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Puede pasar cualquier cosa: la hoja de ruta de Pedro Sánchez en el comité federal
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Esteban Hernández

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Puede pasar cualquier cosa: la hoja de ruta de Pedro Sánchez en el comité federal

Las salidas de Adriana Lastra y Dolores Delgado son el anticipo de cambios en el partido. Pero más allá de los nombres, parece claro que el PSOE tiene un camino marcado, el que fijó en Valencia en octubre de 2021

Foto: Pedro Sánchez, en Extremadura. (EFE/Jero Morales)
Pedro Sánchez, en Extremadura. (EFE/Jero Morales)
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Reina la prudencia, si no el temor, respecto del comité federal que ha convocado el PSOE para el sábado. Es el momento de cambios, como anticipan la salida de Adriana Lastra y la de Dolores Delgado. Desde luego, en el partido, pero también se da por descontado que los habrá en el Gobierno, a más tardar en septiembre. Dado que el plan solo parece estar en la cabeza de Sánchez, existe cierta desconfianza en las filas socialistas respecto de las decisiones que se tomen. Cuando los partidos se personalizan, y ocurre en el actual PSOE, como sucedió en el PP de Aznar (tenía el nombre de su sucesor escrito en la libretita azul), se genera un temor general respecto de los cambios, porque no hay pistas que señalen el lugar hacia el que se dirigen: puede tocar a cualquiera.

Sánchez ha dado muestra de que no le tiembla la mano a la hora de dar un golpe en de la mesa. Casi todos los dirigentes que le ayudaron en el regreso a Ferraz y en sus primeros tiempos en Moncloa, han desaparecido de su lado para dar cabida a algunos de los que le quisieron despedir, de modo que la lealtad no es garantía de permanencia. Y lo hizo sin aviso, de manera tan sorprendente como contundente, por lo que en el partido saben de lo que es capaz. Cualquier cosa es esperable, y cuando ocurre así, la intranquilidad domina.

Foto: Pedro Sánchez (c), la ex vicesecretaria general del PSOE Adriana Lastra (d) y la presidenta, Cristina Narbona (i), durante el último comité federal del PSOE. (EFE/Emilio Naranjo)

El sentido de los cambios

En todo caso, y más allá de los nombres, parece mucho menos en el aire el sentido de los cambios. Los pasos que ha dado Pedro Sánchez en los últimos tiempos han ido en la misma dirección. La salida de Ábalos y Redondo, junto con la marcha de Iglesias, significó el desprendimiento del aparato que le llevó al éxito, pero también el giro hacia un tipo de dirigente distinto. Se rodeó de gentes del partido, en general de esa tecnocracia tan afín al nuevo socialismo. Había que acercarse más a los barones, pero también ofrecer un perfil más gestor y menos ideológico.

Los cambios que realizó Sánchez no funcionaron, pero no parece que eso aparte al presidente del camino que había trazado

Ese era el plan que estaba en marcha después del congreso de Valencia del pasado año, y tenía lógica, porque era el momento de “gestionar las ayudas de la UE de modo coherente con los objetivos, con eficacia, transparencia y explicación a la ciudadanía en todo el proceso”. La idea de fondo era que, si la gestión era correcta, las grandes cifras económicas de España serían positivas, y el camino para repetir triunfo electoral quedaría expedito.

El viejo PSOE, de nuevo

El plan no le ha dado buen resultado. Los sustitutos no han generado los réditos esperados, tanto en la relación parlamentaria, con votaciones que salieron por los pelos, ni en cuanto a la eficiencia en su gestión, y tampoco han sido percibidos por la opinión pública como más técnicos que ideológicos. Tampoco el nombramiento de los nuevos ministros ha generado un efecto positivo. Y, desde luego, la guerra de Ucrania terminó con la idea de una recuperación sólida. Las posibilidades de repetir en el Gobierno están más lejos.

El PSOE necesitará un discurso bien armado para explicar ese giro al centro derecha al que obligará Europa sin sufrir mucho daño electoral

Pero eso no parece que vaya a apartar a Sánchez del camino que había trazado. La orientación fijada en el congreso de Valencia de octubre de 2021 no parece que vaya a abandonarse. El regreso al viejo PSOE, que es un hecho, como demuestra el nombramiento de Patxi López, y se reforzará si y dirigentes como Antonio Hernando y cobran poder. Pero, más ahora que el pasado año, Sánchez tendrá que subrayar el perfil técnico: habrá que gestionar una crisis, los problemas energéticos y la inflación. Y todo ello desde el margen, poco, mucho o ninguno, que Bruselas permita. Pocas heterodoxias veremos.

Foto: La presidenta del PSOE, Cristina Narbona, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la vicesecretaria Adriana Lastra. (EFE/Sergio Pérez)

El periodo que llega, en cuanto a las decisiones que deben tomarse (la no vinculación de los salarios a la inflación, la reforma de las pensiones, el aumento de gasto militar, nuevos presupuestos nada expansivos), parece complicado de manejar para una fuerza política progresista. El PSOE va a necesitar un cierre de filas, ministros convincentes y un discurso bien armado para explicar ese giro al centro derecha al que obligarán Europa y los tiempos sin sufrir mucho daño electoral. Es cierto que la línea narrativa la tiene ya hecha: “hemos sido progresistas, hemos tomado un montón de medidas de izquierdas, pero ahora toca ser responsables en un momento de grave crisis, de guerra y de nuevas necesidades”. Otra cuestión es si con eso le va a bastar para cerrar la puerta al auge del PP. En todo caso, la hoja de ruta no la marca el presidente, la marcan los tiempos, y Sánchez se adecúa, que es lo que siempre ha hecho, y no le ha ido mal. En esta ocasión, además, irá de la mano del partido.

Reina la prudencia, si no el temor, respecto del comité federal que ha convocado el PSOE para el sábado. Es el momento de cambios, como anticipan la salida de Adriana Lastra y la de Dolores Delgado. Desde luego, en el partido, pero también se da por descontado que los habrá en el Gobierno, a más tardar en septiembre. Dado que el plan solo parece estar en la cabeza de Sánchez, existe cierta desconfianza en las filas socialistas respecto de las decisiones que se tomen. Cuando los partidos se personalizan, y ocurre en el actual PSOE, como sucedió en el PP de Aznar (tenía el nombre de su sucesor escrito en la libretita azul), se genera un temor general respecto de los cambios, porque no hay pistas que señalen el lugar hacia el que se dirigen: puede tocar a cualquiera.

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