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Sánchez le quita el oxígeno a Yolanda Díaz: el SMI, "última medida social de la legislatura"
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Esteban Hernández

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Sánchez le quita el oxígeno a Yolanda Díaz: el SMI, "última medida social de la legislatura"

El juego táctico entre los socios del Gobierno ha tenido esta semana un nuevo acto: la jugada del presidente del Gobierno contra el proyecto de la ministra de Trabajo

Foto: La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE)
La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE)

Redondo tenía claro que el bipartidismo se había acabado, es decir, que la era de las mayorías absolutas de un partido ya no volvería. Una de sus obsesiones era la de manejar distintas alianzas para mantener la estabilidad de los gobiernos, y su plan era muy evidente: el PSOE tenía que crecer, pero sin dejar de mirar hacia los lados, porque necesitaría aliados en el futuro. Desde esa perspectiva, no se podía descuidar a Podemos ni entrar con ellos en guerras dolorosas, porque podrían ser útiles también en el futuro. La tesis de Redondo era la del win-win: si las cosas le marchaban bien al Gobierno, ambos partidos saldrían beneficiados. Después no solo llegó la pandemia, sino también la salida de Redondo, pero ese espíritu parece perdurar en el presidente: suele transmitir que el objetivo es que los dos socios crezcan (o al menos que crezca el PSOE y que UP resista) en lugar de fagocitar a UP. Y tiene sentido, ya que hay parte de la izquierda que nunca dará su confianza al PSOE, y quizá la necesite para volver a gobernar. Sin embargo, asoman tiempos complicados para esa coalición virtuosa, y los acontecimientos de esta semana son un adelanto de lo que puede llegar.

El miércoles pasado, el presidente ofreció su discurso de apertura del ciclo político en un acto en Casa de América en el que estaban presentes un buen número de empresarios, entre los que se contaban Álvarez-Pallete, Sánchez Galán o Florentino Pérez. Fue un discurso plano, sin demasiada pasión, pero con aspectos interesantes. Además, era el primer acto sin Iván Redondo, y el matiz es importante, ya que la reestructuración del Gobierno, incluida la marcha de su mano derecha, fue trazada con la intención de dar comienzo a una nueva etapa. Las vacunas han sido inoculadas a un tanto por ciento muy elevado de la población, la pandemia parece estar controlándose y es el momento de comenzar la legislatura que tenía Sánchez en mente. En especial porque había que relanzar al PSOE tras la debacle de Madrid y la consiguiente euforia del PP, que piensa que el relevo en Moncloa está al alcance de la mano. El acto debía ofrecer pistas de cuál era esa nueva dirección, y las puso sobre la mesa, también respecto del reparto de funciones entre el PSOE y UP.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, esta mañana durante la conferencia de arranque del curso político. (EFE)

1."La última concesión del PSOE"

Para entender del todo el mensaje que Sánchez transmitió, conviene subrayar un par de acontecimientos de la semana, comenzando por las declaraciones de la ministra Ribera sobre la subida de los precios de la luz. El asunto había generado tensiones en el Gobierno, en parte por lo que implicaba de deterioro en la consideración social, pero también por las consecuencias que podía provocar no solo en la factura de los hogares, sino en la industria, y especialmente en las pequeñas empresas, ya que un incremento sostenido les haría la vida muy difícil y podía tener obvias repercusiones en el mercado laboral. La respuesta del ala económicamente ortodoxa del Gobierno había sido escasa o nula, y las declaraciones de Ribera fomentaron la sensación de que no tenían nada en mente para frenar ese incremento tan negativo. Desde la formación morada percibieron la intervención de Ribera como catastrófica, "para el gobierno, para nosotros y para el PSOE", ya que "es una ministra muy volcada en lo técnico, pero sin capacidad comunicativo-política": su falta de comprensión de la gravedad del momento era preocupante.

Tampoco gustó en el mismo PSOE, que dejó caer que no habían sabido explicarse, pero otra parte de la formación estaba molesta también por cuestiones no comunicativas, ya que "no se percibió ninguna determinación a la hora de proponer medidas concretas para aligerar la factura ni tampoco compromiso de gestiones detalladas ante la Comisión Europea". Más allá de la valoración que cada partido hiciera de las declaraciones, lo cierto es que Ribera dejó una impresión desoladora, de renuncia a gobernar: su principal propuesta era la apelación a los accionistas de las empresas eléctrica para que, amparándose en los criterios ESG, frenasen decisiones de los directivos como la del vaciamiento de los embalses, lo que en la práctica significaba que se interpelaba a los accionistas, los principales favorecidos por el aumento de beneficios, para que frenasen a los directivos a la hora de generar beneficios.

