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La solución de los empresarios británicos a huelgas como la de Cádiz
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Esteban Hernández

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La solución de los empresarios británicos a huelgas como la de Cádiz

La huelga de los trabajadores del metal contiene lecciones políticas y económicas relevantes. Indica un cambio en el humor social y subraya fallas en el sistema para las que la industria británica propone una vía de salida

Foto: Un contenedor arde en Puerto Real, Cádiz. (Reuters/Jon Nazca)
Un contenedor arde en Puerto Real, Cádiz. (Reuters/Jon Nazca)

La huelga de los trabajadores del metal que está teniendo lugar en Cádiz es un reflejo notable de los problemas españoles. Y no se puede abordar como un conflicto local o sectorial, ya que contiene mensajes políticos y económicos relevantes.

Hace pocos días, Lucas, del dúo Andy y Lucas, difundió un vídeo en el que hacía público el apoyo de ambos a los trabajadores de Cádiz. Partía de un argumento personal, su hermano trabaja en el metal y tuvo que irse de allí para conseguir un empleo. A partir de ahí, establecía una secuencia argumental muy interesante. Podría resumirse así: soy de Cádiz y quiero que aquí haya trabajo y que la gente tenga salarios dignos, y eso no me hace ni progre ni facha, es solo que se han llevado todo de aquí; Cádiz, como Andalucía, o como la misma España, somos los tontos de Europa.

Dignidad y futuro

Más allá de sus palabras concretas, Lucas fijaba una suerte de sentido común ampliamente compartido, en especial en las ciudades pequeñas e intermedias españolas, que perciben cómo los trabajos se han marchado, los salarios de los empleos que quedan no son particularmente buenos y tampoco se intuye que esa decadencia se vaya a frenar. No es extraño que muchos ciudadanos se pongan del lado de quienes reclaman un cambio y que apoyen la huelga, por su ciudad y por su región.

La huelga subraya un sentimiento arraigado en la población española y en parte de la europea del que han surgido los últimos cambios políticos

Si se escuchan con propiedad los razonamientos de los huelguistas, acaban destacando dos conceptos: dignidad y futuro. La idea que transmiten es que no se trata únicamente de salarios y de condiciones de empleo, sino de algo todavía más relevante, como el reconocimiento, la justicia y la posibilidad de que las generaciones venideras tengan un porvenir mejor. En todas las reivindicaciones de este tipo aparece en algún momento la retórica, pero este no es el caso. Subraya un sentimiento arraigado en la población española y en buena parte de la europea; de ahí han surgido los cambios políticos en los últimos años, hayan tomado una deriva u otra.

Foto: Manifestantes durante el corte de vías en Cádiz. (EFE)

Las cosas del comer

En esa línea de puntos invisible que ata lo que señala Lucas y lo que reclaman los huelguistas, se ha conformado un humor social de consecuencias políticas reseñables. Es significativo, en este sentido, que los partidos que emergen en el horizonte estén centrados en las cosas del comer, ya sea el partido laborista de Yolanda Díaz o la España Vaciada, unos desde el anclaje en el trabajo, otros en el territorio. Es verdad que ninguno de ellos ha formulado todavía un proyecto político para la totalidad de España, pero sus movimientos indican hacia dónde se están desplazando los intereses de los electores. En el caso concreto de la España Vaciada se nota especialmente, ya que pueden afirmar que la política les da igual, que simplemente son gente que quiere lo mejor para su zona.

Preservar la industria y exigir que la gente que vive fuera de Madrid, Barcelona y País Vasco tenga opciones de trabajar es defender España

Ese contexto es el que permite que la huelga ya no sea vista únicamente como fruto de la oposición entre capital y trabajo, sino como el deseo de buena parte de la población de que no se lleven los trabajos de su tierra, de que los que quedan tengan unas condiciones razonables, y de que los salarios cuenten con el poder adquisitivo suficiente.

Derecha e izquierda frente a la huelga

Quizá no sea un marco novedoso, pero es el que hay, y cambia muchas cosas. Entre otras, el de la habitual percepción desde la derecha, esa en la que los huelguistas quieren conservar privilegios y por eso crean disturbios en las calles; tampoco se puede interpretar desde la variable nacionalista, porque esos territorios son españoles y no hay reivindicaciones de especialidad alguna. Al contrario, preservar la industria y exigir que la gente que vive fuera de Madrid, Barcelona y País Vasco tenga opciones de seguir trabajando, y además en condiciones materiales razonables, es defender España; a un país del que, decía Andy, se han llevado todo.

