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La fórmula infalible para derrotar a Putin
Hay una ley económica escrita en las estrellas que se está utilizando cada vez que hay que enfrentarse a una crisis. Con la guerra de Ucrania no está siendo diferente, y está empeorando nuestra situación
No sé quién está ganando la guerra de Ucrania, pero sí sé quiénes la estamos perdiendo: las clases medias y las trabajadoras de Occidente, que somos quienes estamos pagando el precio de los problemas, como de costumbre en las últimas décadas. No era difícil de adivinar, porque se ha convertido en una constante: cada vez que ocurre algo, cada vez que hay que dar respuesta a una crisis, se carga sobre nuestros hombros el coste de las medidas de emergencia. Aunque su lógica se me escape, debe haber alguna ley económica escrita en las estrellas que dictamine que la forma de salir de las crisis es que los ciudadanos comunes tengamos menos dinero.
No obstante, sería injusto decir que todo el mundo pierde, porque no es así. Podría suponerse que, en un contexto de crisis energética muy seria, las empresas del sector tendrían resultados negativos y lo estarían pasando mal. Pero qué va, están ganando mucho dinero, no hay más que ver los resultados de Iberdrola. Se supone que la energía puede sufrir desabastecimientos, que Europa puede sufrir un invierno muy duro, que tendremos que disminuir el consumo para no provocar males mayores y que los precios, ya muy elevados, lo pueden ser aún más. En ese escenario, cabría pensar que la crisis habría afectado también a las empresas energéticas. Pero no, nos afecta a los consumidores, individuales e industriales, y a los Estados, pero no a esas compañías, que lucen esplendorosas. No sé si soy el único que percibe aquí una contradicción, pero juraría que algo no funciona bien en nuestro sistema.
Errores de distintas clases
Por seguir con las paradojas, cuando nos explican las causas de nuestros males actuales, los focos apuntan hacia el mismo lugar, Alemania, y hacia una persona, Angela Merkel, la tejedora de la debilidad alemana y, por extensión, europea. Pero lo llamativo es que los mismos que la jalearon como la mejor líder posible para Europa, que la señalaban como modelo que imitar y afirmaban que era un dechado de prudencia, son ahora quienes más elevan la voz en su contra. Quizá Merkel se equivocara, pero juraría que hay quienes no están especialmente legitimados para ejercer la crítica, salvo que empiecen por sí mismos y luego continúen por donde quieran.
Se impusieron las sanciones, y los que vamos perdiendo somos los europeos. No parece una jugada brillante
Me temo que, por volver al presente, la cuestión es algo más compleja que la mala visión de Merkel. Las conexiones, frecuentes y enredadas, tejidas con la globalización, no podían desligarse sin daño para Occidente, en buena medida porque tenemos un sistema económico peculiar. En todo caso, era evidente que, si se imponían sanciones a Rusia, habría contrapartidas. Había un precio que pagar, tendríamos que hacer frente a problemas energéticos, alimentarios y económicos, y todos lo sabíamos.
Se impusieron las sanciones, y los que vamos perdiendo somos los europeos. No parece una jugada brillante. Aquí siempre aparecen cuestiones ligadas con los valores, con la defensa de la democracia frente a los autoritarismos, con la necesidad de no dejar a Ucrania abandonada, con una respuesta a la altura del desafío ruso. No voy a entrar en la guerra, en si había que ser contundente con Rusia o no. Me limitaré a constatar un hecho: si eso es lo que hay que hacer, conviene hacerlo bien. Porque dar una respuesta en la que se recibe más daño del que se causa, no es una respuesta, sino una invitación.
El giro de Biden
Y esta es la clave, que no solo se hicieron las cosas mal en el pasado, también en el presente. Europa está retrocediendo, la amenaza del corte de gas sobrevuela permanentemente, la inflación está disparada y el otoño tiene unas perspectivas muy negras. Todos sabemos lo malo que es Putin, lo mucho que se equivocó Merkel, lo sibilinos que son los chinos y demás, pero lo cierto es que, si queremos enfrentarnos a la realidad, no estamos enfocando bien esta crisis: las recetas que se están implantando no son buenas. Es más, están empeorando la situación.
A EEUU le va mejor que a Europa, pero no demasiado. Acaba de entrar en recesión técnica: ha encadenado dos trimestres con su PIB en negativo. Es llamativo, porque cuando Biden llegó al poder prometió prosperidad, empleo, inversión en infraestructuras, desarrollo económico y una apuesta decidida para luchar contra el cambio climático. Ahora está promoviendo el gas y el petróleo, de sus planes de desarrollo nada se sabe y está rodeado en política exterior de los 'neocon' que estaban con George Bush Jr., los que afirmaron que había que invadir Afganistán y nos hablaron de armas de destrucción masiva en Irak.
Si a la gente común le va bien, Rusia no caerá; pero si hay desempleo y pérdida de nivel de vida, la claudicación de Putin será inevitable
Y en política económica, está rodeado de personas y de ideas que instigaron la entrada de China en la OMC, que ofrecieron las recetas erróneas para salir de la crisis de 2008 y que ahora quieren establecer las pautas de salida de esta. Por caminos extraños. EEUU quiere reducir la inflación, y la Fed ha vuelto a subir los tipos de interés. Esa medida ralentiza el crecimiento, pero también puede empujar hacia una recesión. Habría que tener cuidado de no pasar de la primera consecuencia a la segunda por razones obvias, pero se está yendo hacia la segunda dirección. EEUU está ya en recesión justo cuando se acaban de dictar subidas sustanciales de tipos.
Cómo derrotar a Putin
La idea de fondo es que el mercado laboral estadounidense está funcionando demasiado bien, y que esa efervescencia es un problema serio para controlar la inflación. Sin embargo, si muchas personas pierden su empleo, habrá menos ingresos y se gastará menos, con lo que la demanda caerá más rápido que la oferta. Puede que haya problemas, pero vamos a ver si conseguimos hacerlos peores.
Esa visión, que encaja con los preceptos de la ley escrita en las estrellas, es también sostenida, por otras vías, por las autoridades económicas y monetarias europeas. Hay que reducir la cantidad de dinero que tienen los ciudadanos y los Estados, y eso conseguirá que la inflación vuelva a la normalidad.
De modo que, como de costumbre, volvemos a lo de siempre: que haya menos empleo, que los salarios de los trabajadores y los beneficios de las pymes se reduzcan y que los ciudadanos desciendan en su nivel de vida, mientras los recursos se concentran en pocas manos, es el camino de salida. Eso nos hará fuertes y conseguirá que derrotemos a Putin. Si a la gente común le va bien, Rusia no caerá; sin embargo, si hay desempleo y pérdida del nivel adquisitivo, la claudicación de Putin será inevitable. Puede parecer una broma, pero no lo es: es la manera en la que nuestro sistema está encarando la crisis provocada por la guerra. Hay otras formas, pero no están inscritas en la ley estelar, de modo que para qué vamos a hablar de ellas.
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No sé quién está ganando la guerra de Ucrania, pero sí sé quiénes la estamos perdiendo: las clases medias y las trabajadoras de Occidente, que somos quienes estamos pagando el precio de los problemas, como de costumbre en las últimas décadas. No era difícil de adivinar, porque se ha convertido en una constante: cada vez que ocurre algo, cada vez que hay que dar respuesta a una crisis, se carga sobre nuestros hombros el coste de las medidas de emergencia. Aunque su lógica se me escape, debe haber alguna ley económica escrita en las estrellas que dictamine que la forma de salir de las crisis es que los ciudadanos comunes tengamos menos dinero.
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