Es noticia
La gente a la que se infravalora ha montado un partido político. Y tiene opciones
  1. España
  2. Postpolítica
Esteban Hernández

Postpolítica

Por

La gente a la que se infravalora ha montado un partido político. Y tiene opciones

El desprecio por las personas comunes tiene rasgos patológicos en nuestra sociedad. Así se explica también la animadversión que ha generado una nueva iniciativa política

Foto: 'Hijos de la España vaciada' en Madrid. (EFE/Mariam Montesinos)
'Hijos de la España vaciada' en Madrid. (EFE/Mariam Montesinos)

Es curioso que iniciativas como la presentación de candidaturas locales bajo el paraguas ‘España vaciada’ haya sido acogida con tanto escepticismo, e incluso animadversión, entre nuestra política oficial. Incluso en el peor de los casos, ese en el que se les acusa de simples cantonalismos, habría poco que objetar. Llevamos una época en que la apelación a lo particular ha dominado nuestro mundo político: vascos, catalanes, madrileños, y así sucesivamente, han hecho valer una apelación a las masas a partir de los límites que circunscriben un territorio. De modo que es extraño argumentar que en unos casos es legítimo y en otros no: ¿por qué Teruel o Jaén no, y Madrid o Neguri sí?

Antes, no obstante, habrá que constatar su recorrido real, que depende en primera instancia de quiénes sean sus representantes en cada territorio. El voto local está anclado en las personas más que en los partidos, de modo que si los líderes locales cuentan con prestigio o con la reputación adecuada, será mucho más sencillo que gocen de aceptación que si su único aval son las siglas de un partido.

El romanticismo de los nietos

La segunda clave de su éxito, más que la ideología que ofrezcan, será la forma en que aborden los problemas reales de su zona. Incidir, como se ha hecho repetidamente con la España vacía, en la repoblación de los pequeños pueblos, esa que al final se sustancia en soluciones como medidas fiscales, introducción de fibra o servicios telemáticos de salud, sería un error. Pensar de esta manera es caer en lo que Lambán llamaba “romanticismo de los nietos de los emigrantes”, esos que claman por la pretendida despoblación de la España rural, pero que no dejan la ciudad ni locos. Evocar una suerte de vida bucólica para atraer urbanitas puede ser útil para localidades cercanas a ciudades como Madrid o Barcelona, ya que sus habitantes, al subir el precio de la vida, se desplazan a otras localidades mucho más asequibles, pero para muy pocas zonas más.

Las ciudades pequeñas sufren una perniciosa mezcla de escaso poder económico, desempleo, deuda creciente, menor inversión y emigración

El centro de los problemas de esta España vacía es la falta de futuro, que se percibe especialmente en las ciudades pequeñas e intermedias (y en sus zonas de influencia), que sufren una perniciosa combinación de escaso poder económico, desempleo, deuda creciente, menor inversión y emigración. Sus habitantes son pensionistas, funcionarios, subcontratados de firmas dependientes del dinero público, empleados del sector servicios y pequeños comerciantes que resisten como pueden, con el turismo como baza última. Revertir esa situación es indispensable, y tejer proyectos sólidos en esa dirección resulta esencial, especialmente a la hora de crear empleo. Si el programa de estos partidos muestra algo de imaginación realista en ese sentido, tendrán una enorme ventaja.

Foto: Representantes de las plataformas de la España vaciada, a las puertas del Congreso en una protesta del pasado marzo. (EFE)

La tercera condición para que tengan recorrido no depende estrictamente de ellos. Los nuevos partidos no tienen que pagar el peaje del desgaste, pero deben implantarse en espacios ocupados por otros, y no es fácil. Generar la sensación de que votar a estas formaciones será útil, que tendrá resultados, que el paseo hacia la urna no se dará en vano, será crucial. Si la percepción que se difunde es que les va a ir bien, les irá bien.

