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Pablo Iglesias dijo la verdad sobre las intenciones de Yolanda Díaz
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Esteban Hernández

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Pablo Iglesias dijo la verdad sobre las intenciones de Yolanda Díaz

Hay tregua en las izquierdas hasta que pase el 28-M, pero la pelea sigue muy presente. La cuota de poder es un problema, el proyecto otro, pero también hay un reparto de posiciones en el que Podemos sobra

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Javier Lizón)
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Javier Lizón)
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La entrevista de Gabriel Rufián a Pablo Iglesias era esperada: el retraso en su emisión y el secretismo que la había rodeado hacían suponer alguna declaración contundente, lanzada en un momento conveniente. No hubo nada de eso, sino una descripción del momento, junto con algunas afirmaciones más o menos estándar, unidas por la afinidad entre presentador y entrevistado.

Sin embargo, fue bastante sincero sobre la situación con Sumar. Las últimas semanas han estado marcadas por la tensión entre Díaz e Iglesias, y por la presión constante sobre Podemos, una fuerza que ha comenzado a entenderse prescindible para el espacio de la izquierda.

Foto: Irene Montero y Yolanda Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Dado que lo único que les une es la necesidad, marcada por un sistema electoral que penaliza la fragmentación, ambas partes han relajado el tono. Díaz ha afirmado que hará campaña en Valencia también por Podemos, las palabras ya no son tan gruesas y todos hablan del gran error que constituirían candidaturas separadas.

Díaz quiere ser Más Madrid, no Podemos: cree que el modelo de Mónica García puede funcionar para competir con el PSOE

Esa menor tensión, sin embargo, es la calma que precede a la tormenta. Las elecciones municipales y autonómicas son importantes para las posibilidades electorales de la izquierda en las generales, y hay plazas, como Madrid o Valencia, que son importantes para Podemos y para Sumar, y requieren de un apoyo por ambas partes para obtener los mejores resultados posibles.

La negociación en serio

La divergencia de fondo entre ambos proyectos es un asunto de poder, pero también de proyecto. Fue sincero al respecto Iglesias en la entrevista con Rufián: Yolanda quiere que vayan juntos, pero relegando a Podemos a un espacio muy limitado dentro del nuevo partido (porque Sumar quiere constituirse como partido). Y si no les gusta esa posición secundaria, que se vayan. Díaz quiere ser Más Madrid, no Podemos: cree que el modelo de Mónica García puede ampliarse a otras zonas de España, de manera que la nueva fuerza acabe compitiendo con el PSOE, y ese proyecto no deja espacio a las apuestas políticas de Iglesias, más airadas y combativas.

Foto: Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, en una imagen de archivo en el Congreso de los Diputados. (Europa Press/Alberto Ortega) Opinión
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Y ese es el momento: tras el 28-M, y en función de los resultados obtenidos por las distintas formaciones, llegará el momento de la negociación en serio. No se trata solo de que Díaz quiera liderar inequívocamente el espacio, ni de que aspire a que Podemos se integre en la nueva formación en lugar de forjar una alianza entre partidos. Es más bien que, para su posicionamiento ideológico y para sus perspectivas de crecimiento, la posición de Iglesias le sobra. El condicionamiento electoral obliga a ir juntos, pero lo que ofrecerá Díaz a Podemos será casi marginal, salvo resultados sorpresa en el 28-M. Eso es justo lo que Iglesias quiere evitar, de modo que las amenazas de ruptura estarán encima de la mesa el 29-M.

Sumar propone centrarse en el feminismo, en la juventud, en la ecología y en un laborismo ligado a trabajos esenciales

En qué consiste el proyecto de Sumar lo verbalizó ayer María Eugenia Rodríguez Palop, la eurodiputada de UP afín a Díaz, en un programa de radio, Carne cruda. Frente a un Podemos que surge del 15-M, que posee una vertiente impugnatoria acentuada y que cuestiona el bipartidismo, el modelo neoliberal y el papel de los medios (como afirmó Monedero en el mismo programa), la formación de Díaz propone centrarse en el feminismo, en la juventud (y en especial, la preocupada por el cambio climático) y en un laborismo ligado a trabajos esenciales. Desde la perspectiva de Palop, el momento político es diferente del vivido en el 15-M, por lo que no tiene sentido “referenciarse en raíces inamovibles”. La evolución que llevó de Podemos a Unidas Podemos tiene en Sumar una tercera fase más conectada con las necesidades presentes.

