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La nueva ofensiva rusa sobre Ucrania y la reorganización de las élites del Kremlin
Se esperan novedades en el frente. La concentración de efectivos rusos en la frontera hace pensar que la invasión entra en una fase distinta. Y más allá de Ucrania, la guerra también tiene consecuencias
La guerra de Ucrania, en su primer año, no ha supuesto un antes y un después para el entorno internacional, simplemente ha acelerado las tendencias que ya estaban presentes. Las repercusiones de la invasión, que son sustanciales, no dejan de ser la continuación urgente de los giros que se iniciaron tiempo antes. Los procesos históricos suelen ser largos, y esta época no es una excepción.
El mapa que han trazado estos doce meses no deja de ser la foto de un instante, y a menudo no sirve para anticipar el futuro. El ejemplo típico es el avance nazi sobre la URSS en la II Guerra Mundial. Después de una serie de victorias aplastantes en todo el continente, la campaña se inició con un avance contundente de los alemanes. Hasta que la invasión se frenó, y terminó con la derrota germana. EEUU invadió Afganistán en un abrir y cerrar de ojos, hasta que años después tuvo que marcharse habiendo fracasado en sus propósitos. Las guerras no siempre salen según lo previsto, y la de Ucrania también está sumida en la incertidumbre.
La previsible ofensiva rusa
Empezando por lo más relevante, se esperan novedades en el frente. Los rusos están concentrando tropas regulares y aviones en la frontera de Ucrania. Hasta ahora, el frente está más o menos estancado. La respuesta ucraniana a la invasión se solventó con repliegues tácticos rusos y con la entrada en combate de un grupo mercenario, Wagner, experto en esta clase de enfrentamientos. Ahora, cuando el tiempo meteorológico está cambiando y hace posibles los avances, debería llegar el momento de las tropas regulares.
La hipótesis que se maneja es que rompan hacia el sur de Dombás, hacia Zaporiyia, ya que el norte está muy fortificado
La inteligencia militar, también la española, anticipa una ofensiva rusa en las próximas semanas. Las dudas tienen que ver con su intensidad, el número de fuerzas que desplegarán y en qué puntos será lanzada. La hipótesis que se maneja es que rompan hacia el sur del Donbás, hacia Zaporiyia, ya que el norte está muy fortificado. Así lograrían incorporar el territorio que les falta de las provincias que se anexionaron con el referéndum, para después acortar el frente y no desgastarse en la defensa de un territorio largo. Si el ejército ruso lo consiguiera, Putin podría vender una suerte de victoria ante su pueblo, que le es muy necesaria después de una campaña bélica de éxito dudoso.
La ofensiva rusa también es esperada por Ucrania, y sus bazas a la hora de defenderse parten de un servicio de inteligencia potente, que recibe información extra. En la medida en que pueda anticipar el tipo de ataque que se va a realizar, podrá emplear las armas adecuadas, y, si carece de ellas, solicitarlas. Por ejemplo, mediante el suministro de misiles de alcance más largo que aquellos con los que cuenta, de manera que pudieran golpear los depósitos logísticos rusos. En ese caso, los atacantes serían mucho más vulnerables.
Hay otras hipótesis respecto a cómo se producirá la ofensiva, que dependen en buena medida del número de fuerzas que Rusia haya acumulado. Existe la posibilidad de que intenten romper el frente por detrás, con una estrategia de profundidad que busque romper las líneas de abastecimiento entre el frente ucraniano y su retaguardia; también se especula con un doble ataque con objeto de embolsar a las fuerzas ucranianas.
Tiene que ser pronto
Los rusos tendrán el tiempo a favor durante un lapso corto. Si la ofensiva se demora, la defensa ucraniana sería facilitada por la llegada del armamento de los países occidentales, pero también con el suministro de armas específicas para repeler mejor el ataque. Mediados de marzo parece la fecha límite, según aseguran los expertos, para lanzar la ofensiva, aunque la meteorología jugará un papel importante.
En todo caso, Rusia necesita avanzar de manera decidida si no quiere que esta guerra le resulte mucho más costosa. El balance de la misma no le es favorable, y un empantanamiento que les obligue a tomar arduamente pueblo a pueblo, en el mejor de los casos, supondría un desgaste grande y permitiría a Ucrania acumular recursos para una contraofensiva.
