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El proyecto de país de la izquierda en la era de la nueva guerra fría
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Esteban Hernández

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El proyecto de país de la izquierda en la era de la nueva guerra fría

Los tiempos son complicados para la izquierda, ya que la invasión de Ucrania ha provocado una reacción que va en sentido contrario a muchas de sus propuestas. En ese escenario, el PSOE cuenta con muchas más bazas que UP

Foto: Yolanda Díaz y Gabriel Boric. (EFE/Mariña Sánchez, prensa Yolanda Díaz)
Yolanda Díaz y Gabriel Boric. (EFE/Mariña Sánchez, prensa Yolanda Díaz)
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Los tiempos aparecen complicados para la izquierda, porque el giro que está suponiendo la invasión de Ucrania va en sentido contrario a muchas de sus propuestas. La idea de que hay que gastar mucho más en defensa, aunque se cargue sobre los hombros de economías dañadas como la nuestra, está ya muy presente. El consenso sobre la reconversión energética a partir de las renovables empieza a quebrarse, ya que, de momento, estamos regresando a la urgencia del petróleo y el gas, y las nucleares vuelven con fuerza. Las posiciones pro-OTAN están plenamente instaladas en la política europea a raíz de la guerra. El momento económico va a requerir sacrificios, que tocarán especialmente a las clases medias y medias bajas, que van a sufrir la inflación en una doble dirección, desde el descenso en el nivel de vida y la pérdida de ahorro. Incluso se barajan bajadas de impuestos. Si colocamos uno detrás de otro estos factores, convendremos que el momento bélico no arroja un escenario favorable para la izquierda, y menos aún para la que está a la izquierda del PSOE.

Este giro se deja sentir en las primeras encuestas tras el estallido de la guerra. Unidas Podemos baja 437.000 votantes y cinco escaños. La fidelidad de sus votantes ha pasado del 66% al 55%. En la actualidad, el 20% de sus antiguos votantes migraría al PSOE, el 5% a 'otros' (nuevas formaciones provinciales) y el 13% está en la abstención o en la indecisión. Es el resultado más bajo de UP, en votos y en escaños, desde hace mucho tiempo. Y ni siquiera la promesa de renacimiento de la mano de Yolanda Díaz parece resultar efectiva por ahora.

La pelea interna

Además, su situación interna no es la más propicia, con Podemos enfrentado a Díaz, incluso instrumentalizando el envío o no de armas a Ucrania para confrontar el espacio. El aprecio público del partido de Iglesias está cada vez más deteriorado, y Díaz está esperando el momento para iniciar su nueva propuesta, pero su demora en lanzarla puede llevar a que le quede muy poco que recoger cuando arranque. Y más aún cuando su mayor baza, la tarea realizada en el Ministerio de Trabajo, puede convertirse en un problema a partir de ahora, si la guerra nos conduce a un escenario de inflación y problemas laborales acentuados.

Generan la impresión de que estamos ante una generación política, la salida del 15-M, a la que ha pillado la historia a contrapié

Pero no se trata únicamente de las dificultades de Díaz. Iglesias está perdido en su cruzada contra los medios de comunicación, a los que percibe como punta de lanza del ‘deep state’, mientras Garzón vive en un lugar extraño para estas circunstancias (ayer publicaba un tuit en el que afirmaba que era “importante constituir hábitos de consumo que cuiden del medio ambiente, que apoyen una producción y distribución dentro de los límites del planeta y que no dejen a nadie atrás”), Teresa Rodríguez ha reconvertido el anticapitalismo en nacionalismo andaluz y Errejón anda con odas a Boric y Gustavo Petro, con la salud mental y con ataques a la derecha que puso un impuesto al sol, además de pedir una tarifa social para los hogares más vulnerables. Belarra, al menos, apostaba por un escudo social y verde, repitiendo la fórmula que han utilizado en la crisis del coronavirus.

El agotamiento intelectual

Generan la sensación de que se trata de una generación, la salida del 15-M, a la que ha pillado la historia a contrapié. La época del pensamiento duro les viene especialmente mal, porque pone de relieve hasta qué punto su agotamiento político es consecuencia de su agotamiento intelectual. En un momento geopolítico en que hacen falta diagnósticos, teorías y propuestas sólidas, carecen de ellas, y se limitan a repetir aquellas que ya utilizaban en el pasado; en otra época. Hasta ahora, esa izquierda ha apostado por la suma de reivindicaciones de diferentes ámbitos, en general reclamaciones en términos de igualdad e inclusión que carecían de un punto de reunión que les otorgase unidad y cohesión. En este momento concreto, todas esas reivindicaciones pueden ser fácilmente asumidas por el PSOE. Y la baza del antifascismo, que ha sido una de sus constantes, la pueden jugar mejor que nadie los socialistas, pero también el PP europeo.