Foto: Gobierno y agentes sociales durante la primera reunión para tratar la subida del salario mínimo. (EFE)

El asunto no era menor, en la medida en que reflejaba las dos almas del Gobierno, y no necesariamente divididas por la pertenencia a partidos distintos, respecto de cómo actuar en el ámbito económico: las diferencias entre el ala más ortodoxa y la más social se hacían evidentes una vez más. Sin embargo, en este caso, tenía algo de último aviso: hace más de un mes, fuentes del ala morada del Gobierno aseguraban que "el salario mínimo interprofesional va a ser la última concesión que el PSOE haga a la agenda social", y las palabras de Ribera ratificaban esa impresión. Había empezado una nueva etapa en la que la ortodoxia iba a tener mucho más peso que hasta ahora, una vez pasado lo peor de la pandemia, y en la que los cambios normativos irán en la dirección que Bruselas marca y que Calviño desea. Aspectos como el Ingreso Mínimo Vital, los ERTE o el SMI han supuesto una suerte de paréntesis que se ha cerrado ya, y el temor de los morados es que ese giro dañe electoralmente a las izquierdas, pero específicamente a ellos.

2.Sánchez anuncia reformas

Dos días después de las declaraciones de Ribera, Sánchez inició el curso político en Casa de América. Además de celebrar el ritmo de vacunación, el presidente se centró en tres aspectos: el anuncio de la subida del SMI, la explicación de las medidas que se van a tomar para bajar el precio de la luz, necesaria para paliar la desconfianza que se había extendido, y la voluntad decidida de realizar reformas. Con las dos primeras quiso dejar claro que la recuperación económica va a ser inclusiva, que "tiene que llegar a los bolsillos de todos los españoles", que va a "ser justa" y que la acción social va a seguir presente en el presente. La subida del SMI es llamativa, porque nominalmente supone una victoria frente a las tesis de Calviño, pero no en su concreción práctica, y dado que las acciones necesarias frente a las eléctricas tienen un recorrido complicado, quizá sea más conveniente poner el acento en el tercer aspecto, el de las reformas, que es el ideológicamente importante, porque contiene el plan que Sánchez tenía en la cabeza desde el inicio de su mandato.

En sus palabras, "se trata de avanzar, no de involucionar, de llevar a cabo reformas, no contrarreformas". El propósito es dar pasos adelante en la revolución verde y en la digital, en la modernización de España, también a la hora de dar mayor protagonismo a los jóvenes, de educar en los valores de género, y de reforzar la cohesión territorial. Según Sánchez, es el momento de acelerar, ya que la pandemia ha provocado que los cambios se hayan desarrollado más rápido de lo esperado, y es momento de correr para ponerse a la altura de los tiempos. El contenido concreto del concepto 'reformas', así como de la perspectiva desde la que abordar el lado social quedó más clara, sin embargo, el martes anterior, el día en que Félix Bolaños presentó el plan normativo para 2021.

La medida es llamativa, porque nominalmente supone una victoria frente a las tesis de Calviño, pero no en su concreción práctica

3. Bolaños pone las piezas

Bolaños compareció para anunciar que el objetivo del Gobierno era aprobar una cantidad ingente de normas, que cifró en 144, antes del 31 de diciembre de 2021. En ese listado no figuraban ninguna de las grandes obsesiones de la política institucional española de los últimos tiempos, como Cataluña o el poder judicial, sino que se anclaban en la prioridad para esta época, la recuperación económica de España y el crecimiento inclusivo.

Las normas previstas, además de la actividad legislativa habitual, tenían dos líneas claras. Estaban las conflictivas y las pacíficas. Una vez que la intención respecto del SMI ha sido anunciada, y que la reforma de las pensiones está en curso, los puntos problemáticos son la reforma laboral y la ley de vivienda, que figuran en ese paquete. Además de ellas, Bolaños señaló otras normas relevantes, como la Ley Orgánica del Sistema Universitario, cuyo anteproyecto presentó Manuel Castells, la Ley de Formación Profesional, la de Ciencia, la de Creación y Crecimiento de Empresas y la Ley del 5G. Este paquete permite vender la modernización como parte esencial de la actividad del Gobierno, una suerte de puesta al día de España en formación, emprendimiento y tecnología, que son los ámbitos que el PSOE prioriza, en línea con Bruselas, cuando habla de agenda social. Se trata de adecuar el mercado de trabajo, en flexibilidad, formación e igualdad de género, para facilitar que la mano de obra pueda tener más oportunidades: la educación, la preparación y la proactividad son las recetas para que el empleo sea el adecuado; no se tocará el funcionamiento de la economía, sino que se adaptará el capital humano para que encaje mejor.