Las elecciones
Se sabe cómo se inician las guerras, pero no cómo terminan. Pero lo que sí sabemos de ellas es que suelen tener consecuencias mucho más allá del frente. Y esta, en concreto, en la medida en que forma parte de una recomposición del orden internacional, con el enfrentamiento de fondo entre EEUU y China, contiene una notable carga de profundidad. Los acontecimientos del frente poseen mucha relevancia, dado que EEUU aspira a una guerra larga, Rusia a una victoria relativamente rápida, y Europa afirma que hará todo lo posible por lograr la derrota rusa, al mismo tiempo que, con la boca pequeña, desea la paz, dados los efectos económicos negativos que está causando.
En Rusia, una derrota o un estancamiento profundo del frente bélico puede pasar mucha factura. La idea de la OTAN de combinar la resistencia ucraniana con las sanciones económicas ("Son un veneno lento, tardan en hacer efecto, pero lo hacen", aseguraba Borrell esta semana) puede ser difícil de solventar para una Rusia que, además, tiene elecciones en 2024. Del mismo modo ocurre en EEUU, donde Biden tendrá difícil justificar internamente el gasto realizado en la guerra, y más respecto de sus rivales republicanos, si Rusia logra sus propósitos.
La reestructuración de la élite rusa
Sin embargo, todos esos deseos se encuentran con realidades menos manejables. Hasta ahora, el mal desempeño ruso en el frente ha ido de la mano de una resistencia económica bastante sólida. Los efectos de las sanciones no han sido los previstos por Occidente porque la economía rusa aguanta bien, y porque han ayudado a que Putin discipline a los oligarcas. Dado que los activos de estos en el extranjero han sido confiscados, han encontrado un motivo añadido para ponerse del lado del líder ruso. También ha ayudado en ese propósito el número de personas con poder que se asomaban a las ventanas de manera imprudente y terminaban cayendo al vacío. En todo caso, como aseguró Sergei Karaganov, presidente del Consejo de Política Exterior y de Defensa ruso, "entre otras cosas, esta operación militar se utilizará para reestructurar la élite y la sociedad rusas. Se convertirá en una sociedad más militante, basada en la nacionalidad, expulsando a los elementos no patrióticos de la clase dominante". Ese propósito se está cumpliendo.
"Ahora comenzamos de nuevo. El sistema occidental está en peligro porque ya no puede ejercer el poder"
Un buen resumen de la ideología rusa actual y de sus propósitos lo señalaba Giuliano da Empoli en Le mage du Kremlin: "Rusia es la máquina de pesadillas de Occidente. A fines del siglo XIX, sus intelectuales soñaban con la revolución. Nosotros la hicimos. De comunismo, ellos solo han hablado. Nosotros lo vivimos durante setenta años. Entonces, vino el capitalismo. Y fuimos mucho más lejos que ellos. En los 90 nadie desregulaba, privatizaba y dejaba más espacio a la iniciativa empresarial que nosotros. Aquí se han construido las mayores fortunas, partiendo de la nada, sin reglas y sin límites. Realmente creíamos en ello, pero no funcionó. Ahora comenzamos de nuevo. Su sistema [el occidental] está en peligro porque ya no puede ejercer el poder".
Este es el peligro último para Occidente. Una Rusia que avance en la guerra, que se refuerce internamente, que consolide la alianza con China en la era de la conversión de Asia en el nuevo eje central, y con los BRICS tejiendo iniciativas de colaboración al margen de EEUU, puede conducir a Europa hacia una posición sustancial de debilidad. Y puede provocar fracturas internas: hasta ahora, los países europeos se han posicionado inequívocamente del lado de la OTAN y han aceptado los perjuicios que la guerra ha traído consigo, desde la inflación hasta la pérdida de abastecimiento energético o la competencia del proteccionismo estadounidense. Pero si la situación se prolonga, es probable que esta cercanía con los socios se convierta en distancia. Ocurrió tras el 11-S: la invasión de Afganistán apenas fue contestada, recibió respaldo internacional y las opiniones públicas occidentales la apoyaron; pocos años después, la guerra de Irak mostró la fractura entre los EEUU de Bush y el eje francoalemán, y los ciudadanos europeos la rechazaron ampliamente. La posición frente a Ucrania también puede ser cuestión de tiempo.
La guerra de Ucrania, en su primer año, no ha supuesto un antes y un después para el entorno internacional, simplemente ha acelerado las tendencias que ya estaban presentes. Las repercusiones de la invasión, que son sustanciales, no dejan de ser la continuación urgente de los giros que se iniciaron tiempo antes. Los procesos históricos suelen ser largos, y esta época no es una excepción.
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