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El militar que explica por qué EEUU puede perder la guerra con China
En un mundo geopolítico, las diferencias en los intereses entre Estados y mercados pueden resultar muy dañinas. El Pentágono y Wall Street tienen visiones muy diferentes, lo que provoca disfunciones notables
La visita de Nancy Pelosi a Taiwán fue precedida de advertencias airadas de Pekín sobre las consecuencias del viaje. Incluso se mencionó la posibilidad de interferir el vuelo y de evitar el aterrizaje, con lanzamiento de misiles disuasorios incluido. Nada de eso ocurrió, como era previsible, y Pelosi pudo visitar la isla sin mayores complicaciones. Los propósitos de la acción de Pelosi parecen poco comprensibles, en la medida en que introduce presión en un entorno en el que convendría más distensión. La versión más difundida es la intención de EEUU de presionar a Xi Jinping de cara al próximo congreso del Partido Comunista chino. La visita de Pelosi es un revés que, de no ser contestado, sería percibido como una muestra de debilidad del líder; pero, si es excesivamente contestado, supondría la constatación de la falta de habilidad de Xi para manejar estas situaciones. Por un lado y por el otro, el líder puede salir perdiendo.
Más allá de las cuitas internas chinas, en las que parece muy complicado interferir, lo cierto es que el gesto de Pelosi tenía muy difícil respuesta. Las interconexiones económicas de EEUU y China son todavía enormes, por más que estén empezando a desligarse, y de fondo está la cuestión militar, que es muy relevante. China ha crecido mucho, ha desarrollado su ejército, tiene la flota más grande del mundo, ha avanzado a la hora de reforzar sus capacidades, pero sus fuerzas armadas están por debajo de las estadounidenses. Los portaaviones americanos, por ejemplo, son superiores cualitativamente a los chinos, y en este contexto de lucha por el dominio de los mares, ese hecho tiene gran importancia. Pekín tiene mucho que perder si se decide por acciones directas ligadas con la fuerza, por lo que lo normal es que recurra a exhibiciones de músculo simbólicas, como las maniobras militares que ha realizado.
La divergencia
Esa relación de fuerzas puede cambiar. En una interesante conferencia, el militar Cameron Holt, subsecretario adjunto de Adquisiciones de la Fuerza Aérea estadounidense, el departamento que supervisa la compra desde drones hasta misiles nucleares, advertía de la naturaleza de esta nueva guerra fría, y avisaba del crecimiento chino, de su capacidad de influencia, y de la habilidad con la que se están desenvolviendo en el juego.
La estrategia nacional de defensa y los intereses de los mercados de capitales no están alineados
Holt calificaba esta confrontación como una amenaza existencial para el modo de vida occidental y contraponía las diferentes perspectivas entre un sistema político en el que "los derechos del individuo son preexistentes al Estado", y el chino, que trata de preservar ante todo la fuerza colectiva. Holt señalaba que EEUU podía perder esos derechos sin necesidad de ser invadido, que las guerras en el siglo XXI no tienen únicamente que ver con la potencia militar, ya que hay muchos otros medios a través de los cuales se libran las contiendas. El militar es el poder de última instancia, ya que implica una enorme capacidad de disuasión, pero en el frente de batalla no están únicamente los soldados. También la economía o la diplomacia participan en él.
Y, en ese terreno, Holt percibía una desventaja sustancial de su país: la estrategia nacional de defensa y los intereses de los mercados de capitales no están alineados. En muchas ocasiones, estos suponen un problema en lugar de una solución. Es un inconveniente mayúsculo, porque los mercados de capital estadounidenses tienen un músculo enorme: deberían constituir un complemento definitivo a la hora de consolidar el poder de su país. Pero no ocurre así. Y si no se cambia el paso, EEUU perderá el conflicto con China en el futuro.
Wall Street contra el Pentágono
Para Holt, el problema en el ámbito militar reside en la capacidad de adquisición de armas, en quiénes las consiguen más rápido y más barato, y en los elementos de innovación que contienen. Y ahí las lógicas del mercado y las del Estado, las de Wall Street y las del Pentágono, difieren sustancialmente. Holt realiza una llamada amistosa a la reunión de intereses, tras constatar lo alejadas que están.
En resumen, China consigue armas cinco o seis veces más rápido que EEUU y lo que es peor, logra por un dólar lo mismo que EEUU por 20. Este problema está directamente relacionado con el poder de mercado en EEUU. Holt puso de relieve los incentivos perversos que animan a una industria, la de defensa, muy concentrada: las firmas suelen fijar ofertas con precios bajos, pero como poseen la propiedad intelectual de los bienes que venden, y al adquirir gran poder de mercado, pueden fijar los precios posteriormente y recuperar todo lo perdido y mucho más. Esa dinámica provoca también que no exista gran motivación para invertir dinero en elementos innovadores, porque hay que sacar partido de lo que una vez vendieron: necesitan explotarlo al máximo antes de dar el siguiente paso, y eso explica que se sigan comprando viejos modelos. Según Holt, las estrategias de adquisición china son mucho más eficientes.
Al contar pocas firmas con gran poder de mercado, lo que producen se vuelve caro, y las empresas muy perezosas a la hora de innovar
El problema de fondo lo explica de manera diáfana Matt Stoller, director de investigación en el 'think tank' American Economics Liberties Project en su newsletter BIG, donde también apunta algunas vías de solución. Como ocurre en muchos otros ámbitos de la economía estadounidense (y de la europea) la concentración de los sectores en manos de muy pocos actores concede a estos un poder de mercado que aprovechan en beneficio propio y de manera sistemática. Al contar con el poder, lo que producen se vuelve caro, y las empresas muy perezosas a la hora de mejorar o innovar.
En el ámbito militar, Stoller pone de relieve las dificultades para reemplazar los misiles Javelin y Stinger enviados a Ucrania, ya que llevará mucho tiempo, incluso años, reiniciar algunas de las líneas de ensamblaje. "Raytheon y Lockheed tienen problemas con la cadena de suministro y no pueden entregar armas a pesar de los grandes pedidos. Ni siquiera podemos fabricar los chips para sistemas de armas como el bombardero B-2, porque las empresas de semiconductores están cerrando las fábricas que fabricaban las piezas viejas".
Este choque revela una de las contradicciones de fondo en las sociedades occidentales, la que empuja en direcciones diferentes al mercado y al Estado. En un instante en el que las capacidades estratégicas van a ser más importantes que nunca, enfrentamientos de esta clase van a estar más presentes que nunca. En el caso estadounidense, las diferencias son significativas, ya que opone a Wall Street con el Pentágono, justo en el instante en que la postura de Wall Street con China es más complaciente y relajada, y la del ámbito militar más dura.
La visita de Nancy Pelosi a Taiwán fue precedida de advertencias airadas de Pekín sobre las consecuencias del viaje. Incluso se mencionó la posibilidad de interferir el vuelo y de evitar el aterrizaje, con lanzamiento de misiles disuasorios incluido. Nada de eso ocurrió, como era previsible, y Pelosi pudo visitar la isla sin mayores complicaciones. Los propósitos de la acción de Pelosi parecen poco comprensibles, en la medida en que introduce presión en un entorno en el que convendría más distensión. La versión más difundida es la intención de EEUU de presionar a Xi Jinping de cara al próximo congreso del Partido Comunista chino. La visita de Pelosi es un revés que, de no ser contestado, sería percibido como una muestra de debilidad del líder; pero, si es excesivamente contestado, supondría la constatación de la falta de habilidad de Xi para manejar estas situaciones. Por un lado y por el otro, el líder puede salir perdiendo.
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