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La mejor carta que Sánchez puede jugar con Puigdemont para ser investido
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Esteban Hernández

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La mejor carta que Sánchez puede jugar con Puigdemont para ser investido

A pesar de las alarmas que desataron las exigencias del líder de Junts, la tranquilidad es la nota dominante en el Partido Socialista: el contexto suele determinar el resultado de las negociaciones

Foto: Pedro Sánchez. (Getty/Anna Moneymaker)
Pedro Sánchez. (Getty/Anna Moneymaker)
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Las negociaciones son procesos dinámicos, y no cabe tomar sus distintos momentos como si fueran la totalidad. Las exigencias de Puigdemont son un punto de partida, no el de llegada, y es algo que debería tenerse en mente a la hora de analizar sus peticiones, ya que su concreción, de darse, solo tendría lugar al final del camino.

El regateo forma parte de las negociaciones. Puede ser de diferentes maneras. Lo habitual es que una parte eleve el precio en el inicio, sabedora de que la contraparte lo intentará rebajar al máximo. Como señala Antonio Fernández, este puede ser el caso. Puigdemont ha querido dar la imagen de president legítimo en el exilio, y su discurso pretendía tener recorrido interno de cara a la Diada, en que no desea que Junts sea abucheado por los suyos, como le ha ocurrido a ERC. Ha fijado un marco continuista con 2017 como arranque, y a partir de ahí, y tras el 11 de septiembre, llegará el momento de las negociaciones en serio y de las cesiones que comportarán. Es una posibilidad. En cualquier caso, los términos de partida son difícilmente aceptables para el bloque socialista, en la medida en que no se renuncia al “volveremos a hacerlo”, en que carga la culpa sobre el Estado de lo ocurrido y en que pretende que se constate que el referéndum de 2017 fue legal y legítimo. De no moverse Junts de estas posiciones, el resultado sería la repetición electoral.

Foto: Yolanda Díaz y Carles Puigdemont, antes de su reunión en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys)

En ese proceso negociador, también podría ocurrir que el regateo se parezca a eso que ahora llaman precios dinámicos, es decir, un sistema según el cual cada vez que se echa un vistazo a una página para comprar un billete de avión o la entrada de un concierto, el precio sube. Esa forma de regateo unilateral es otra posibilidad, y quizá Puigdemont y los suyos perciban cierto beneficio en poner las cosas más difíciles y optar por el programa de máximos.

La posición negociadora

Las negociaciones, sin embargo, no ocurren en el vacío ni dependen de la pura voluntad de las partes. Las constricciones estructurales y el momento en que se producen son muy relevantes. No determinan el resultado, porque el margen de acción humana está siempre ahí, pero lo condicionan. Y esa es la mayor baza de Sánchez para lograr que Junts ayude en la investidura sin que el precio sea excesivo, probablemente limitado a la amnistía y a una promesa de una revisión futura de la organización territorial del Estado.

No hay que olvidar que Junts ha perdido mucho poder local (ayuntamientos y diputaciones), con lo que eso significa de menoscabo económico

Junts está en una situación complicada, en la que influyen tres factores: la posición del ala dura, que quiere persistir en el marco de 2017, el deseo de sectores del partido de regresar a posiciones convergentes que hagan más fácil el futuro, rebajando los elementos identitarios y priorizando un enfoque más económico, y la situación procesal de dirigentes y cuadros. Y todo esto sin olvidar que Junts ha perdido mucho poder local (ayuntamientos y diputaciones), con lo que eso significa de menoscabo económico.

La oportunidad

En ese contexto debe tomarse la decisión sobre la investidura de Sánchez. La otra opción es la repetición de elecciones. Y es una opción arriesgada para todas las partes, pero mucho más para Junts. El PSOE ha mostrado desde hace tiempo una predisposición indiscutible a la negociación: está aceptando de antemano términos como amnistía, que no es un asunto menor, y ha declarado repetidamente que es el momento de arreglar el problema catalán. Esa postura puede generarle algunas críticas internas, y granjearle la animadversión de los partidos opositores nacionales, pero fija una voluntad significativa. En Cataluña, se percibe como una oportunidad difícilmente repetible.

El riesgo para Junts no es perder apoyo en una repetición electoral, sino que ganen las derechas

Es decir, si las exigencias de Junts son lo suficientemente duras como para romper las negociaciones, y la repetición electoral se produce, serán los de Puigdemont los que sean percibidos como responsables. En primera instancia, a los independentistas podría no molestarles, e incluso les permitiría crecer en escaños, porque habrían mostrado una voluntad firme. Pero sería poco relevante: que tengan mayor o menor presencia en el Parlamento es asunto secundario respecto del problema de fondo.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE/Pablo Garrigós) Opinión

El gran riesgo para Junts es que exista repetición electoral y ganen las derechas. En ese caso, no solo no habrá negociación, sino que esa solución de las situaciones procesales se esfumaría. La hostilidad previsible de un Gobierno de ese color contra el independentismo pondría mucho más difíciles las cosas a Junts, y además sus dirigentes serían percibidos como los grandes causantes de la pérdida de una importante oportunidad.

Las elecciones catalanas

Cataluña ha votado masivamente a favor del PSOE y en contra de un Gobierno PP-Vox. El independentismo ha perdido mucho peso en las elecciones generales, y el humor social que los comicios transparentaron fue el de la necesidad de poner freno definitivo a las tensiones surgidas de 2017. Habrá elecciones catalanas en breve, y si se fuerza una repetición de las generales cuyo resultado fuera en contra del sentir social dominante en Cataluña, Junts concurriría a las autonómicas como el gran responsable del desastre.

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Matthys)

Hay quienes piensan que, en realidad, este sería el marco idóneo para que el independentismo resurgiera con fuerza, en la medida en que un Gobierno de derechas participado por Vox lo beneficiaría. Quizá sí a largo plazo, pero a corto los resultados serían muy difíciles de sobrellevar: el PSC saldría muy reforzado y Junts quedaría aislado socialmente, con independencia de que le fuera un poco mejor o un poco peor en los diversos comicios: sería percibido como la fuerza política que habría impedido una solución razonable para Cataluña, con el añadido de que muchos de los suyos serían sancionados administrativa o penalmente. Les colocaría en una situación en la que el resurgir del independentismo resultaría improbable a corto plazo.

Jugar la baza de la repetición electoral contiene un riesgo muy elevado para Junts, bastante más que para el PSOE. El escenario social, el equilibrio inestable de las fuerzas parlamentarias y la situación interna de JxCAT van a condicionar las decisiones que Puigdemont y los suyos tomen. Eso no significa que el acuerdo de investidura vaya a llegar, porque el factor humano es relevante, pero lo vuelve mucho más probable.

Las negociaciones son procesos dinámicos, y no cabe tomar sus distintos momentos como si fueran la totalidad. Las exigencias de Puigdemont son un punto de partida, no el de llegada, y es algo que debería tenerse en mente a la hora de analizar sus peticiones, ya que su concreción, de darse, solo tendría lugar al final del camino.

Pedro Sánchez Carles Puigdemont Partido Popular (PP)
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