Foto: Los portavoces de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique (d), y en la Comisión de Transición Ecológica y coordinador de Alianza Verde, Juantxo López de Uralde, este jueves en el Congreso. (EFE)

Ambas líneas de acción circulan por el mismo camino, pero si la segunda es menos problemática en cuanto a aceptación social, la primera sí puede generar animadversión, tanto en el interior del Gobierno, como ya se ha demostrado, como entre la misma población. El momento, además, es complejo, porque confluyen dos aspectos ambiguos: por una parte, la recuperación económica en términos macroeconómicos está lanzada, y se espera que dure todo el año 2022, pero al mismo tiempo se están lanzando avisos, también desde el Banco Central Europeo, de que los estímulos no pueden durar mucho, de modo que 2023, como tarde, será el momento de regreso a los presupuestos equilibrados y a recetas más austeras, especialmente en aquellos países con elevada deuda, como es el caso español. Y, de fondo, el aumento de precios de bienes esenciales, desde la energía hasta los alimentos, que supone un sacrificio para partes de la población que pueden pasarlo especialmente mal, y que apunta hacia una recuperación desigual. En ese escenario, las reformas que se lleven a cabo, con Bruselas presionando, irán en una dirección mucho más favorable a que las tesis ortodoxas se impongan, lo que supondrá más tensiones en el Gobierno.

4. Sánchez, el gran modernizador

En ese escenario, el reparto de papeles que propugna Sánchez es el siguiente: el PSOE es el partido reformista que pondrá las bases para modernizar España, que impulsará el cambio tecnológico, digital y ecológico, que liderará la transición hacia el mundo que viene gracias a la realización de las reformas adecuadas, mientras que el espacio de Podemos, tenga el nombre que tenga en el futuro, vendría a ocupar una zona de mayor atrevimiento social, que propugnaría mejoras concretas ligadas a lo material y una mirada ecológica y feminista más amplia; una suerte de IU para la nueva era: complementaria pero nunca decisiva.

Sánchez es consciente de que se acerca una nueva época con un nuevo credo, y del mismo modo que González fue el artífice de los cambios en España en la era del acercamiento a Europa, el presidente quiere jugar ese papel de cara a la transformación económica que la UE está propugnando. Quiere ser el presidente que nos conduzca hacia los nuevos tiempos, y cuenta con los fondos europeos para esa tarea.

"Con el transcurrir del tiempo, como los precios seguirán subiendo, el PSOE no tendrá más remedio que aceptar"

En la izquierda, esa idea de ocupar un espacio menor, pero resistente, incomoda poco. Es una época complicada para UP, un partido tiene que rehacerse tras su caída en la apreciación social: "Este es momento de resistir, no el de asaltar los cielos", señalan desde la formación morada. Esa división entre el PSOE como partido reformista y UP como izquierda social permitiría además ocupar dos espacios diferentes que podrían complementarse y que conservarían la tesis de Redondo y de Sánchez: ambos hacen falta en lo electoral, y UP podría recomponerse en un momento muy complicado internamente gracias a un posicionamiento ideológico que podría beneficiarse de su actividad durante el Gobierno.

Además, en asuntos sociales como el de la luz, en la formación morada piensan que "con el transcurrir del tiempo, como los precios seguirán subiendo, el PSOE no tendrá más remedio que ir aceptando nuestras propuestas, salvo que esté pensando en desgastarnos con ello", y desde el PSOE se pide un "voto de confianza para un partido que ha puesto en marcha el IMV y ha aumentado el SMI", y todavía se espera que aquella tesis de Sánchez y Redondo, que ambos espacios son necesarios y que los dos pueden salir reforzados de un gobierno conjunto pueda ser útil en el futuro electoral.

5. Robarle el tiempo a Yolanda Díaz

Sin embargo, este reparto de posiciones se encuentra con dificultades obvias. El momento en que las reformas se llevarán a cabo beneficia al PSOE, ya que si las más duras, las que pueden ser más contestadas, se realizan de forma rápida, y justo en la época en la que recuperación económica está en pleno vigor, será mucho más fácil para los socialistas hacer frente a las críticas. Además, sería lógico que Sánchez tratase de hacer valer sus reformas desde la relación causa efecto: si la recuperación prosigue firme durante el próximo año, podrá argumentar que el crecimiento español se debe precisamente a unas reformas que han ido por el camino correcto.

