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Las lecciones que deben anotarse del éxito de Javier Milei
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Esteban Hernández

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Las lecciones que deben anotarse del éxito de Javier Milei

Más allá de las valoraciones alarmadas o de entusiasmo respecto de la elección de Milei, debe constatarse que no se trata de algo aislado: el mundo está cambiando y las derechas también

Foto: Javier Milei. (Luciano González/Europa Press)
Javier Milei. (Luciano González/Europa Press)
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Antes de que los anuncios del nuevo gobierno de España vayan disolviendo los ecos del triunfo de Milei, conviene reparar en su importancia, que excede lo simbólico. Los procesos electorales son diferentes en cada país, las especificidades tienen un peso, pero en el caso argentino se han repetido constantes que apareciendo muy a menudo en los comicios occidentales.

Una de ellas, de notable relevancia, es la diferencia en el sentido del voto existente entre las grandes ciudades, esas que poseen conexiones globales, y el interior de los países a los que pertenecen. En Estados con extensión y población (Países Bajos, Dinamarca o Suecia, por ejemplo, gozan de otras condiciones), un vistazo al mapa retrata las opciones políticas: las ciudades costeras y el interior de EEUU, Londres y el resto del país, París y las regiones interiores de Francia votan de manera muy distinta. Las opciones conservadoras cuentan con arraigo y éxito en las zonas que han sufrido más con la globalización, mientras que las progresistas tienen recorrido en las ciudades con mayor vitalidad. También ha sucedido en Argentina. Los resultados en Buenos Aires y en el resto del país, salvo algún feudo peronista, han sido muy diferentes.

Un matiz: el empate técnico entre Massa y Milei que diagnosticaban muchas encuestas era correcto si solo hubiera votado la provincia de Buenos Aires; del mismo modo que los sondeos en las elecciones españolas hubieran acertado, más o menos, si solo se hubieran tenido en cuenta los resultados de una parte de España, con su capital en el centro. A veces, el sesgo que otorga el territorio desde el que se realizan las encuestas ofrece una lectura incorrecta.

La lección argentina

En esa dinámica entre territorios ganadores y perdedores y clases sociales ganadoras y perdedoras que también ha decidido las elecciones argentinas, el deseo de cambio suele imponerse. Latinoamérica es un ejemplo evidente de lo que puede comenzar a pasar en Europa, por los cambios de ciclo rápidos que se viven en los comicios electorales y por la aparición de opciones cada vez más atrevidas, desde un lado y del otro del espectro político. Los cambios ideológicos están aquí y funcionan en los votantes cuyo malestar se hace patente.

Tienen más recorrido las opciones atrevidas que las moderadas, las que quieren un cambio de rumbo sistémico que las continuistas

Argentina ofrece una lección en ese sentido. En las PASO, las primarias, en la derecha tradicional competían la candidata más radical, Bullrich, y el más moderado, Rodríguez Larreta. Bullrich fue la elegida. En la primera vuelta de las generales, Bullrich y Milei peleaban por el mismo espacio político. El segundo fue el ganador. Por el contrario, en el bloque oficialista, se eligió al candidato más moderado. La idea era que la coalición liderada por Massa, Unión por la Patria, ofreciese al país moderación para contraponerla a los excesos de Milei. Una vez más, el deseo de cambio se impuso a la continuidad de un Massa que había prometido un gobierno amplio con moderados de un lugar y otro.

Es decir, y en Latinoamérica es cada vez más frecuente que los partidos ganadores sean los que prometen un cambio profundo, a izquierda y derecha. Tienen más recorrido las opciones atrevidas que las moderadas, las que quieren un cambio de rumbo sistémico que las que apuestan por continuar dentro de los límites de lo establecido. Resulta lógico: los frecuentes cambios de gobierno que aparecen en cada elección son producto de una inestabilidad continua, de una sensación de que el sistema no funciona, que no hay nada que logre dar futuro a sus poblaciones. Lo antisistémico emerge entonces como una opción real.

El cambio en las derechas

El tercer aspecto significativo de las elecciones argentinas es el paso adelante de las derechas, algo que lleva sucediendo desde los años 80 del siglo pasado. En el caso anglosajón es evidente, y desde allí suelen expandirse las ideologías hacia el resto del mundo. Desde Reagan y Thatcher aparecieron Bush padre, Bush hijo y Trump, opciones diferentes entre ellas, pero que establecen una línea de continuidad: generan cambios cada vez más profundos. Milei añade un cambio cualitativo. Bolsonaro era Trump, Milei va más lejos. Su ultraliberalismo económico y su derechismo político añaden grados sustanciales a la ecuación ideológica.

Si es solo un fenómeno aislado, lo veremos con el tiempo, pero cierta capacidad de contagio a corto plazo parece inevitable. Máxime cuando hay un problema evidente de gestión de las sociedades: el descontento y el malestar precisan de un plus de control, y Milei ha prometido poner orden, tanto desde el punto de vista económico, con su plan de cambios radicales, como desde el político, en la lucha contra la corrupción y contra el socialismo. Es una derecha que va más allá.

El caso español

En principio, la variable Milei parece alejada de Europa, y tampoco tendría mucha relación con España. En nuestro país el voto territorial, el de ganadores y perdedores, no está definido por la tensión entre la ciudad global y el resto del país, sino que queda marcado, como constatamos nítidamente en las últimas elecciones generales, por la llamada línea del Ebro, y sus consiguientes tensiones nacionalistas.

Las ideas de Milei están claramente presentes en las derechas internacionales: no son un fenómeno aislado, sino parte de una tendencia

En España, el éxito de Milei podría beneficiar a Vox, el partido que más se ha significado en el apoyo al nuevo presidente argentino, pero también es factible que anime a la parte más derechista del PP, la aznarista, la de Cayetana Álvarez, la de Ayuso, a impulsar cambios dentro de su partido. Hasta Rajoy firmó en apoyo a Milei, y eso quiere decir algo.

La influencia real de este giro en la derecha dependerá del recorrido que tenga el nuevo gobierno argentino. Lo que ha prometido Milei es asentar todavía más la posición atada a la financiarización, a los deudores del país, a los vínculos con EEUU e Israel y a la hostilidad con China. Y esas son ideas claramente presentes en las nuevas derechas internacionales: no es un fenómeno aislado, es parte de una tendencia.

Cómo funcionará el gobierno argentino y cuáles serán sus efectos es una incógnita. También lo es qué parte del programa se llevará a efecto: le puede ocurrir lo mismo que a Liz Truss y que el intento de cumplir con lo prometido genere mucha animadversión entre los suyos. Pero no cabe duda de que el éxito de Milei recoge elementos que exceden a Argentina y a América Latina y que conectan con tendencias presentes en todo Occidente. Cada país las encaja a su manera, pero están ahí.

Antes de que los anuncios del nuevo gobierno de España vayan disolviendo los ecos del triunfo de Milei, conviene reparar en su importancia, que excede lo simbólico. Los procesos electorales son diferentes en cada país, las especificidades tienen un peso, pero en el caso argentino se han repetido constantes que apareciendo muy a menudo en los comicios occidentales.

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