Una experiencia cercana

Esa evolución de los tiempos es real. No estamos ante el 15-M, pero es probable que tampoco el diagnóstico de Palop sea el más adecuado. Porque las prioridades que señala son las de un nicho electoral, no las del conjunto de la sociedad. Y, en este sentido, cabe citar la experiencia chilena, esa que tanto alabaron cuando Boric llegó al poder, y que ahora está en caída libre, principalmente por errores propios.

Foto: Comandos políticos esperan resultados de los comicios para consejeros constitucionales. (EFE / Elvis González)

Chile abrió un nuevo ciclo con el estallido social de octubre del 19, provocado por el incremento de los precios del transporte público: fue la gota que colmó el vaso de un modelo económico que empobrecía a gran parte de la sociedad. La elección de Boric provino de ese descontento, pero se recondujo rápidamente hacia un cambio institucional articulado en una nueva Constitución que acabara con la pinochetista. La idea de una sociedad feminista, ecologista, que ofreciera un papel importante a sus minorías étnicas, y en la que la juventud se sintiera reconocida, no dio forma a un proyecto compartido por la mayoría del país. Los excesos comunicativos en las formas de la izquierda y el maximalismo en muchas de sus posturas debilitaron sustancialmente al presidente. El precio que ha pagado encontró un retrato nítido en las elecciones del domingo, en las que se elegía a los candidatos constituyentes: fue una victoria total de las derechas, con la extrema derecha como fuerza claramente mayoritaria, y una debacle sin paliativos para los de Boric.

Díaz está poniendo en segundo plano su papel en Trabajo y se posiciona de manera nítida en el nuevo mundo que prometen Más Madrid y Colau

La experiencia chilena es interesante por dos motivos: por lo que implica de ingenuidad política y por la equivocación al interpretar las bases del descontento de la población: dejar de lado las demandas de cambio económico para centrarse en las transformaciones sociales e institucionales no fue buena idea.

Sánchez saca partido en el progresismo

En España, ese error es retomado ahora por Díaz, pero como propuesta de futuro. La ministra de Trabajo creció políticamente por su capacidad de gestión y de negociación, y por haber conseguido medidas palpables en su ámbito, el laboral. Ahora está relegando ese capital y se posiciona de manera nítida en ese nuevo mundo que prometen Más Madrid y Colau. El refuerzo de los lazos con los verdes es otro síntoma claro de su posición política, pero tampoco parece muy buena opción, dado que es una fuerza importante en pocos países más allá de Alemania, e incluso en el ámbito germano están cayendo en las encuestas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Kiko Huesca) Opinión

Quien se está aprovechando de ese espacio económico no es Díaz, sino Sánchez. El presidente ha cortado toda clase de cortesía en ese sentido con sus socios de gobierno, y las medidas y las promesas las está lanzando a la campaña electoral con un sello único, el del PSOE. Sánchez quiere acentuar el perfil de izquierdas de cara al 28-M, pero también en lo que se refiere a las elecciones generales, a través de un posicionamiento claro en la gestión: son ellos quienes tienen el BOE y quienes toman las decisiones. Sumar se convierte en el complemento, feminista, joven y verde, ligado a la ampliación de derechos, de un PSOE que apuesta por la economía y por las relaciones internacionales. En ese reparto de funciones, Iglesias tiene poco sitio y es consciente de ello. Va a resultar complicado que se resigne.

La entrevista de Gabriel Rufián a Pablo Iglesias era esperada: el retraso en su emisión y el secretismo que la había rodeado hacían suponer alguna declaración contundente, lanzada en un momento conveniente. No hubo nada de eso, sino una descripción del momento, junto con algunas afirmaciones más o menos estándar, unidas por la afinidad entre presentador y entrevistado.

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