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Los que pagan la factura: el factor decisivo en las elecciones madrileñas
Hay muchas razones que explican la ventaja de la derecha de cara a los próximos comicios madrileños, pero una de ellas merece mucha más atención por su relevancia
El voto en Madrid tiene un anclaje ideológico fuerte, con partes sustanciales de la población claramente decantadas hacia izquierda o derecha, aunque con un ligero predominio de esta. Se han realizado diferentes lecturas sociológicas sobre por qué la derecha tiene más recorrido en Madrid, ligadas a una suerte de conciencia de clase media que se identifica con ella, como la del 'Madrid de las piscinas', o a una idea nacionalista española que habría arraigado especialmente en la capital. La izquierda en Madrid ha cobrado expresiones diferentes, tanto con Podemos como con Más Madrid; y en algún caso con éxito, como ocurrió con Manuela Carmena.
Pero, en todo caso, no debe perderse de vista que la derecha lleva muchos años gobernando Madrid, tanto en la comunidad como en el ayuntamiento, lo que le ofrece una ventaja de partida. Ocurre también en otros lugares de España: cuando un partido se afianza, cuesta mucho sacarlo del poder. Ocurrió con el PNV, con el PP gallego, con el PSOE andaluz o extremeño, con Convergencia en Cataluña hasta que estalló la fiebre soberanista y con el PP madrileño. La permanencia continuada creaba un clima en el que se mezclaban la aceptación de la población, la percepción de los oponentes como demasiado débiles y las típicas redes de intereses, y se construía una suerte de Gobierno naturalizado; por eso, cuando alguno de estos partidos salía del poder, lo solía recuperar rápido. Madrid ha tenido a la derecha en su Gobierno durante mucho tiempo, y esa posición suele ser complicada de modificar.
1. El factor decisivo
En estas elecciones, sin embargo, hay un factor nuevo, que altera el marco previo, el de la pandemia. No solo porque los comicios se celebrarán mientras el covid-19 sigue activo, sino por el manejo que hizo Ayuso en los últimos meses de las restricciones a la movilidad. La compatibilización de unas cifras sanitarias no peores que las de otras capitales con la apertura comercial de la ciudad le ha granjeado simpatías entre muchos pequeños comerciantes y entre trabajadores que han podido conservar su empleo, así como el de quienes han podido llevar una vida remotamente cercana a la normalidad en lugar de continuar sufriendo los confinamientos. Ese elemento parece resultar decisivo a la hora de orientar el voto, por lo que la victoria de Ayuso, sumando todos los factores, se da por descontada. Lo que queda por saber es si formará o no Gobierno, lo que también parece muy probable.
El discurso de "hospitales contra bares" y "comercio contra cierres" contiene un aspecto político que va mucho más allá de Madrid
El marco de "comunismo o libertad", que fijó la presidenta de la Comunidad de Madrid, es una traslación más a lo ideológico de otro más modesto, el de "restricciones o apertura", el verdadero espacio en el que las elecciones se juegan. O, al menos, así parecen pensarlo la mayoría de los partidos políticos de la oposición, que han hecho de la crítica a la gestión sanitaria de Díaz Ayuso una de las claves de su campaña. El posible aumento de la incidencia en las próximas fechas está ligado a este aspecto: no sería igual un escenario de pandemia relativamente controlada que el de unas cifras disparadas. Todo este discurso, el de hospitales contra bares, el de supervivencia de las empresas contra su desaparición, el de los turistas que vienen a Madrid a emborracharse gracias a su presidenta (según a qué parte política se escuche), contiene un aspecto político que va más allá de las elecciones madrileñas y que apunta a tendencias de fondo, el de las transformaciones que ha acelerado la pandemia.
2. Los que funcionan
Recordemos algo evidente: hay sectores de la economía y del empleo a los que el covid-19 no ha afectado. Las grandes empresas, como las eléctricas, los bancos, las firmas de telecomunicación, las digitales, han podido seguir realizando su actividad incluso en los momentos más duros, gracias al teletrabajo. Algunas de ellas, y hay casos evidentes de firmas vinculadas al mundo digital, como Amazon, se han reforzado mucho con la pandemia. Los grandes establecimientos de alimentación funcionaron y gran parte del trabajo público se conservó. Las plataformas de envíos a domicilio aumentaron su cifra de negocio.
