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La inteligente trampa económica que China está tendiendo a Europa
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Esteban Hernández

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La inteligente trampa económica que China está tendiendo a Europa

La difícil posición europea, que debe hacer equilibrios entre los intereses políticos y los económicos, está siendo aprovechado por las dos grandes potencias. La UE parece no saber bien qué hacer

Foto: Xi Jinping. (Reuters/Athit Perawongmetha)
Xi Jinping. (Reuters/Athit Perawongmetha)
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Es sorprendente el nivel de ingenuidad europeo, así como la falta de conciencia sobre el momento histórico que vivimos. Es normal, hemos vivido entre ilusiones demasiado tiempo y todavía continuamos así, como si en el fondo nada pasase. También es natural que nos saquen del conformismo a golpes.

Uno de los más contundentes conforma el núcleo de las disputas entre la Unión Europea y EEUU, aliados sistémicos que empiezan a apuntar divergencias. Politico publicaba esta semana que altos funcionarios europeos acusaban a EEUU de enriquecerse con la guerra, en general a costa de nuestro continente. Los altísimos precios de la energía, el comercio de armas, las ayudas de EEUU a sus empresas y las ofertas a las europeas para instalarse allí están generando malestar en las instituciones de Bruselas, pero también en los ministerios principales de países como Francia y Alemania. Esa distancia, avisan, puede ser saludada con alborozo desde el Kremlin.

El momento de debilidad

Y no solo desde Rusia, también China es consciente de cómo el cambio en las relaciones internacionales está afectando a Europa, y percibe un momento de debilidad del que puede sacar partido.

Europa, para ser independiente, necesita darse más cuenta todavía del "valor de un entorno comercial justo y libre", según afirma Pekín

El giro proteccionista de EEUU, que se ha intensificado con la guerra de Ucrania, conlleva la evidente tentación para la UE de actuar en el mismo plano, una amenaza que las autoridades comunitarias ya han puesto encima de la mesa. En ese escenario, China está ofreciendo otro camino de salida, que expresa de forma diáfana a través de uno de sus medios oficiales. La guerra entre Rusia y Ucrania conlleva desafíos importantes para Europa, “que está atrapada entre la escasez de energía y la alta inflación”, y eso le puede hacer tomar la vía estadounidense, que califica de “trampa estratégica del proteccionismo”. Europa, para ser independiente, necesita seguir sus intereses y darse más cuenta todavía del “valor de un entorno comercial justo y libre”. Insiste, por tanto, en que “es hora de que la UE defienda y promueva aún más la globalización”.

Foto: Un combatiente del Batallón Azov carga un lanzacohetes RPG. (EFE/Orlando Barría) Opinión

Este es un mensaje muy atractivo para la Unión Europea, en especial para Alemania, así como para gran parte de nuestros expertos, que desean fervientemente seguir en la vieja era. Frente al impulso desglobalizador que traen los tiempos, el anhelo de permanecer en el mundo que está huyendo es poderoso. Y las palabras chinas alientan a ello. También por razones pragmáticas, porque la interrelación comercial de Europa con Pekín es muy sólida: un desacople rápido es imposible y a varios países les interesa mantener esa relación beneficiosa. En Berlín las palabras chinas tienen que sonar muy bien, y más ahora que la pérdida de la energía rusa le obliga a hacer un gran esfuerzo. Debilitar sus relaciones con China sería un elemento de presión añadida, justo en un momento particularmente difícil.

Viejos argumentos, nuevos propósitos

No es solo en Europa. El comercio como motor del crecimiento mundial, enfrentado a un proteccionismo contraproducente, suena bien a países que, dependientes de sus exportaciones de materias primas, están muy ligados a la prosperidad china.

"La ola antiglobalización liderada por Estados Unidos es egoísta e irresponsable para la economía global"

Los argumentos de Pekín son significativos, porque son los mismos que se utilizaron año tras año en Occidente: “Las barreras pueden proteger a las industrias nacionales a corto plazo, pero serán contraproducentes a largo plazo. Si todos los países utilizan medidas proteccionistas para proteger a sus empresas nacionales, la economía mundial se estancará” La conclusión es, desde esta perspectiva, muy llamativa: “La ola antiglobalización liderada por Estados Unidos es egoísta e irresponsable para la economía global”.

Un curioso reparto ideológico

Tendríamos así un choque entre unos EEUU que desean frenar la globalización a toda costa, para defender sus intereses y para frenar la amenaza de Pekín a su hegemonía, y una China, que lidera el continente asiático y cuya baza ideológica consiste en tratar de mantener viva lo máximo posible la globalización. El régimen de Xi Jinping sabe cuál es el mensaje que a Europa le gustaría escuchar y lo enuncia gustoso.

Ambos países tienen posturas globalistas hacia fuera y proteccionistas hacia dentro

Pero todo esto no es más que una suerte de trampa tendida por ambas partes en la que es fácil enredarse. China aboga por la globalización hacia fuera, pero ha utilizado medidas proteccionistas con insistencia: desde el desarrollo de sus empresas con capital estatal y las ventajas competitivas que eso les procura, hasta el cierre de sus mercados a las tecnológicas estadounidenses (Amazon y Google son residuales allí), pasando por el control de su mercado en muchos sectores o los planes de desarrollo a medio y largo plazo que ejecutan con insistencia y con notable éxito. Podríamos decir que son globalistas hacia fuera y proteccionistas hacia dentro.

Foto: Foto: Florence Lo. Opinión

Esa postura es la misma que la de EEUU. Su desarrollo interior, la protección de su mercado y las ayudas a sus empresas se compatibilizan con un deseo de expansión exterior que opera mediante la venta de energía y armamento y el crecimiento de sus empresas tecnológicas y financieras.

La reacción europea

En ese contexto, la perdedora es Europa. EEUU no solo presiona con medidas proteccionistas y subidas de tipos, sino que sus empresas financieras ven muchas puertas abiertas: gracias a las dificultades económicas de las europeas pueden adquirirlas a un precio relativamente bajo. Y no solo eso, también favorece la inversión extranjera en su país. Iberdrola, sin ir más lejos, invertirá buena parte de esos beneficios caídos del cielo y que ha obtenido aquí, en EEUU. China, por su parte, intenta vincular más todavía a la UE a su órbita comercial, e intenta aprovechar esa brecha para obtener ventajas en su desarrollo global y para ello utiliza un discurso razonable.

En medio está la UE, y también nosotros, ese país llamado España. Es el momento de decidir qué papel queremos jugar en el nuevo escenario, cuánto vamos a reforzarnos y si deseamos seguir siendo una zona próspera y con un nivel de vida razonable, y tener influencia en el orden internacional. Si la respuesta es afirmativa, no queda más remedio que olvidarnos de las recetas con las que hemos vivido 30 años, las que construyeron el mundo global, y comenzar a operar sobre el mundo real y no sobre el que ya se ha marchado. Llevará tiempo, porque exige muchos cambios, y el principal es el de mentalidad.

Es sorprendente el nivel de ingenuidad europeo, así como la falta de conciencia sobre el momento histórico que vivimos. Es normal, hemos vivido entre ilusiones demasiado tiempo y todavía continuamos así, como si en el fondo nada pasase. También es natural que nos saquen del conformismo a golpes.

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