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Macron ha jugado con la táctica de Simeone
Ha sido un debate de nivel, en el que han aparecido temas importantes, y que ha sido dominado por el todavía presidente en la medida en que ha impedido que su rival pudiera desplegar sus bazas
Macron es el presidente, Marine Le Pen la aspirante, y lo usual es que quien pretende llegar al poder critique en el debate electoral la gestión realizada por el gobernante. No fue así, más bien al contrario. Macron estuvo al ataque desde el inicio, intentando rebatir las propuestas de su rival, señalando a menudo que mentía, subrayando incluso su cinismo, afirmando que no sabía bien de lo que hablaba, que sus propuestas no eran realizables. Su táctica fue la de morder continuamente, interrumpiendo a Le Pen muy a menudo, actuando a la contra, como si fuera ella la que había gobernado. Jugar así sus bazas fue relevante, en la medida en que le permitía situarse en el marco deseado: el de desacreditar a su rival como opción real de gobierno. Dado que el ambiente de fondo ratificaba esa posición, era lógico que Macron aprovechase la corriente.
Le Pen compareció en el debate como presidenciable, y cargó su primera intervención de grandes conceptos y de palabras profundas, mientras que Macron respondió de la misma manera que podría haberlo hecho Pedro Sánchez, señalando las dificultades que ha sufrido en sus años de gobierno, con la pandemia y la invasión de Ucrania de por medio, y apelando a la potencia de la ecología como apuesta de futuro.
El terreno en el que se jugó el debate
Le Pen arrancó en positivo y en el primer bloque, el del poder adquisitivo, que teóricamente le era favorable, trató de mostrarse como candidata sólida, proponiendo medidas concretas, subrayando la necesidad de un cambio y haciendo énfasis en la defensa del trabajo. A partir de ahí, Macron le cambió el paso: saltó al cuello de su rival en cuanto tuvo ocasión, intentando descalificar sus propuestas, mostrándolas como irrelevantes o poco sólidas, peligrosas y falsas. En ese terreno se jugó todo el debate.
Le Pen mostraba su sonrisa y Macron fruncía el ceño. El presidente se mostraba arrogante en ocasiones, la aspirante poco firme
Le Pen hablaba con tranquilidad, Macron aprovechaba su tiempo metiendo más palabras por segundo. Le Pen mostraba su sonrisa con frecuencia, la misma con la que Macron fruncía el ceño. El presidente se mostraba arrogante en ocasiones, la aspirante poco firme. Pero el tono de fondo, el que subyacía bajo los gestos y las palabras, era el mismo, el de un presidente que trataba de señalar con insistencia que Le Pen no es una opción válida.
Es muy probable que le valga con ese marco, porque llevaba ventaja suficiente en las encuestas, y, por lo tanto, le bastaba con defender su espacio, no necesitaba ganar más. Le Pen sí, ya que tenía que disolver muchas resistencias, llevar a mucha gente a su terreno, y Macron se ha posicionado de una manera evidente para impedir que eso ocurriera. Al proponer una conversación tensa, pensada para rebatir al adversario, es probable que el presidente no haya convencido a votantes nuevos, pero tampoco le era preciso. Desde ese punto de vista, el debate ha beneficiado a Macron.
El mapa de fondo
Sin embargo, hay varias precisiones que convendría subrayar, en la medida en que permiten ver el cuadro entero, más allá de la percepción ideológica con que inevitablemente se abordará el debate:
1. Muchos macronistas habrán terminado de ver el combate convencidos de que el presidente ha barrido a la aspirante. Pero sería más justo señalar que cada cual ha gustado a los suyos. Le Pen ha sido muy precisa a la hora de dirigirse a su electorado, y ha sido más atrevida en las propuestas que el presidente. Ha mencionado no solo los temas clave, o las ideas centrales de su programa, sino que ha señalado el alejamiento de Macron del pueblo francés: por ejemplo, cuando le ha respondido en el bloque sobre la educación que todo lo hace pensando en las grandes ciudades, o cuando, en el bloque de la inseguridad, ha insistido en que muchos franceses de todas las regiones, cuando les ha visitado, le subrayaron la importancia de sentirse seguros, o cuando le ha espetado que “hay millones de personas que nos escuchan y saben que no es verdad lo que dice”. En otras palabras, ha deslizado con frecuencia que es la candidata de los franceses comunes, no como el altivo Macron.
Macron ha representado el lado conservador, en el sentido de mantener el 'statu quo', mientras que Le Pen abogaba por el deseo de un cambio
2. El debate ha señalado cómo izquierda/derecha ya no es el eje divisorio. Desde luego, no ha aparecido en la conversación en ningún momento. De hecho, ha sido la candidata de la derecha la que ha hablado en términos sociales de un modo más contundente: 'uberización' de la economía, aumento de los salarios, reindustrialización, apoyo a las empresas y al consumo local han sido términos evocados por Le Pen. Podría hablarse de un eje entre globalismo y nacionalismo, pero tampoco ha sido exactamente eso. Lo que ha aparecido es el lado conservador, en el sentido de mantener el 'statu quo' representado por Macron, y el deseo del cambio, por el que ha abogado Le Pen. Ese marco da cabida a medidas mezcladas, de izquierda y de derecha, globales y nacionales, y quizá sea la candidata de Rassemblement National la que los ha barajado con más intensidad.
3. Sobre el debate pendía una doble sombra, la de los abstencionistas de primera vuelta y la de los votantes de izquierda. Si los primeros es probable que tampoco acudan a las urnas este domingo, los segundos tendrán importancia. Y el discurso de Le Pen les tiene que haber sonado mucho más favorable en lo social y en lo económico que el de Macron, ya que se trata de un electorado que también aspiraba a un cambio. Y, además, de un tipo de votante que puede simpatizar con una postura menos hostil con Rusia, que fue una de las claves del ascenso de Mélenchon. Sin embargo, en la medida en que haya funcionado la táctica de Macron, la de señalar las deficiencias de la aspirante, esa vía quedará cerrada. Le Pen tenía que recuperar demasiado terreno, y habría necesitado una victoria clara para que el debate le diera el empujón definitivo. No parece haberla conseguido.
Macron es el presidente, Marine Le Pen la aspirante, y lo usual es que quien pretende llegar al poder critique en el debate electoral la gestión realizada por el gobernante. No fue así, más bien al contrario. Macron estuvo al ataque desde el inicio, intentando rebatir las propuestas de su rival, señalando a menudo que mentía, subrayando incluso su cinismo, afirmando que no sabía bien de lo que hablaba, que sus propuestas no eran realizables. Su táctica fue la de morder continuamente, interrumpiendo a Le Pen muy a menudo, actuando a la contra, como si fuera ella la que había gobernado. Jugar así sus bazas fue relevante, en la medida en que le permitía situarse en el marco deseado: el de desacreditar a su rival como opción real de gobierno. Dado que el ambiente de fondo ratificaba esa posición, era lógico que Macron aprovechase la corriente.