Las pymes, los autónomos y los trabajadores fueron los más perjudicados: serán los perdedores de esta época
Sin embargo, otros sectores atravesaron momentos muy difíciles, no han salido todavía de ellos y les llevará tiempo lograrlo, si es que lo consiguen. Los empleos que se perdieron y los que fueron puestos entre paréntesis con los ERTE fueron mayoritariamente los vinculados con las pequeñas y medianas empresas, con el comercio, la hostelería, el turismo y el ocio. Ese sector fue el más dañado de largo, y con visos difíciles de recuperación, lo que fija de una manera evidente quiénes son los perdedores de estos tiempos. Algunos de ellos tenían complicado subsistir antes de la pandemia, porque estaban en el alambre, pero la gran mayoría se han visto únicamente afectados por lo sanitario: eran empresas que funcionaban y que habrían seguido haciéndolo de no ser por el covid-19. Ahora no solo han sufrido las evidentes pérdidas de ingresos sino que, en muchos casos, han debido endeudarse para no desaparecer, lo que les complica aún más el futuro.
3. Lo que ha faltado
Lo cierto es que los sectores perjudicados han recibido ayudas escasas o nulas en España. Las medidas acordadas, necesarias, sufren muchísimos problemas de tramitación, desde los créditos ICO hasta el ingreso mínimo vital, pasando por los ERTE. Suelen llegar tarde, y eso en el caso de que lleguen. Su cuantía ha sido insuficiente, y es difícil que fuese de otra manera, dada la escasa capacidad de respuesta de España, un país endeudado. El plan de recuperación europeo, que adolece de la misma lentitud e insuficiencia, tampoco está destinado a ayudar a estos sectores, sino a desarrollar iniciativas que, en general, serán aprovechadas por las grandes firmas.
El trabajo pasará por malos momentos: se perderá el de las pymes, pero también el de las grandes empresas, que ya están ajustando
La necesidad de subsistencia de estas empresas va más allá de la mera simpatía por los bares, y más allá también de la apuesta por el turismo, que es el marco en el que suele ser analizado el problema. Gran parte del empleo español proviene de las pymes y de los autónomos, y si a estos sectores no les va bien va a ser difícil que el desempleo no se dispare. Máxime cuando el otro lado, el de las firmas de mayor tamaño, tampoco ofrece buenas noticias: se están empezando a vivir todo tipo de ajustes, a veces causados por fusiones y adquisiciones o destinados a elevar la rentabilidad y a continuar siendo atractivos para los accionistas, o simplemente instigados por el deseo de ganar más aprovechando la coyuntura. Justo lo que ocurría antes de la pandemia, pero acentuado.
Nos hemos olvidado de la gente que hace cosas reales y, a cambio, se privilegia a quienes tratan de extraer rentas continuas de juegos abstractos
Y, en ese contexto, lo que hemos tenido son ayudas pobres, tardías e insuficientes para estos sectores. Con algunos ribetes claramente preocupantes por los errores estructurales que dejan entrever. El caso Archegos es un buen ejemplo del tipo de equivocaciones que se están cometiendo: mientras los bancos requieren todo tipo de avales para conceder préstamos a las pymes y a los particulares (incluso cuando cuentan con avales públicos), prestan dinero a espuertas a empresas enormemente apalancadas que lo utilizan para realizar apuestas especulativas oscuras. Nos hemos olvidado de la gente que hace cosas reales, empezando por los trabajadores y, a cambio, se privilegia a quienes tratan de extraer rentas continuas de juegos abstractos. Se han introducido enormes cantidades de dinero para afianzar ese sector absurdo y muy arriesgado, mientras se ha olvidado la economía de todos los días.
4. Las clases sociales
En ese escenario, los perdedores quedan cada vez más definidos. Los trabajadores por cuenta ajena fueron los primeros, con la reducción de empleos por las deslocalizaciones y el descenso en los salarios y en la seguridad laboral por las externalizaciones; después ha sido el momento de las pymes, que tienen cada vez más difícil su continuidad y su rentabilidad. Llegará el momento también de las grandes empresas españolas, cada vez más en manos de accionistas rentistas y con una dificultad grande para competir, pero esa es otra historia.
Se está conformando una nueva capa política, la de las personas que no son tomadas en cuenta y que se convierten en los pagadores de las crisis
Dado que los perdedores serán cada vez más, la expresión política de su descontento tendrá consecuencias: el descenso en el nivel de vida, la pérdida de empleos y las condiciones de los nuevos trabajos que se están creando, como los de Glovo, van en una dirección empobrecedora, lo que tendrá alguna traducción política. Hasta ahora, el acento se ha puesto en cómo los barrios obreros están girando hacia la derecha, y muchas de las reflexiones sobre los cambios en el voto se han construido desde la afirmación o negación de esta tesis. Por otra parte, se ha considerado a los pequeños empresarios y a los autónomos sectores tradicionalmente de derechas, y tampoco se ha ahondado más en ello. Y, además, todos estos cambios se han analizado desde anclajes ideológicos tejidos desde lo cultural o lo identitario como determinante del voto.
