo el mundo da por descontado que habrá pronto elecciones generales, para las que los comicios madrileños apuntan un movimiento importante. El propósito primero de la convocatoria de Ayuso es afianzar a su partido como el hegemónico de la derecha, reduciendo a la nada a CS y relegando a un lugar secundario a Vox; competirá con los de Abascal en el territorio que más favorable resulta a los populares, por tradición y por su candidata. Dado que el PSOE ya ha afianzado su ala, con Podemos convertido, en el mejor de los casos en la vuelta de la vieja IU, el PP está haciendo algo similar por la derecha. Al acabar con el ala moderada de la derecha, y presionar al ala extremista hacia un rincón, cumple el sueño aznarista. En otras palabras, lo que estamos presenciando es la reconstrucción de los bloques políticos en torno a dos líderes indiscutibles, PSOE y PP, con fuerzas de apoyo en los extremos.

El pasado martes varias fuentes transmitieron a diferentes periodistas de El Confidencial que, en un conocido restaurante madrileño, estaban compartiendo mesa Albert Rivera, Marta Rivera de la Cruz y Pablo Casado. En un momento de debilidad extrema de Ciudadanos, con el PP llamando a sus simpatizantes, afiliados y cuadros a que cambien de filas, una reunión de esas características contaba con un simbolismo notable. Fuentes cercanas a los implicados negaron que esa reunión se hubiera producido: Casado había almorzado en otro lugar, cerca de Génova, y Marta Rivera y Albert Rivera sí habían estado comiendo juntos (“suelen hacerlo una vez al mes, ya que son buenos amigos”), pero sin más compañía. A pesar de que varias personas afirmaban haberlos visto, Casado no estuvo allí.

Pablo Casado Ciudadanos
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