Es noticia
Feijóo se lo jugó todo a una carta. Ahora dobla la apuesta
  1. España
  2. Postpolítica
Esteban Hernández

Postpolítica

Por

Feijóo se lo jugó todo a una carta. Ahora dobla la apuesta

El planteamiento de los populares para las elecciones del 28-M, que también iban a utilizar para las generales, ponía el foco en el enorme desgaste de Sánchez. Pero es un arma de doble filo

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en los pasillos del Senado. (EFE/Fernando Villar)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en los pasillos del Senado. (EFE/Fernando Villar)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Feijóo planteó las elecciones como una apuesta a una sola carta, que esperaba utilizar también después del 28-M: su seguridad en que Sánchez era un presidente desgastado, que generaba animadversión en muchas capas sociales y que se hallaba en una fase de declive difícilmente reversible, similar a la de Zapatero en los meses anteriores a las elecciones de 2011. De esa convicción nace la “derogación del sanchismo”.

De acertar en el diagnóstico, el planteamiento resultaba especialmente útil: los populares canalizarían el descontento con el Gobierno de izquierdas, al mismo tiempo que podrían relegar a un segundo plano, por ese mismo hecho, a Vox. Dado que las elecciones municipales y autonómicas favorecen al PP frente a su rival de la derecha (tiene muchas más listas y más poder), combatiría en un terreno favorable. Dos pájaros de un tiro: el 28-M constataría la decadencia electoral del PSOE y las izquierdas, lo que allanaría mucho el camino para las generales, y Vox quedaría en un lugar mucho menos molesto.

La campaña ha seguido el camino previsto, salvo por un par de inconvenientes molestos: el PSOE parece resistir y Sánchez aguanta

Ese planteamiento, es de suponer que asentado en los sondeos y en los grupos cualitativos manejados por los populares, conducía a relegar el plano local y privilegiar el nacional. Se optó por poner el énfasis en el deterioro institucional causado por Sánchez, con la esperanza de que el discurso general dañase a los alcaldes y presidentes del PSOE que conservaban músculo territorial.

El doble juego del PSOE

La campaña, y la larga precampaña, ha seguido el camino previsto, salvo por un par de inconvenientes molestos: el PSOE parece resistir y Sánchez no es una pieza fácil de capturar. Ha demostrado repetidamente su capacidad para maniobrar en situaciones difíciles y ahora no es una excepción: desde que el efecto Feijóo, junto con el triunfo andaluz, generó la sensación de que España se iba a teñir de azul en 2023, ha transcurrido todo un mundo. El PSOE se ha resituado y, a estas alturas, las encuestas indican que hay partido, que hay mucho por decidir, que nada está hecho.

Foto: EC Diseño.
TE PUEDE INTERESAR
Feijóo, Sánchez y las métricas de la victoria
José Antonio Zarzalejos

Parte de esa recuperación proviene de la doble posición del PSOE. En el terreno nacional, Sánchez apostó por defender la gestión realizada, alejarse lo máximo posible de Podemos y demás socios (rivales en la campaña, por otra parte) y anunciar, en solitario y sin consultar con Podemos ni Díaz, una batería de medidas de carácter social que trajeran a su electorado de vuelta. Junto con ello, los barones menos afines a Sánchez defenderían en su territorio la erosión que podía causar el discurso de las derechas en el plano nacional.

Un candidato puede parecer bueno o malo según con quién se compare, y minar a Feijóo, tarea en la que también coincide Vox, es parte del juego

Sin embargo, la campaña tenía algo más, y las confrontaciones en el Senado con Feijóo (salvo la última) lo subrayan. En ellas, Sánchez relató lo realizado en estos años y exhibió unos números macroeconómicos satisfactorios, lo que unió en un lema: el PSOE defendía a la gente común y el PP a los ricos. De esa manera trataba de ganar voto de izquierdas en territorios donde sus competidores del mismo espectro ideológico están débiles, que son muchos. El efecto concentración del voto puede ser relevante.

Foto: Abascal, en un acto electoral de Vox en Valencia. (EFE/Manuel Bruque)

El segundo eje de esas intervenciones lo ocupaba Feijóo: había que minar la imagen del líder popular, en especial mediante la difusión de un político más débil de lo que parecía, al que le viene grande el Gobierno de España, y cuya fama gestora, que le precedió a su llegada a Madrid, no se correspondía con la realidad. La competición electoral tiene estos elementos, que un candidato puede parecer bueno o malo según con quién se compare, y minar a Feijóo, tarea en la que también coincidía Vox, era parte del juego.

Aparece Bildu en campaña

En ese eje circulaba la campaña cuando hicieron acto de aparición las listas de Bildu. Para el PP, suponía la ratificación del marco en el que se movía: era una muestra más, especialmente grave, de los peligros a los que las alianzas de Sánchez estaban abocando España. Para el PSOE, era un problema, quizá no demasiado grande; para Vox, el giro suponía una oportunidad.

Sánchez insistió en su argumento central: cada que vez que el PP tiene un problema electoral acude a ETA como instrumento de desgaste

La marcha atrás de Bildu, anclada en sus problemas de equilibrio interno, pero también en la necesidad electoral de ganar espacio, en especial ocupando el que perteneció a Podemos, supone un cambio en el marco. Más allá de las cuestiones éticas y jurídicas, siempre relevantes, la decisión de Otegi de retirar a los etarras condenados por delitos de sangre de las listas abre un escenario para que Sánchez pueda defenderse en el ámbito nacional con mucha mayor soltura.

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Pedro Puente Hoyos)

El último cruce en el Senado entre Feijóo y Sánchez fue evidente en este sentido: mientras el líder popular insistió en los pactos con la formación abertzale, el presidente no solo recordó acuerdos anteriores de los populares con Bildu, sino que machacó en su argumento central: cada vez que el PP tiene un problema electoral acude a ETA como instrumento de desgaste.

Un arma de doble filo

Nada de esto elimina la pelea electoral tal y como fue planteada, con Sánchez haciendo hincapié en la gestión y el PP centrado en el deterioro institucional que ha generado el Gobierno socialista. Lo de Bildu ha sido una ocasión para que el PP muerda más fuerte en el sanchismo, y lo está haciendo.

Otra cosa es que ese mordisco tenga rédito, porque es un arma electoral de doble filo. Implica alejarse de los asuntos locales, lo que puede ser una baza para los socialistas, supone regresar a una temática que llevan años utilizando, la de ETA, lo que puede favorecer a Vox, y perder de vista el día a día de muchos españoles. Cuando el PP ha jugado esta baza, le ha salido mal con frecuencia. Solo con un Zapatero muy débil, profundamente tocado por la crisis, les funcionó, pero entonces no dominaba la campaña el deterioro institucional, sino la economía. Ahora podría ocurrir de otra manera: todo depende de que la carta a la que ha apostado todo Feijóo, el enorme desgaste personal del presidente, sea cierta. Pero si Sánchez no está en una posición similar a la de Zapatero en 2011, los populares pueden llevarse una sorpresa el 28-M. Ahondar en Bildu significa redoblar la apuesta.

Feijóo planteó las elecciones como una apuesta a una sola carta, que esperaba utilizar también después del 28-M: su seguridad en que Sánchez era un presidente desgastado, que generaba animadversión en muchas capas sociales y que se hallaba en una fase de declive difícilmente reversible, similar a la de Zapatero en los meses anteriores a las elecciones de 2011. De esa convicción nace la “derogación del sanchismo”.

Alberto Núñez Feijóo Elecciones municipales y autonómicas
El redactor recomienda