Pero todas estas discusiones acerca de hacia dónde va el voto de los perdedores pasa por alto el hecho de que lo que se está construyendo es una nueva capa política, el de las personas que sienten que no están siendo tomadas en cuenta, a las que las decisiones de los gobernantes nunca favorecen y que terminan pagando las crisis. Unos son trabajadores sin empleo, otros los que no cobran los ERTE, o los autónomos que ven el futuro más difícil, o las pymes endeudadas y sin recorrido; pero también las poblaciones de ciudades pequeñas y medianas, desconectadas del auge de las ciudades globales y con un porvenir endeble; y las clases medias y medias bajas y sus hijos, cuya reproducción de la posición social cada vez es más ardua. Todas ellas tienen algo en común: viven del entorno productivo, de la economía cotidiana, de sus trabajos, de la economía real. Y las medidas que se han tomado y se están tomando no los benefician en absoluto, y cuando lo hacen, como las ayudas, son pequeños parches que no frenan la tendencia de fondo.
5. Díaz Ayuso
Las decisiones de Díaz Ayuso, en este contexto, han establecido una diferencia no porque haya ofrecido más ayudas, sino porque les ha permitido abrir, de modo que las pérdidas han sido menores. Pero también ha transmitido el mensaje de que estaba haciendo algo por ellos, lo que es inusual. Tales medidas constituyen una baza electoral importante, en la medida en que ratificarán el voto de quienes ya eran de derechas (y que preferirán el PP a Vox), podrán arrastrar a votantes de Cs o llevar a la abstención a quienes no se sienten cerca de Ayuso pero se han visto beneficiados, e incluso ayudarán, en algunos casos, a introducir en la urna una papeleta diferente de las de elecciones anteriores.
Una victoria clara del PP en Madrid haría que se volviera a hablar de que los perdedores de estos tiempos están derivando hacia la derecha, de que estamos repitiendo en España lo que hemos visto en otros países, como el Reino Unido, el EEUU de Trump o los que conforman el grupo de Visegrado. Vendría en ayuda de esta tesis el hecho de que la izquierda haya prestado poca atención a estas capas sociales y que su discurso se haya centrado en lo sanitario, o que haya exigido restricciones más duras, o que únicamente se haya fijado en los trabajadores más precarizados, como los de las empresas estilo Glovo, y en los del sector público.
6. Una mala elección
Sin embargo, regresar a estas discusiones implicaría pasar por alto dos elementos. Por una parte, las elecciones de Madrid tienen especificidades que las alejan de las de otras partes de España, y lo ocurrido aquí no tiene necesariamente que trasladarse a la política nacional. Por otro lado, y esto es lo relevante, nos están obligando a elegir entre salud o economía cuando no debería ser así. Alemania o Francia decidieron confinamientos más duros que los españoles, pero introdujeron muchas ayudas directas a esta clase de empresas y a los trabajadores para que pudieran subsistir (como hicieron otros países europeos, como Dinamarca). EEUU prefirió introducir dinero en el sistema para asentar al sector financiero, pero también asignó cheques a sus ciudadanos, diseñó un plan posterior para dar un segundo empujón y ahora está activando un gran plan de infraestructuras para liderar la recuperación. España dista muchísimo de lo realizado en otros países europeos, y tampoco la UE se muestra decidida a trazar planes reales y contundentes para que la salida de la crisis sea en positivo. No tendríamos que estar decidiendo si es mejor tener más o menos restricciones a partir de consideraciones económicas, porque podríamos apostar por las dos, por la salud y por la economía. Esa debería ser una lección de estos tiempos, pero estamos muy lejos de haberla aprendido y, por lo tanto, estas clases perdedoras tendrán cada vez más protagonismo, de un modo u otro, en la política española y en la europea.
El voto en Madrid tiene un anclaje ideológico fuerte, con partes sustanciales de la población claramente decantadas hacia izquierda o derecha, aunque con un ligero predominio de esta. Se han realizado diferentes lecturas sociológicas sobre por qué la derecha tiene más recorrido en Madrid, ligadas a una suerte de conciencia de clase media que se identifica con ella, como la del 'Madrid de las piscinas', o a una idea nacionalista española que habría arraigado especialmente en la capital. La izquierda en Madrid ha cobrado expresiones diferentes, tanto con Podemos como con Más Madrid; y en algún caso con éxito, como ocurrió con Manuela Carmena.