Además, el PSOE puede dejar de necesitarlos como complemento a la izquierda, y más si este momento de cambio lleva a Sánchez a apostar por la unidad sistémica. Si hubiera que aprobar presupuestos este año, y debería ocurrir así dadas las circunstancias, el apoyo debería venir de un consenso con el PP mucho más que desde la confluencia de las izquierdas.

Su levedad y su particular interés por los juegos de poder les han hecho olvidarse de los juegos de poder reales, los sistémicos

Pero más allá de las circunstancias actuales, la izquierda de UP genera la sensación de haber contado ya todo lo que tenía que contar, que no tiene nada especial que aportar ni proponer para los tiempos que vienen. Es llamativo que una generación que se consagró políticamente a partir de unas aportaciones teóricas que aspiraban a cambiar la izquierda primero y a transformar la sociedad después, carezca de un pensamiento articulado en estos momentos. Su levedad y su particular interés por los juegos de poder les han hecho olvidarse de los juegos de poder reales, los sistémicos, que son los que ahora están encima de la mesa. Carecen del sentido estratégico necesario que les permita entender en toda su extensión los problemas a los que se enfrentan, tanto su espacio político como las sociedades europeas.

La guerra fría verde

Un ejemplo reside en una de las propuestas que defienden y que mejor acogida puede tener en España en este nuevo escenario, como es la energía verde. En ella, los escollos geopolíticos serán importantes, ya que la guerra energética forma parte de la nueva guerra fría. Como afirma Daniel Yergin en ‘The new map’, EEUU se ha convertido en una gran potencia energética gracias al 'fracking', tanto en petróleo como en gas, mientras que Pekín domina las renovables: “China produce ahora casi el 70% de los paneles solares del mundo y, si se suman las empresas chinas que fabrican en otros países, la participación total llega a casi el 80%. China fabrica el 70% de las células solares fotovoltaicas, que son el corazón de los paneles… De la lista de 23 minerales esenciales para las energías renovables que la Irena (International Renewable Energy Agency) ha compilado, China es el mayor productor mundial de 14 de ellos y domina especialmente las cadenas de valor de la mayoría de tierras raras”. En ese escenario, no es raro que el amago que hizo Biden por las renovables esté frenándose. La invasión de Ucrania nos conduce al desacoplamiento del gas ruso y a su sustitución por el estadounidense, además de regresar a las nucleares y de poner entre paréntesis el desarrollo de las renovables, ya que una apuesta decidida por ellas beneficiaría a China. Ese escenario es un problema para Europa, pero también puede ser una oportunidad relevante en el ámbito industrial, pero para aprovecharla se necesitan inteligencia política y visión estratégica. Ninguna de estas cuestiones parece presente en las reflexiones de la izquierda, que sigue hablando de la OTAN y de la paz.

La que parece su última esperanza para revitalizar el espacio, Yolanda Díaz, siente cómo se le están cerrando las puertas. La mezcla de feminismo más trabajo, que era la propuesta que había dejado entrever, parece ser insuficiente en un momento como el actual, que necesita de una visión más elevada para tener presencia social y recorrido electoral. Díaz prometió un proyecto de país y haría muy bien en tejerlo, y lo más sólido y amplio posible. Pero para eso necesita desprenderse de unos cuantos socios y añadir mucha más reflexión de peso sobre el momento en que ya estamos.

Los tiempos aparecen complicados para la izquierda, porque el giro que está suponiendo la invasión de Ucrania va en sentido contrario a muchas de sus propuestas. La idea de que hay que gastar mucho más en defensa, aunque se cargue sobre los hombros de economías dañadas como la nuestra, está ya muy presente. El consenso sobre la reconversión energética a partir de las renovables empieza a quebrarse, ya que, de momento, estamos regresando a la urgencia del petróleo y el gas, y las nucleares vuelven con fuerza. Las posiciones pro-OTAN están plenamente instaladas en la política europea a raíz de la guerra. El momento económico va a requerir sacrificios, que tocarán especialmente a las clases medias y medias bajas, que van a sufrir la inflación en una doble dirección, desde el descenso en el nivel de vida y la pérdida de ahorro. Incluso se barajan bajadas de impuestos. Si colocamos uno detrás de otro estos factores, convendremos que el momento bélico no arroja un escenario favorable para la izquierda, y menos aún para la que está a la izquierda del PSOE.

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