La ‘España en la que nunca pasa nada’

Pero más allá de su recorrido futuro, la misma existencia de estas iniciativas sirve para poner de relieve dos aspectos importantes a la hora de hacer política en este momento convulso. La primera es que en la España vaciada se están sumando una serie de descontentos que no son exclusivos de esas zonas, pero que les afectan especialmente a ellas. Son regiones claramente perdedoras y que sufren un declive perceptible, pero que lo han manejado hasta ahora con notable resignación. El apelativo ‘la España en la que nunca pasa nada’ tiene todo el sentido, porque a pesar de todas las transformaciones, muchas de estas ciudades y provincias han optado por un conformismo extraño.

Esa crueldad es complicada de gestionar; cuando se hace presente, la atmósfera se carga en exceso, lo suficiente como para anunciar cambios

Pero todo tiene su límite, y este es un momento que reúne muchas condiciones para que el malestar explote: las medidas que vienen, como el peaje de las autovías, les perjudican especialmente; las dificultades de la agricultura y la ganadería en los próximos tiempos van a ser grandes, y no solo por el aumento de costes; la inversión destinada al cambio climático ha ido a parar a muy pocas manos, y eso explica también la animadversión creciente con los parques eólicos, y tampoco hay noticias que auguren un aumento en el empleo. Ya no se trata de que tengan la sensación de que no se les va a ayudar, sino que, más al contrario, se les van a imponer cargas mayores. Esa crueldad añadida es complicada de gestionar; cuando se hace presente, la atmósfera se carga en exceso, lo suficiente como para anunciar cambios. Y este parece el momento.

La brecha cultural

El segundo aspecto políticamente relevante es el gran alejamiento cultural entre estas regiones y las ciudades globales. Conforman una sociedad diferente, en costumbres e intereses, que se aprecia especialmente en los distintos discursos que se manejan. Las agendas mediáticas se fijan en las grandes capitales, y suelen estar tejidas con temas a los que la gente les da cada vez menos relevancia; por así decir, les importa mucho menos la renovación del CGPJ que el hecho de que la administración de justicia funcione (y lo que perciben es que no funciona bien); pueden atribuir importancia al cambio climático, pero sus campos están vacíos y sin utilizar y les van a cobrar por las autovías; quizá la jornada laboral de cuatro días sea interesante, pero ellos no tienen trabajo. Un ejemplo menor, pero muy significativo, es el de la animadversión que ha generado Ana Iris Simón entre los urbanitas: una escritora joven, que habla de cosas sencillas, bastante obvias, pero que es rechazada por los pijos (de izquierdas y de derechas) de la gran ciudad porque les parece demasiado banal, demasiado de pueblo, algo que no pueden soportar. Por eso la tachan de falangista. No les salen otras definiciones; se encuentran con la gente común y colapsan.

Foto: Omar Anguita, en el último congreso federal de las Juventudes Socialistas. (EFE)

Sin embargo, esta mezcla de sobrecarga y desprecio que se arroja sobre buena parte de España, y no solo la rural o la de las ciudades intermedias, es un ingrediente explosivo. La España vaciada, a juzgar por lo que hemos visto con Teruel Existe y con el liderazgo de Tomás Guitarte, es una opción bastante razonable, moderada y dialogante. Si ese modelo se extiende, puede que tenga éxito en las próximas elecciones generales. Pero si no, habrá otros, y más airados.

Es curioso que iniciativas como la presentación de candidaturas locales bajo el paraguas ‘España vaciada’ haya sido acogida con tanto escepticismo, e incluso animadversión, entre nuestra política oficial. Incluso en el peor de los casos, ese en el que se les acusa de simples cantonalismos, habría poco que objetar. Llevamos una época en que la apelación a lo particular ha dominado nuestro mundo político: vascos, catalanes, madrileños, y así sucesivamente, han hecho valer una apelación a las masas a partir de los límites que circunscriben un territorio. De modo que es extraño argumentar que en unos casos es legítimo y en otros no: ¿por qué Teruel o Jaén no, y Madrid o Neguri sí?

Teruel Existe
El redactor recomienda