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La marea económica que viene: lo que de verdad puede acabar con el Gobierno
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Esteban Hernández

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La marea económica que viene: lo que de verdad puede acabar con el Gobierno

El mayor desgaste para Pedro Sánchez no vendrá, a medio plazo, de Cataluña, sino del desgaste que sufra por su acción económica. Y confluyen factores preocupantes

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Fernando Villar/EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Fernando Villar/EFE)

La pandemia no ha terminado, pero se empieza a actuar como si así fuera. El fin del estado de alarma, la velocidad en la administración de las vacunas, el descenso en los niveles de peligrosidad, las ganas de los españoles de hacer vida normal, y la necesidad de que el regreso a los niveles de actividad económica previos al coronavirus sea lo más rápido posible, nos ha llevado a entrar de golpe en una nueva etapa.

También en lo político, porque podría afirmarse que estos días ha empezado la legislatura de verdad, y desde Moncloa ya se han comenzado a tomar medidas no coyunturales. La oposición, por su parte, percibe que ha llegado su momento, que el Gobierno está tocado y que hay que insistir en un desgaste inevitable. Esa tensión entre un ejecutivo consciente de su momento de dificultad, pero que confía en que, fondos incluidos, todo lo que vendrá a partir de ahora le será favorable, y un Partido Popular que cree firmemente que a partir de ahora Sánchez irá perdiendo apoyo, definirá en buena medida la política nacional.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

En ese escenario de lucha por el poder político, habrá un elemento decisivo, del que todo el mundo parece ser consciente, pero que posee muchos más matices de los que aparenta, el de la fuerza de la recuperación económica. Por una parte, ahora que el coronavirus condiciona menos nuestra vida cotidiana, parece ser el momento de desarrollar los planes que había antes de la pandemia, y no son muy favorables para el conjunto de la población, y menos aún en términos de empleo. En segundo lugar, el covid-19 ha afectado en todas partes, pero en unas más que en otras, y esa brecha en la recuperación se va a sentir. La posibilidad del Gobierno de seguir adelante, y de llegar en buenas o malas condiciones a los futuros comicios, se juega en gran medida en este terreno, y más aún que en Cataluña. Veamos el conjunto de factores que lo determinan.

1. Las reformas

Es probable que Europa no cambie el paso, y continúen en suspenso las reglas del déficit hasta 2023, pero a cambio, y junto con los fondos, se van a exigir reformas en las pensiones y una reorganización del mercado laboral para adaptarlo mejor a las necesidades del mercado. Van a ser reorganizaciones que supondrán alguna complicación, porque la perspectiva europea parte de la convicción de que somos poco eficientes, en una cosa y en la otra, y esa mirada suele provocar muchos más sacrificios que ventajas para las poblaciones.

2. El empleo

El trabajo va a ser uno de los grandes problemas de este otoño, ya que diferentes factores empujan en una dirección negativa. Los procesos de fusiones y adquisiciones provocarán que mucha gente con empleos decentemente remunerados acabe en el paro. En segundo lugar, y además de la conversión de los ERTE en ERE, habrá negocios que cierren porque la apertura generalizada del verano les aporte menos ingresos de los que necesitan. Hay que subrayar que muchos de ellos salen más endeudados aún de la pandemia, porque los ICO no son ayudas directas, sino créditos que se han de devolver. Es probable, además, que muchas empresas, precisamente para hacer frente a las deudas, traten de operar con menos personal del necesario. Y además está el teletrabajo: tras un momento en el que se regresará a la actividad normal, aparecerán las tentaciones de recortar gastos mediante la externalización de parte de la plantilla. La suma de estos factores no suena muy optimista.

Foto: (EFE)

3. Los fondos

El dinero europeo para la recuperación es la gran baza para remontar estas dificultades. La dificultad para que sea del todo efectivo es que debería destinarse a sectores intensivos en empleo, y que además contasen con la posibilidad de mantenerse o crecer una vez el capital sea gastado. Pero eso implica un plan estratégico, del que Europa carece con los fondos, y que España tampoco ha trazado. El riesgo de que suponga una inyección de capital a grandes empresas, esas que están despidiendo gente, y de que se convierta en un simple Plan E a mayor escala en el sector tecnológico y verde, es bastante elevado. De la capacidad para invertir bien el dinero de forma que llegue de manera efectiva a la población dependerán muchas cosas, porque sería una enorme equivocación regresar a tiempos pasados, esos en los que las cifras macroeconómicas lucían, pero la mayoría de la gente veía su nivel de vida deteriorado.

