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Los dos asuntos clave para Europa sobre los que Alemania no quiere decidir
Por más que el país principal de la UE quiera seguir enquistado en un equilibrismo imposible, los tiempos van a forzar a Europa a tomar dos decisiones clave
Sea cual sea la composición final del Gobierno alemán, dejará vivas las contradicciones del país. Y los problemas alemanes son importantes para la Unión Europea, porque es el Estado con mayor peso, y también el que menos conciencia parece tener del momento de cambio que todos, incluidos los germanos, debemos afrontar.
Las dos tendencias ideológicas mayoritarias en la UE, las que están presentes en los partidos que gobiernan y aquellas en los que tienen opciones fundadas de hacerlo en el futuro próximo, son una expresión clara de esas contradicciones, agudizadas por el giro geopolítico. EEUU, con Trump y con Biden, lo ha marcado, y el Aukus es la última y dolorosa señal, para Francia y para la UE.
El euroescepticismo ya no se manifiesta desde el deseo de ruptura, sino desde el mantenimiento de una unión de mínimos
Esa transformación general somete la Unión Europea a varios desafíos, todos interrelacionados, que afectan interna y externamente, y que obligan a pensar lo político, lo económico y lo geopolítico de otra manera. Una síntesis rápida de la encrucijada podría formularse en términos de más Europa o menos Europa. Pero esa expresión manoseada incluye consecuencias de gran calado en áreas clave.
Y es la que da forma, de una manera u otra, a las dos tendencias ideológicas que recorren el continente. Debe constatarse que la mayoría de las derechas europeas, y especialmente las que cuentan con opciones de gobernar, ya no abogan por la salida del euro ni por el abandono de la UE. Podrían hacerlo porque, como dice Aznar, el Aukus demuestra que se puede tener una buena asociación con los estadounidenses sin necesidad de pertenecer a la UE, pero no es el caso. Ahora el euroescepticismo no se manifiesta desde la ruptura, sino desde el mantenimiento de una unión de mínimos. Desde esa perspectiva, la UE debe seguir existiendo, pero limitada a unos cuantos aspectos, entre ellos el del euro en su actual configuración, y sin dar ningún paso adelante.
1. Primera fricción: el poder
Esa es también la tesis de EEUU, favorable a la Unión, pero cuyo deseo es que se alinee con sus intereses, que sirva para contener a Rusia y que se aleje de China. Como el orden internacional es el que es, resulta muy complicado desenredar el conjunto de vínculos entre esos dos países y la UE, que hacen prácticamente inviable una ruptura profunda. Pero también es cierto que las relaciones pueden ser más frecuentes y amistosas o más distantes y hostiles, y el deseo de EEUU es que la lejanía entre la UE y Rusia y China sea cada vez mayor, dado que Pekín es visto como enemigo sistémico.
Hay fuerzas para las que la única opción es situarse del lado atlántico y olvidar cualquier intento de que la UE tenga una voz propia
Ambos aspectos señalan un asunto clave, el de la autonomía estratégica, es decir, el intento de que la Unión Europea cuente con la suficiente fuerza para tejer un espacio propio entre EEUU y China, de manera que la cercanía o lejanía con unos u otros sea coyuntural y en función de los intereses de la UE y no de los ajenos. Para alcanzar ese objetivo, sería necesario dar diferentes pasos adelante, y no solo en lo que se refiere a un Ejército europeo. Hay países y fuerzas políticas que la entienden imprescindible y otros y otras para los que la única opción es situarse del lado atlántico de manera decidida y olvidar cualquier intento de que la UE tenga una voz propia e independiente.
2. Segunda fricción: el dinero
El otro gran asunto es el económico, que también requeriría una profundización en los vínculos europeos. Los fondos para la recuperación han sido un momento especial dentro de la UE, pero si la inflación continúa creciendo, o si se entiende que no es coyuntural, se regresará a la presión por parte de los países del norte, incluida Alemania, respecto del déficit y de los ajustes, y no solo de las reformas. De momento no es así, pero la pregunta es durante cuánto tiempo. Una postura europea aboga por cerrar rápidamente el paréntesis, de manera que 2022, con la recuperación en marcha, sea el punto final de esa concesión, y otra por articular una UE diferente en lo económico, que ofrezca mayor margen a los países, que consolide una mayor cohesión y que impulse decididamente las inversiones verdes y digitales.