Pero ese marco le sirve al PSOE, no a UP, ya que acorta notablemente su margen de reacción para tejer una iniciativa sólida. Los morados son un espacio en recomposición, cuyos dirigentes actuales están muy desgastados electoralmente, cuyo líder, Pablo Iglesias, se bajó del barco, y cuyo perfil ideológico aparece impreciso. Por otra parte, afrontar en esta época las reformas más duras deja a UP escasa capacidad de reacción. Tiene difícil salir del Gobierno en mitad de la legislatura sin pagar un precio electoral elevado, y más con su endeble estructura, por lo que se verá obligado a poner su firma en leyes que van a suponer una rémora para los morados de cara a las siguientes elecciones. Si estuviéramos cerca del final de la legislatura, sería mucho más sencillo hacer evidentes los desacuerdos y tensar la cuerda hasta romperla, pero a estas alturas resulta complicado; tendrán que hacer equilibrios, como si estuvieran dentro y fuera a la vez, y esa es una tarea de resultado dudoso. Además, si las cosas salen bien y la recuperación es sólida, es mucho más probable que el rédito lo recoja en su mayor parte el PSOE, y que, si salen mal, los daños se repartan.

placeholder Las ministras Teresa Ribera, Nadia Calviño y Yolanda Díaz, junto a Pedro Sánchez. (EFE)
Las ministras Teresa Ribera, Nadia Calviño y Yolanda Díaz, junto a Pedro Sánchez. (EFE)

Todo apunta, pues, hacia una pérdida de peso electoral del espacio ocupado por UP, a pesar de que puedan hacer valer cierta conflictividad interna en el Gobierno, pero también hacia una canalización del descontento, en el caso de que la recuperación no vaya bien, o en el más probable de que sea desigual y dañe a las capas medias y a las trabajadoras.

6. Una jugada más

En ese escenario, que las izquierdas sigan pensando en una mera opción de subsistencia, que quieran salir de esta como el complemento del PSOE, y que conformen esa coalición de perdedores que parece la confederación de las izquierdas ibéricas, es abocarse a un resultado electoral bastante pobre. Por más que eleven la voz y que se muestren combativos en los próximos meses, continuar por el mismo camino les dirige hacia un papel meramente testimonial en la política española.

Es cierto que Yolanda Díaz tiene otro proyecto en mente, que ya ha avisado que existe, aunque no haya especificado el qué ni cómo. Es la personalidad política que mayor consenso suscita, la única que ahora parece poder tomar el liderazgo en sus manos, y que cuenta con la capacidad técnica para tejer algo mayor y más atractivo que una suma de izquierdas. Y es ahí donde la iniciativa de Sánchez, la velocidad y el momento de las reformas, pueden suponer una complicación especial para la ministra de Trabajo, que se verá obligada a trabajar muy deprisa si desea competir. Sobre todo, porque este calendario le permite a Sánchez una jugada más, la de convocar las elecciones en el momento que le sea más propicio: cuando estén las reformas realizadas, la economía siga creciendo y las encuestas le sean mínimamente favorables, es más que probable que el presidente fije fecha para las elecciones generales, sea el momento que sea. Y probablemente sea uno en el que la opción a la izquierda esté todavía sin construir, y con UP sin aire. Los acontecimientos de esta semana, que prefiguran el futuro, obligan a Yolanda Díaz a correr cuando todavía no está ni en la línea de salida.

Redondo tenía claro que el bipartidismo se había acabado, es decir, que la era de las mayorías absolutas de un partido ya no volvería. Una de sus obsesiones era la de manejar distintas alianzas para mantener la estabilidad de los gobiernos, y su plan era muy evidente: el PSOE tenía que crecer, pero sin dejar de mirar hacia los lados, porque necesitaría aliados en el futuro. Desde esa perspectiva, no se podía descuidar a Podemos ni entrar con ellos en guerras dolorosas, porque podrían ser útiles también en el futuro. La tesis de Redondo era la del win-win: si las cosas le marchaban bien al Gobierno, ambos partidos saldrían beneficiados. Después no solo llegó la pandemia, sino también la salida de Redondo, pero ese espíritu parece perdurar en el presidente: suele transmitir que el objetivo es que los dos socios crezcan (o al menos que crezca el PSOE y que UP resista) en lugar de fagocitar a UP. Y tiene sentido, ya que hay parte de la izquierda que nunca dará su confianza al PSOE, y quizá la necesite para volver a gobernar. Sin embargo, asoman tiempos complicados para esa coalición virtuosa, y los acontecimientos de esta semana son un adelanto de lo que puede llegar.

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