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4. Los impuestos

Pueden los partidos (todos) utilizar toda la retórica que deseen, pero el hecho ineludible es que tenemos una deuda muy elevada, que ha crecido con la pandemia, y que hay que devolverla. Se puede seguir insistiendo en el nivel de gasto del Estado y demás, pero la realidad es que la deuda se come buena parte de lo que se ingresa. Y habrá que recaudar más, porque hay que devolver mucho dinero todos los años, con lo que la subida de impuestos será inevitable. La cuestión, una vez más, es si, como siempre, se va a hacer que el peso recaiga sobre las clases bajas a través de impuestos indirectos y sobre las medias con los directos, o si se van a articular formas para conseguir, a lo Biden, que aquellos que están pagando mucho menos que los demás, que son curiosamente quienes poseen más recursos y poder, asuman su parte.

5. Las excusas

Hay un elemento más, y no menor, que puede ahondar en el descontento de la población, como son las excusas que se utilicen para justificar las subidas de bienes esenciales o de los mismos impuestos. Lo vemos con el precio de la luz: el argumento de una mayor eficiencia para incrementar la factura en los momentos que más se utiliza la electricidad en los hogares y en las empresas, es percibida por buena parte de la sociedad como un engaño. Recordemos que tenemos un sistema que permite que toda la electricidad se cobre al precio de la fuente más cara, lo que no deja de ser un sistema extraño. Este tipo de errores en la justificación es probable que se repitan, porque ha sido un lugar común en los últimos tiempos, una suerte de sanción del pecado (pones la lavadora por la mañana, tus bebidas tienen demasiado azúcar, comes carne, tu coche contamina, quieres usar las autovías sin pagar por ello, etc.) que añade un malestar adicional a la misma subida. No olvidemos a los chalecos amarillos.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión

6. La pérdida de poder adquisitivo

Todos estos factores confluyen en un instante en el que ya estamos perdiendo nivel adquisitivo, porque los precios suben más que los salarios y porque muchas empresas tienen que hacer frente a gastos mayores, deuda incluida, en un momento en el que el regreso a los niveles de ingreso no se ha producido. Probablemente el verano sea distinto, y veamos una fuerte recuperación, pero una que vez que pase esa época en la que quienes más tienen gastarán más, ya que no pudieron hacerlo el año pasado, llegará el otoño, y luego, y muy probablemente, el invierno del descontento.

El resultado final

De modo que, si sumamos el aumento de los precios de bienes esenciales, como la electricidad o el combustible, la subida en algunos productos de consumo y en servicios, una caída en el número de empleos que permite empujar los salarios a la baja, el endeudamiento mayor de las pymes, la situación de necesidad de muchos trabajadores que quedaron sin empleo, y la deuda pública y los ajustes que va a obligar a hacer, se anuncia un tiempo bastante difícil para que el Gobierno gane apoyo popular. Desde luego, necesita (como la sociedad misma) no una recuperación, sino un tsunami de prosperidad. En otro caso, nos esperan tiempos duros que tendrán un coste político para Moncloa.

Foto: EC.

En este escenario sería conveniente adoptar otras políticas económicas, pensar en términos de economía política, pero tampoco el Gobierno puede hacer demasiado en ese sentido, porque se necesitaría un cambio de mentalidad europeo, que sería indispensable. Pero mientras eso llega, si es que llega alguna vez, Sánchez va a tener que hacer muchos equilibrios cuando llegue el otoño. Y no por Cataluña.

Con un problema añadido: si la recuperación continúa siendo de doble dirección, el humor social se puede volver muy hostil, lo que siempre abre las puertas a novedades políticas. Y no suelen tener un carácter positivo. La Europa de los próximos años va a ser complicada.

La pandemia no ha terminado, pero se empieza a actuar como si así fuera. El fin del estado de alarma, la velocidad en la administración de las vacunas, el descenso en los niveles de peligrosidad, las ganas de los españoles de hacer vida normal, y la necesidad de que el regreso a los niveles de actividad económica previos al coronavirus sea lo más rápido posible, nos ha llevado a entrar de golpe en una nueva etapa.

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