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La intolerable tergiversación de Casado: el PP cruza la última línea roja
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Esteban Hernández

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La intolerable tergiversación de Casado: el PP cruza la última línea roja

El desplazamiento del Partido Popular hacia un nuevo entorno ideológico ha estado presente en la intervención de Casado en el Parlamento. En ella asomó un detalle muy revelador

Foto: Pablo Casado, en el Congreso. (EFE)
Pablo Casado, en el Congreso. (EFE)
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La intervención de Pablo Casado este miércoles en el Congreso revela que el PP ha dado un paso más allá, que el bloque Ayuso más Vox está ganando la partida, que el giro de los populares hacia posiciones más duras es mucho más una realidad que una posibilidad. Con independencia del peso que Aznar tenga en el partido, lo cierto es que el aznarismo ha triunfado plenamente. Esta derecha ha vuelto a los tiempos del viejo líder para tejer su futuro.

Casado demostró ese giro con su intervención, en la que parecía más un columnista aguerrido de un diario partidista que un político en el Parlamento. El conjunto de descalificaciones e hipérboles que dibujó en poco más de 20 minutos ofrece una imagen de oposición contundente, pero su realidad es otra: se trata la de la misma retórica que se podía encontrar hace muchos años en las tertulias de la TDT. Que el tono y los argumentos que se utilizan en el Parlamento sean tan parecidos no parece un progreso ni para la política ni para España.

Instrumento de ataque

Estamos tan acostumbrados al juego de la descalificación, a la conversión de la política en mera descalificación de los rivales (y de una forma cada vez más hostil), que ya no suele extrañarnos. Es importante, porque genera un clima y conforma una mentalidad que convierte en razonable atizar al adversario con toda clase de instrumentos dialécticos. Lo que llamamos polarización no es más que el resultado de la permanente deslegitimación del adversario, tan frecuente en el debate público y que vuelve tan turbias las conversaciones. Es un juego peligroso, porque el vaso se va llenando hasta que un pequeño detalle hace que se desborde. En lo social, ese clima está cada vez más presente, y no anuncia nada bueno. En lo personal, mi vaso se llenó ayer del todo.

Es la última línea roja que le faltaba por cruzar a este PP: el Rey, los empresarios, la Iglesia, la guerra civil y, para acabar, el pensamiento

La tergiversación torticera que hizo Casado con Ortega y Gasset me resultó intolerable. Es un asunto menor, en la medida en que resulta un tema secundario, pero falsear lo que dice un pensador que trataba de aportar soluciones a su país para utilizarlo como instrumento de golpeo significa que se ha supeditado por completo la capacidad de pensar a la de atacar. Y eso es siempre un anuncio de algo mucho peor. No es algo relevante de por sí, pero en lo simbólico dice mucho del momento político contemporáneo. Es la última línea roja que le faltaba por cruzar a este PP: el Rey, los empresarios, la Iglesia, la guerra civil (“se enfrentaron la democracia sin ley y la ley sin democracia”) y, para acabar, el pensamiento.

Qué dijo Ortega

Lo que Casado afirmó fue: “Este año se cumple un siglo de ‘La España invertebrada’ de Ortega, que lamentaba la desarticulación nacional por la inacción del Gobierno ante los nacionalistas”. Nada de eso figura en ‘La España invertebrada’, todo lo contrario: “El propósito de este ensayo es corregir la desviación en la puntería del pensamiento político al uso, que busca el mal radical del catalanismo y bizcaitarrismo en Cataluña y en Vizcaya, cuando no es allí donde se encuentra. ¿Dónde, pues? Para mí esto no ofrece duda: cuando una sociedad se consume víctima del particularismo, puede siempre afirmarse que el primero en mostrarse particularista fue precisamente el Poder central. Y esto es lo que ha pasado en España”.

‘La España invertebrada’ es una obra tremendamente interesante, que merece ser releída hoy, 100 años después de su publicación, ya que posee una clarividencia notable en la mayoría de sus análisis, algunos de los cuales continúan haciéndonos comprender con mayor precisión los males presentes. La descripción de los particularismos, ese instante en que “cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás”, y en que “no le importan las esperanzas o necesidades de los otros y no se solidarizará con ellos para auxiliarlos en su afán”, tanto en lo que se refiere a las clases sociales como a los territorios es un punto de partida ineludible. Como lo es el hecho de que las uniones suelen romperse por el centro y no por las periferias, algo que podríamos aplicar no solo a España, también a la UE.

Si la conclusión que extraen de ‘La España invertebrada’ es la que expresó Casado, estamos ante una prueba de indigencia intelectual

Por eso me resulta intolerable la utilización torticera de Ortega. Es posible que no conozcan bien la obra y la citen al azar porque creen que encaja en su discurso, lo que sería prueba de una gran torpeza. Pero si Casado, y quien le haya escrito el discurso, extraen después de leer ‘La España invertebrada’ la conclusión relatada por el líder del PP, ya no estaríamos ante un error, sino ante una demostración de indigencia intelectual. Y eso sí que es un problema enorme para un partido que pretende gobernar.

Como telón de fondo, está todo lo que revela esa tergiversación burda. Si el partido liberal español por excelencia ha perdido referencias liberales ineludibles, como es la de Ortega, es porque ya no se le puede encontrar en ese espacio ideológico. Tras las elecciones de Madrid, parece que el liberalismo tradicional ya no es el lugar del PP: estamos ante un partido sin complejos y sin corsés, como asegura José Antonio Zarzalejos, que se está desplazando hacia el mismo lugar en el que se situó el partido conservador británico para hacer frente al Ukip, más a la derecha y más ‘antiestablishment’. Casado está dando un giro muy similar, pero no tanto para protegerse de un Vox emergente como para hacerlo de Ayuso, que está en la puerta de su despacho esperando a que lo desaloje.

La intervención de Pablo Casado este miércoles en el Congreso revela que el PP ha dado un paso más allá, que el bloque Ayuso más Vox está ganando la partida, que el giro de los populares hacia posiciones más duras es mucho más una realidad que una posibilidad. Con independencia del peso que Aznar tenga en el partido, lo cierto es que el aznarismo ha triunfado plenamente. Esta derecha ha vuelto a los tiempos del viejo líder para tejer su futuro.

Pablo Casado Partido Conservador Británico
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