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Esteban Hernández

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La dura partida política que hay detrás del veto a Irene Montero

En las izquierdas ha penetrado la idea de que Podemos es un activo tóxico, y Sumar no es una excepción. Pero si hay que ir con ellos, al menos que vayan en puestos que no sean muy visibles

Foto: Irene Montero y Ione Belarra, en una imagen de archivo. (EFE/Zipi Aragón)
Irene Montero y Ione Belarra, en una imagen de archivo. (EFE/Zipi Aragón)
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Las negociaciones dentro de Sumar no están siendo fáciles. La mayoría de los partidos que dan soporte a Díaz no ven bien la presencia de Podemos, y no la juzgan útil ni conveniente. El momento parece obligar a la coalición, pero las resistencias se están dejando sentir.

Uno de los elementos que ha trascendido estos días, el teórico veto a Irene Montero, es una expresión más de las dificultades de fondo. La primera razón que ha venido a reforzar la posibilidad del paso atrás de la ministra de Igualdad surgió con la renuncia de Garzón y de Colau a ir en las listas: existe un cambio de ciclo y es natural que las viejas caras dejen paso a las nuevas. Hay que destacar de manera clara que Sumar es una izquierda diferente, por lo que figuras que venían del 15-M y que han tenido mucha relevancia deberían dejar paso al futuro: Montero debería entender el mensaje. Es cierto que un argumento de esa clase presupondría que tampoco Errejón fuera en las listas, lo que no parece probable, y tendría que pasar por alto que los incentivos decaen cuando no hay un horizonte de victoria electoral: a Colau, por ejemplo, le resultaría más atractivo ir en las listas si el destino final fuese ser ministra en lugar de diputada.

El veto a Montero es real, en el sentido de que buena parte de quienes conforman Sumar preferiría ir sin Podemos, pero su utilización en este contexto suena mucho más a maniobra para que, en el caso de que las negociaciones lleguen a buen puerto, acepte un lugar secundario en las listas. Negar el número dos (o el tres) en Madrid a Montero y enviar a Echenique a otra provincia sería uno de los objetivos, lo que tiene una clara lectura política.

La toxicidad de Podemos

No deja de ser curioso el número de venganzas que se están concentrando alrededor de los de Iglesias; y no es que muchas de ellas no sean merecidas, pero resulta significativo que ocurran ahora y vayan más allá de las desavenencias personales. Existe un afán por alejarse de Podemos relacionado, en primera instancia, con el diagnóstico que se extrajo del 28-M: la pérdida de voto había venido por la insistencia de las derechas en el sanchismo y por la aceptación de ese mensaje. Los pactos con Bildu y con ERC, y la percepción social de que se había ido demasiado lejos en asuntos como las leyes del solo sí es sí y la trans, son lo que habría causado el desplome.

Hay un malestar creciente en Sumar respecto del PSOE: no queréis a Podemos, pero nos obligáis a cargar con ellos

El PSOE tuvo claro desde el primer momento que toda esa animadversión social, que afectó al bloque progresista en su conjunto, surgía de las acciones de un Podemos que había subrayado su intensa relación con los independentistas y que había apostado desde el Ministerio de Igualdad por utilizar un tono y por dictar unas normas que habían generado mucho ruido y demasiado rechazo. Los socialistas y los de Díaz coincidieron en la lectura. Por eso, muchos de quienes conforman Sumar no los desean a su lado: son tóxicos y restan voto. Y de ahí surge también un malestar creciente con el PSOE: no los queréis, pero nos obligáis a cargar con ellos; queréis concentrar el voto de las izquierdas y por eso nos forzáis a recoger a quienes restan.

Foto: Irene Montero y Yolanda Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Sin embargo, las urgencias del momento, las características de la ley electoral y las presiones mediáticas y sociales, así como las surgidas de la misma Moncloa, conducen a la necesidad de acuerdos, en especial para no generar más animadversión en el fatigado elector de izquierdas. En Sumar piensan que, si tienen que soportarlos dentro, que sea en un lugar poco relevante: hay que alejarse de Bildu, de ERC y de Podemos, generar un proyecto propio y tratar de crear una izquierda diferente. Y para ello, todas las caras visibles de Podemos deben ir en puestos de segundo orden; deben dar la sensación de que no tienen ninguna influencia. Lo que transmitiría un efecto tranquilizador: en el hipotético caso de que los números diesen, nadie de Podemos estaría en el Gobierno de coalición.

Romper Podemos por abajo

Yolanda Díaz tiene un recurso evidente para alcanzar este objetivo, que se ha utilizado en otras ocasiones estos años (por Podemos, sin ir más lejos). Si ofrece a un número razonable de líderes locales de Podemos que encabecen las listas en sus circunscripciones, será mucho más difícil para la dirección del partido negarse a aceptar puestos en lugares secundarios de las grandes ciudades como Madrid. Si dibuja un camino de futuro a las bases de Podemos que aún subsisten, dividirá a un partido débil y dejará a Iglesias sin fuerzas propias. Este movimiento, que se está produciendo ya, no solo tendría el efecto de tratar de reunir en Sumar a los militantes de Podemos sin contar con la cúpula, sino que dejaría sobre las espaldas de Montero y los suyos el peso de la ruptura: explicar que no se llega al acuerdo porque Montero y Echenique no ocupan un puesto determinado sería muy costoso.

Foto: Enrique Santiago, Irene Montero y Yolanda Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Sin embargo, queda una última opción, porque Podemos no está del todo vencido: si atendemos a encuestas recientes, los de Iglesias podrían obtener representación yendo solos. Y no necesitarían llegar a cinco diputados para tener grupo parlamentario propio, porque Esquerra o Bildu podrían acudir en su ayuda si los números no diesen. Esta es, en realidad, la opción preferida por la cúpula de Sumar, y a Podemos no le parece tan mal si Díaz no es razonable con ellos. Y de fondo, sea cual sea la opción elegida, el PSOE acecha agitando la bandera del voto útil.

Las negociaciones dentro de Sumar no están siendo fáciles. La mayoría de los partidos que dan soporte a Díaz no ven bien la presencia de Podemos, y no la juzgan útil ni conveniente. El momento parece obligar a la coalición, pero las resistencias se están dejando sentir.

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