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Casado y la pinza: por qué Ayuso juega en una liga política diferente
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Casado y la pinza: por qué Ayuso juega en una liga política diferente

Las tensiones entre la dirección del PP y la presidenta de la Comunidad de Madrid van más allá de los deseos de controlar la capital, y apuntan hacia nuevas visiones políticas

Foto: Díaz Ayuso y Pablo Casado. (EFE/Javier Lizón)
Díaz Ayuso y Pablo Casado. (EFE/Javier Lizón)

La reacción de Casado al acto de Valencia en el que se reunieron varias políticas alrededor de Yolanda Díaz fue muy desafortunada: lo tildó de “aquelarre radical”. No explicó las connotaciones de esa expresión, a qué se refería en concreto, lo que deja la puerta abierta a diversas interpretaciones, entre ellas a la más obvia. Pero no fue acertado, además, porque el aquelarre lo tiene montado en casa, con Ayuso recibida con fervor en Toledo al grito de “presidenta” y con Cayetana Álvarez de Toledo repartiendo a toda página.

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La presión que está recibiendo desde dentro el líder del PP tiene que ver, nos dicen, con una pugna de poder, ya que las aspiraciones de Díaz Ayuso de ponerse al frente del aparato en Madrid no están bien vistas por la dirección nacional, que trata de entorpecer los deseos de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Pero hay otras posibilidades, que explicarían mejor la agresividad que late en esta pugna.

La última oportunidad

Casado es el líder del partido gracias al apoyo de los barones, que han decidido que sea él quién lo encabece en este instante, lo que tiene la ventaja añadida de apaciguar las ambiciones de unos y otros. Si Casado fracasa en las próximas elecciones, será el momento de que los aspirantes agazapados den un paso al frente. No obstante, Casado y los suyos creen que si los resultados no acompañasen, serían merecedores de una nueva oportunidad. En la Comunidad de Madrid no piensan lo mismo, como muchos otros en el PP, por lo que cabe entender esta pelea por el poder interno en el PP madrileño como un intento de cerrar puertas a Díaz Ayuso si las cifras electorales no dan. Esta es una lectura que algunos barones contemplan, pero a la que no prestan demasiado importancia. Si Casado gana, todo arreglado; si no, ya se verá en su momento, y cada cual jugará sus bazas.

A Rajoy se le acusaba de blando y de no tener el perfil para ganar unas generales; a Casado se le formulan reproches similares

Todo recuerda en exceso a la repetición de la pelea entre Aguirre y Rajoy, con la figura de Mariano desgastada por los fracasos electorales ante Zapatero, con una derecha atrevida y dura que lo veía como un líder blandito y con presión mediática de fondo para relegarle al banquillo. Parte de las acusaciones incidían en la falta de idoneidad de Rajoy para vencer en unas elecciones, otras en la ausencia de arrojo para hacer lo que tenía que hacer, fuera eso lo que fuese. A Casado se le formulan similares reproches. Y aquella pelea no era por Madrid, sino por el partido.

Foto: El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida (i), conversa con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso y el presidente del PP, Pablo Casado. (EFE/Javier Lizón)

Un precio excesivo

Hasta el momento, quien más está acusando el desgaste es Casado. La sensación que se está transmitiendo es la que más le conviene a Ayuso, la de una persona a la que su propio partido quiere arrinconar. Eso le permite jugar a la contra, que es el terreno en el que siempre se ha desenvuelto y en el que mejor se maneja. Suena extraño para alguien que está gobernando, porque podría presentar su acción en positivo, pero cuando brilla es cuando pasa al ataque, que es el instante en que está cómoda: contra Sánchez, y ahora contra Casado. Esta es una batalla que el líder del PP tiene que librar, más que nada para cortar las alas de la ambición, y para tener tranquilos a otros barones, pero la forma en que la está encarando le está haciendo pagar un precio excesivo.

Afirman que en el PP no hay tensiones ideológicas, pero Ayuso está jugando en otra liga política y más les vale que se den cuenta pronto

Pero lo más llamativo no es el hecho de que existan pugnas dentro de un partido para ganar mayores cuotas de poder, o para cerrar el camino a posibles rivales, lo que pertenece a la vida cotidiana de las formaciones políticas, sino el componente ideológico que yace en el fondo de esta pelea. Los barones niegan que sea así, ya que afirman que, con los matices que se quiera, en el PP todo el mundo tiene la misma visión ideológica, pero no es cierto. Ayuso está jugando en otra liga política y más les vale que se den cuenta pronto.

“Burkas y comunismo”

La respuesta de Ayuso al acto de Yolanda Díaz en Valencia muestra las diferencias que la separan de Casado. Sus palabras fueron: “La modernidad que nos proponen es vivir secuestradas bajo un burka o la libertad del comunismo”. El mismo tipo de argumento que la derecha extrasistémica de Meloni está proponiendo en Italia, y una traslación directa de los discursos políticos que se han implantado en Iberoamérica. La actitud de Ayuso en la vida institucional (“Bueno, de verdad, hasta luego, da igual, paso”) desprende el aroma de líder irredento que estos movimientos utilizan. Quienes la rodean, en el programa económico, son neoliberales, como lo son las fuerzas de derecha latinoamericana, y sus formas de expresión son típicas de aquellos partidos. Las semejanzas entre Ayuso y esa clase de derecha son notables y ya han sido explicadas.

Cuanto más recorrido tenga Vox, más débil será, de cara a los suyos, el liderazgo de Casado

Casado cree que, en la reunión de las diferentes derechas (la de perfil institucional, la cultural o religiosa y la liberal económica) a partir de concesiones a cada una de ellas, se encuentra el camino de la victoria en las próximas generales. Veremos qué ocurre en el PP y cómo evoluciona la vida política española hasta que esos comicios se celebren. Queda un mundo, sean meses o un par de años, hasta que eso ocurra, y veremos quién tiene la razón del éxito. Pero la indefinición sobre el futuro no esconde el hecho de que en el PP hay una lucha por el poder en que la ideología tiene una presencia muy evidente.

Foto: El líder del Partido Popular, Pablo Casado. (EFE/Jesús Monroy) Opinión
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Y aquí reside también un problema adicional para Casado: el lugar de Meloni y de la derecha latinoamericana en la política española le corresponde a Vox, no a Ayuso. Eso explica que desde la formación de Abascal crean que el éxito de la presidenta de Madrid les “riega el campo”: Vox recoge en España lo que Ayuso siembra en Madrid. Pero también puede entenderse al revés: cuanto más recorrido tenga Vox, más débil será, de cara a los suyos, el liderazgo de Casado. Esa coincidencia de intereses entre la formación de Abascal y Díaz Ayuso puede conformar una pinza complicada de resistir. Quizá por ello Casado insiste en jugar la baza de la dureza ‘hooligan’, como bien explica hoy José Antonio Zarzalejos, para tapar brechas. Pero, hasta ahora, esa apuesta no le está funcionando ni dentro ni fuera, porque Ayuso juega a otra cosa.

La reacción de Casado al acto de Valencia en el que se reunieron varias políticas alrededor de Yolanda Díaz fue muy desafortunada: lo tildó de “aquelarre radical”. No explicó las connotaciones de esa expresión, a qué se refería en concreto, lo que deja la puerta abierta a diversas interpretaciones, entre ellas a la más obvia. Pero no fue acertado, además, porque el aquelarre lo tiene montado en casa, con Ayuso recibida con fervor en Toledo al grito de “presidenta” y con Cayetana Álvarez de Toledo repartiendo a toda página.

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