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Todo viene del mismo sitio: lo que hay detrás del declive en la gestión sanitaria
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Esteban Hernández

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Todo viene del mismo sitio: lo que hay detrás del declive en la gestión sanitaria

Los cambios en los modos de gestión en los últimos años han ido siempre en la misma dirección: en lugar de orientarse hacia un mejor servicio, se ha priorizado la reducción de costes

Foto: Protestas de médicos de urgencias. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Protestas de médicos de urgencias. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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En la toma del poder en Twitter por el rey Musk existen un par de factores que concentran la atención. El primero es la obvia pelea cultural, según la cual una parte de los usuarios esperan que Musk reescriba las reglas para que el mundo woke no tenga predominio, mientras que otra teme que su llegada condene al progresismo a la irrelevancia tuitera.

La segunda es muy interesante, porque subraya la clase de gestión que quiere implantar. Sus primeras y polémicas decisiones han suscitado muchas críticas. Uno se imagina el proceso de esta manera: Musk reúne a su equipo directivo, toma la palabra y dice: “Os vais a la mitad a la calle. Los que os quedéis, venís a trabajar a la oficina. Y nada de gratuidad. El que quiera utilizar Twitter que pague. Y a tomar por c…”.

El humor del que manda

Ese ciclón gestor, que ha sido muy contestado por los usuarios, y especialmente por sus adversarios políticos, tendría alguna semejanza con la entrada de Trump en la Casa Blanca, un ciclón que no respetó las jerarquías burocráticas ni las estructuras, y que estableció un liderazgo horizontal en el que las decisiones variaban según el humor del presidente. Es probable que la presidencia de Trump tuviera mucho de eso, pero también tuvo mucho de otras cosas, como prueba que muchas de las medidas tomadas por Trump no han sido revertidas por Biden.

'The Economist': si Musk tiene éxito con su gestión, los MBA necesitarán actualizarse. Pero eso dista mucho de la realidad

Del mismo modo, es probable que el giro de Twitter no sea el simple capricho de un multimillonario que quiere imponer su autoridad en la empresa adquirida, que reniega de organigramas y que tiene las cosas claras, y por eso hace todo a la vez y sin paños calientes. Eso es lo que hace afirmar a medios como The Economist que, si Musk tiene éxito con su gestión, los MBA necesitarán actualizarse, en la medida en que iría contra la ortodoxia gestora.

Un gran negocio

Esto supondría quedarse en la versión corta. Lo cierto es que Twitter es una plataforma global con muy pocos empleados, si la comparamos con otras grandes empresas, y cuyo valor proviene de lo que sus usuarios producen: es la aportación gratuita de muchísimas personas y empresa la que genera los contenidos. Y no solamente no se les retribuye, ni siquiera a los más exitosos, sino que se les va a cobrar. Un gran negocio: pocos empleados, alcance global, producción gratuita y, además, de pago.

Es una manera operativa que entronca plenamente con lo que enseñan en los MBA, cómo ganar más con menos

Lo curioso es que esto no es un elemento ocasional dentro de la nueva economía, sino su carácter habitual. Pensemos en los bancos: somos sus proveedores, porque les aportamos la materia prima con la que generan sus ingresos. Cierran sucursales, despiden a muchos empleados, y, a cambio, la tramitación la hace cada vez más el usuario, y además se le cobran comisiones.

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Es una manera operativa que entronca plenamente con lo que enseñan en los MBA, cómo ganar más con menos. Los recortes en costes han formado parte de la ortodoxia de la gestión empresarial desde hace años, y cada paso adelante que se ha dado en la reestructuración de las grandes empresas ha ido en esa dirección. Se ha entrado a fondo en cada área en la que se podía rascar cualquier coste para aumentar los beneficios.

La mentalidad cortoplacista

Un ejemplo detallado de cómo funcionan estas prácticas lo podemos encontrar en el reciente libro When McKinsey comes to town, de dos periodistas del New York Times, Michael Forsythe y el tres veces galardonado con el Pulitzer Walt Bogdanich. El texto es un recorrido ilustrativo por las prácticas de la consultora, que no la dejan en buen lugar, pero que también sirve para tomar conciencia de cómo la mecánica gestora de las grandes compañías se infestó hace tiempo de una manera de hacer perniciosa para las firmas, sus empleados y sus usuarios.

Los problemas en la sanidad, en la pública y en la privada, provienen de una gestión enfocada en la reducción de costes y no de otro lado

Por supuesto, esa mentalidad cortoplacista no se quedó en los márgenes de las grandes empresas, y los grandes servicios públicos fueron también contaminados por esa visión gestora. Los problemas en la sanidad, en la pública y en la privada, provienen de ahí, y no de otro lado: menos profesionales, más precarios, sobrecargas y malas condiciones laborales. El capítulo dedicado a la sanidad británica en el libro citado es ejemplar a la hora de detallar cómo esa visión gestora deteriora sustancialmente los servicios, cómo la calidad en la prestación decae y genera ineficiencias y malestar.

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Lo peor es que cada vez más áreas de nuestra vida están dirigidas desde una visión cortoplacista, empeñada en disminuir los costes en lugar de en hacer mejor las cosas. El último paso en esa dirección es la digitalización de muchos servicios públicos, que, con la excusa de la innovación y de la atención rápida, ha provocado atascos, ineficiencias y molestias. A menudo porque los sistemas telemáticos se han utilizado para sustituir al personal existente, y el resultado es que no se cuenta con la mano de obra imprescindible para que la actividad funcione.

En definitiva, lo que ha hecho Elon Musk es algo ortodoxo para esta época. Lo raro es que lo ha realizado sin paños calientes, sin palabras de consolación y sin retórica sanadora.

En la toma del poder en Twitter por el rey Musk existen un par de factores que concentran la atención. El primero es la obvia pelea cultural, según la cual una parte de los usuarios esperan que Musk reescriba las reglas para que el mundo woke no tenga predominio, mientras que otra teme que su llegada condene al progresismo a la irrelevancia tuitera.

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