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Feijóo y Ayuso, ¿la fórmula para llegar a la Moncloa?
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Esteban Hernández

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Feijóo y Ayuso, ¿la fórmula para llegar a la Moncloa?

El PP puede salir reforzado de la crisis interna si se resuelve pronto y sin más puñaladas. En ese caso, y si Feijóo es el candidato, el camino de llegada al poder parece tener dos claves, Ayuso y Vox

Foto: Alberto Núñez Feijóo.(EFE/Brais Lorenzo)
Alberto Núñez Feijóo.(EFE/Brais Lorenzo)
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Es bueno mantener la calma en tiempos de agitación. Nos dejamos llevar a menudo por la velocidad de los acontecimientos, y a menudo el ruido tapa las señales, los picos de excitación ocultan las tendencias. La crisis del PP, que está por resolver del todo, pero cuyo final ya nos ha sido anunciado, ha sido vivida desde la conmoción permanente, y a veces interesada. Cuando esta se disipe, será más fácil leer las consecuencias del proceso. En todo caso, desde el mismo instante en que Ayuso señaló al partido por espionaje y Feijóo salió a respaldar a la presidenta de la comunidad, el desenlace resultaba bastante previsible. Casado finalizó entonces su mandato, aunque él no fuera consciente y se obcecase en defenderse de las acusaciones de espionaje y en arrojar dudas sobre Ayuso. Se centró en lo accesorio y se olvidó de lo importante: de lo que se trataba no era de una pelea entre el líder nacional y la baronesa regional con el nepotismo de fondo, sino de una lucha por el poder en el partido en la que él tenía las de perder, y cuya protagonista principal no era Ayuso.

Durante la batalla, cundieron las alarmas porque el enemigo estaba a las puertas: Vox se hallaba cerca de superar al PP, el partido se había resquebrajado y la inminencia del desastre se palpaba. Sin embargo, nada de esto era del todo real. La crisis era grave, tenía todos los rasgos de lo momentáneo. A ella se había llegado a partir de unas elecciones relativamente fallidas, que ejercieron de detonante de la expulsión de Casado, que había reflejado el momento electoral con bastante precisión. El PP fue el primer partido, como lo era en intención de voto a nivel nacional, con el PSOE muy cerca, y con una ventaja grande desde la perspectiva de los bloques: la suma PP + Vox era bastante mayor que la de un PSOE estancado y un Podemos en retirada. Castilla y León, un territorio favorable a los populares, subrayó esa tendencia.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/J. J. Guillén) Opinión

El PP, ¿reforzado con su crisis?

El tiempo que transcurra hasta las elecciones puede ser eterno (ya hemos visto lo que da de sí una semana en la política), pero a estas alturas y por más distorsiones temporales que se produzcan, los populares están en una posición idónea para ser el primer partido de la derecha, asentar su electorado y sumar con Vox. Hoy es difícil adivinar otra fórmula para llegar al Gobierno porque, en un tiempo de bloques, lo importante es que el tuyo tenga mayor espacio que el del rival. Los socialistas no acaban de ver reflejados en las encuestas los efectos de la recuperación, y Yolanda Díaz tiene que poner en marcha un proyecto cuyo recorrido está por concretarse.

Si Feijóo es el líder, el PP tendrá un buen candidato, con las filas prietas en el partido y con una aceptación generalizada. Es idóneo para él

Conviene no olvidar ese punto de partida para entender que el PP tiene muchas papeletas para salir reforzado de esta crisis. Si el nuevo liderazgo se fija pronto y sin navajazos políticos, habrán puesto las bases para salir bien de la crisis. Y si Feijóo, como así parece ser, encabeza la opción electoral, los populares tendrán un candidato mejor que Casado, con las filas prietas en el partido y con los medios de comunicación de su parte. Si al gallego le hubieran dibujado este escenario, hacerse cargo del partido cerca de las elecciones, después de ratificar su dominio total en Galicia y con el consenso del aparato, lo habría suscrito.