3. Derecha e izquierda
De modo que tenemos una visión ideológica, habitualmente vinculada a las derechas europeas, que aboga por mantener una Europa de mínimos, por un vínculo atlántico decidido y por fórmulas lo más cercanas a la austeridad posible; y otra que aspira a dar pasos adelante, que apuesta por la autonomía estratégica, por ofrecer mayor cohesión entre territorios y clases sociales y por mayor inversión, en especial en la economía verde, aspectos por los que suele abogar la izquierda.
Tales opciones no están siempre nítidamente definidas en lo ideológico. Un partido socialdemócrata del norte, por ejemplo, puede ser partidario de la cohesión social y de la economía verde, pero no del mayor margen con los países del sur, ya que son daneses antes que socialdemócratas. O un partido de derechas del sur, siempre y cuando gobierne, puede estar de acuerdo en muchas cosas con las derechas del norte, pero también exigirá mayor margen (y es lo que está ocurriendo con Draghi, por ejemplo) o abogará por la autonomía estratégica (si es francés). Las cuestiones territoriales y las políticas se mezclan muy a menudo.
Pero, en esencia, este es el momento ideológico europeo: más Europa o menos Europa. La autonomía estratégica o el vínculo decidido con EEUU, las fórmulas austeras matizadas o la apuesta por la inversión, una economía verde en desarrollo real o solo en pinceladas son asuntos centrales que conducen hacia una Europa más unida o más laxa.
4. Alemania
Hasta ahora, Merkel había jugado todas esas bazas a la vez, combinando medidas de un lado y de otro, haciendo equilibrios aquí y allá. Pero ya no se trata de que Merkel se haya ido, sino de que la época en que eso podía hacerse ha finalizado. Los tiempos presentes, los de las tensiones entre Washington y Pekín, afectarán de lleno a la UE, como lo hará la situación económicamente desigual en la que van a quedar los Estados europeos una vez que el covid haya pasado, o como lo harán las tensiones comerciales entre bloques. Habrá que dar respuestas en un sentido u otro, pero lo que ya no va a ser posible es continuar haciendo equilibrios: las presiones económicas y geopolíticas no lo van a permitir.
La Unión Europea no es el mejor entorno para adoptar posturas valientes: es un ámbito poco decidido, melindroso y pacato
Otra cosa es que Europa siga pensando que puede mantener el 'statu quo' de la época anterior, y crea que puede vivir en una suerte de isla, o que Alemania siga convencida de que puede ser la nueva Suiza, un país neutral que sirve como refugio del dinero a través de los bonos. Alemania arde en el deseo de prolongar la era Merkel cuando ya no es posible, y la misma configuración de su Gobierno demuestra que no lo es, ya que las fuerzas que deben conformar la coalición tienen perspectivas muy diferentes en asuntos cruciales.
Este es el momento de las decisiones, pero tampoco la UE es el mejor entorno para adoptar posturas contundentes. Es un ámbito poco decidido, melindroso, pacato, en un tiempo que requiere de visión, de inteligencia y de energía, lo que anticipa un futuro poco satisfactorio, ya que la inacción no suele ser la mejor solución. Aunque, por las señales que aparecen en el horizonte, es probable que se opte por el camino más fácil, el que ofrece menos complicaciones a corto plazo, que es el de una Unión más frágil, por el regreso a medidas cercanas a la austeridad, por la aplicación de un barniz de economía verde y por la consideración de la autonomía estratégica como un ideal imposible.
Sea cual sea la composición final del Gobierno alemán, dejará vivas las contradicciones del país. Y los problemas alemanes son importantes para la Unión Europea, porque es el Estado con mayor peso, y también el que menos conciencia parece tener del momento de cambio que todos, incluidos los germanos, debemos afrontar.
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