A la izquierda no le ayuda mucho estar en el Gobierno y sacar las tanquetas a la calle contra los huelguistas

La izquierda puede caer en el error de pensar que una huelga como esta es un simple enfrentamiento de clase, y más cuando está el metal por medio, pero se trata de algo más. Y, desde luego, tampoco favorece mucho estar en el Gobierno y sacar las tanquetas contra los huelguistas (y, por así decir, contra Andy y Lucas), porque no parece un buen camino para ganar apoyo popular. La derecha tampoco extraerá muchas enseñanzas de estas movilizaciones, en parte porque le interesan mucho más otras, en parte porque sigue viviendo en marcos discursivos del pasado.

La “oportunidad de redención”

Una pista sobre cómo y cuánto están cambiando las cosas la encontramos en el Reino Unido, un país que sabe bastante bien dónde llevan esta clase de cambios en el humor social y que conoce los efectos políticos de la brecha entre las ciudades globales y los territorios interiores.

Foto: Séptima jornada de la huelga del metal en Cádiz. (EFE/Román Ríos)

Hemos tenido noticia en España de la reunión anual de la CBI (Confederation of British Industry), por una extraña y ridícula intervención de Boris Johnson hablando de Peppa Pig. Pero más allá de lo anecdótico y del jijijaja acerca del primer ministro británico, en esa conferencia se hicieron afirmaciones muy relevantes. La CBI no es conocida por su afinidad por el laborismo, y siempre ha sido un puntal firme del capitalismo. Sin embargo, su director general, Tony Danker, afirmó antes de su intervención en la conferencia que “hemos tenido cinco décadas en las que el libre mercado ha fracasado de manera muy palpable”, para subrayar después el sufrimiento del Reino Unido con la desindustrialización.

"Podemos regenerarnos con nuevas industrias que deberían instalarse en todo el país”

La tendencia global hacia la deslocalización condujo en su país, como en España, a la desestructuración económica y social de diversas regiones, y hay que revertir ahora esa situación: “Tenemos una oportunidad de redención, de regenerarnos con industrias nacientes, como la biotecnología, la espacial y la seguridad cibernética, que están surgiendo en todo el país”.

La industria contra el capitalismo

Esta visión por parte de los industriales británicos entronca con un cambio de lógica apreciable y que lleva tiempo larvándose. Hace cuatro años, Carolyn Fairbairn, la entonces directora general de la CBI, sintetizó los males de las empresas contemporáneas en cuatro puntos, “el colapso financiero, la primacía del valor para los accionistas a expensas de cualquier otro propósito de las empresas, la evasión de impuestos y los elevados salarios para los directivos”. Todo ello abocaba a un cortoplacismo que perjudicaba enormemente a las empresas, y en especial a las industriales.

Hay un camino de salida, según Danker: que el impulso estatal ejerza de motor industrial y ayude a que las empresas se desarrollen

Esta contradicción entre la financiarización y las empresas productivas está generando mucha tensión política y económica. Y no es solo el Reino Unido: en Italia, la industria está presionando para que haya otras políticas, al igual que el sector empuja en otra dirección en Francia. Y Alemania es un lugar especial, ya que los intereses de una industria tan potente como la suya chocan a menudo con otras necesidades germanas, sin ir más lejos en asuntos tan relevantes como el Nordstream 2.

Esa fase de oposición tiene un camino de salida, según Danker: la posibilidad de que el impulso estatal a la industrialización en nuevas áreas sea mucho mayor; que ejerza de motor y ayude a que las empresas se desarrollen. De esta manera, además, se lograría impulsar a territorios casi abandonados. Imagino que en lugares como Cádiz estarían plenamente de acuerdo con estas iniciativas.

Lo llamativo aquí es que se trata de una propuesta desde la derecha, que está pensando en otros planes para su país, y muestra un cambio de mentalidad que no se ha dado en España, donde continúa anclada en el marco de la austeridad y los impuestos bajos. Pero los tiempos están cambiando lo suficiente como para pensar nuevas fórmulas, y otros países ya las están impulsando. Y en cuanto a la izquierda, tampoco hay mucha claridad en este sentido. Del partido laborista de Yolanda Díaz, la teórica respuesta a estos problemas, ya hablaremos mañana.

La huelga de los trabajadores del metal que está teniendo lugar en Cádiz es un reflejo notable de los problemas españoles. Y no se puede abordar como un conflicto local o sectorial, ya que contiene mensajes políticos y económicos relevantes.

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