La nueva relación con Vox

La pregunta para el nuevo líder del PP, más allá del programa político que adoptará de cara a conquistar Moncloa, es qué estrategia seguirá y cuál será su relación con Vox. Desde buena parte de la derecha, y desde luego desde la izquierda, se insiste en la necesidad de cortar lazos con Vox, de situarlo en el rincón y de reforzar la institucionalidad sistémica mediante la exclusión del partido de Abascal.

Las posturas favorables a una alianza en la derecha entre el PP y Vox van en aumento, empezando por muchos votantes del PP

En este sentido, las advertencias contra Vox son simétricas a las que se difundieron en la época en que Podemos era una amenaza electoral para el PSOE. Los socialistas perjuraban que nunca gobernarían con Iglesias, el PNV no podía apoyar un Gobierno en el que estuviera Podemos, y así sucesivamente. Esa alianza fue negada con insistencia, pero solo hasta el momento en que los números demostraron que era inevitable. Y con Vox ocurrirá lo mismo: si la suma posible solo es con Vox, la alianza se consagrará. Más allá de que ahora veamos tensiones en los territorios, como Castilla y León y después Andalucía, el horizonte son las generales. En ese escenario, si no se peca de ingenuidad, serán los números los que dicten sentencia. Ahora mismo, la suma de PP y Vox es la mejor opción para los populares, siempre que ellos sean el primer partido y que exista distancia entre ambos, y es poco previsible que ese camino se vaya torciendo. Máxime cuando aumentan las posturas favorables a esa alianza de la derecha, empezando por muchos votantes del PP.

Feijóo más Ayuso

También se advierte del peligro de que Feijóo adopte un perfil moderado, más dirigido a recuperar votantes que a combatir a Vox. En ese caso, se podría dejar mucho espacio libre a los de Abascal, justo en un instante populista que favorece a ese tipo de partidos. Es un riesgo, pero también deben tomarse en consideración un par de aspectos relevantes. Si el PP, fruto de un probable relanzamiento, se consolida de una manera clara como el partido dominante en la derecha y las encuestas le ofrecen posibilidades reales de gobernar, se produciría un trasvase de votos a los populares, ya que atraería a aquellos que desean que Sánchez salga del Gobierno: el conocido efecto 'bandwagon'.

Foto: El presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Xoán Rey)

En segundo lugar, Feijóo sacaría mucho partido al hecho de tener de su lado a Ayuso: que la estrella emergente apoye al candidato en lugar de combatirle, como ha ocurrido hasta ahora, resultaría muy útil. Si la batalla interna no deja heridas judiciales a la presidenta, ambos podrían jugar a ser González y Guerra, con un Feijóo más moderado y una Ayuso más combativa, lo que permitiría al PP atraer votantes de un lado y de otro.

En el fragor de las urgencias, solemos olvidar los fundamentos de la política, que suelen estar anclados en el realismo. Y más en tiempos como estos, dados a permanecer acurrucados en el seno del pragmatismo, con los políticos pensando en qué se puede hacer con lo que hay mucho más que con qué se querría hacer. Casado no quería oír hablar ni de Ayuso ni de Vox. Y todo parece indicar que el nuevo líder tendrá que contar con Ayuso y tendrá que contar con Vox.

Es bueno mantener la calma en tiempos de agitación. Nos dejamos llevar a menudo por la velocidad de los acontecimientos, y a menudo el ruido tapa las señales, los picos de excitación ocultan las tendencias. La crisis del PP, que está por resolver del todo, pero cuyo final ya nos ha sido anunciado, ha sido vivida desde la conmoción permanente, y a veces interesada. Cuando esta se disipe, será más fácil leer las consecuencias del proceso. En todo caso, desde el mismo instante en que Ayuso señaló al partido por espionaje y Feijóo salió a respaldar a la presidenta de la comunidad, el desenlace resultaba bastante previsible. Casado finalizó entonces su mandato, aunque él no fuera consciente y se obcecase en defenderse de las acusaciones de espionaje y en arrojar dudas sobre Ayuso. Se centró en lo accesorio y se olvidó de lo importante: de lo que se trataba no era de una pelea entre el líder nacional y la baronesa regional con el nepotismo de fondo, sino de una lucha por el poder en el partido en la que él tenía las de perder, y cuya protagonista principal no era Ayuso.

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