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El plan B después de Sumar: los problemas que afronta Díaz
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Esteban Hernández

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El plan B después de Sumar: los problemas que afronta Díaz

Sumar salvó el penúltimo escollo con la integración de IU en sus listas de las europeas. Pero esa decisión supone también un mero aplazamiento de una ruptura que se adivina general: la sucesión está de fondo

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (Europa Press/Eduardo Parra)
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (Europa Press/Eduardo Parra)
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La fotografía del espacio a la izquierda del PSOE tras las elecciones vascas sale en tonos muy oscuros. Era esperable, pero no por ello resulta menos inquietante. El último escollo que se ha salvado provenía de Izquierda Unida. En la Coordinadora Federal Extraordinaria del pasado lunes, el propósito primero de las federaciones (que eran mayoritarias) que deseaban concurrir en solitario, era la de forzar una consulta a las bases. Estaban convencidas de que la militancia no aceptaría ir con Díaz en el cuarto puesto.

El sector oficialista, en el que estaban Asturias y Andalucía, dos de las federaciones más importantes, y que fue apoyado por Enrique Santiago y Sira Rego, tenía que lograr el respaldo directo de la Federal a la integración en la lista de Sumar, pero también evitar la consulta. Lo primero se consiguió por un margen amplio, 66% contra 31%; lo segundo, con uno más estrecho, 54 contra 42. El resto fueron abstenciones.

A pesar del resultado, las tensiones continúan abiertas. Se respaldó al candidato elegido por las bases de IU para las europeas, Manu Pineda, que es justo el que no quiere Sumar, a causa de su posición decididamente propalestina. Además, IU ha anunciado que de momento no participará en el órgano directivo de Sumar. Pero son elementos menores: el choque de fondo está claramente definido por Alberto Cubero, que exige un plan B, y ese no se va a detener, porque todo el mundo está pensando en un plan B, no solo IU. Un buen resultado de Sumar en las europeas curaría muchos males; en caso contrario, todo serán problemas.

Aire de fin de ciclo

Las tensiones en IU son importantes no tanto por sí mismas como por lo que tienen de simbólicas: nadie confía ya en el proyecto Sumar. Hay un aire de fin de ciclo, de fragmentación acelerada, que va a ser complicado sacarse de encima. El problema de la sucesión, de lo que vendrá después, vuelve a estar encima de la mesa.

Se vuelve a lo mismo: a las europeas concurrirán el partido de Pablo Iglesias y el de una Yolanda Díaz errejonizada desde hace tiempo

El espacio de la izquierda creado por el 15-M no se cohesionó por afinidades ideológicas, sino por el éxito inicial; después, la casa común no fue más que un salvavidas al que agarrarse. Cuando esa función decae, todo lo demás viene detrás.

Lo más curioso es que, tras todas las vueltas, se ha acabado regresando al punto de partida: a las europeas concurrirán, el partido de Pablo Iglesias y el de una Yolanda Díaz errejonizada desde hace tiempo. Casi una década después, con todas las entradas y salidas y la llegada de nuevos partidos, como Más Madrid, la izquierda sigue en los marcos del 15-M y en sus formas de hacer y está dirigida por personas que salieron de ese movimiento o ascendieron con él.

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en el Congreso. (Europa Press/Marta Fernández Jara)

Ante este escenario, la única posibilidad de la izquierda para organizar algo con recorrido, para no seguir en esa carrera incesante hacia su conversión en minoría irrelevante, sería abordar ya el tema de la sucesión, pero no de Sumar o de Díaz, sino del espacio mismo. Es duro, porque afrontar esa tarea requiere de una condición previa: matar al padre; o más propiamente, a los padres y las madres.

La sucesión

La evolución de la izquierda desde primeros de siglo ha sido llamativa porque los problemas de sucesión que se habían generado en Izquierda Unida, con una generación de jóvenes que tenían experiencia en América Latina y que querían trasladar a España las fórmulas allí aprendidas, chocaron con la mentalidad de los dirigentes del partido. De manera que, en lugar de pelear dentro para conseguir el poder, decidieron arreglar las cuitas desde fuera. Pusieron Podemos en marcha y relegaron a sus mayores a un lugar secundario primero, y después los sacaron de la política.

Ahora es necesario un momento sucesorio también, pero es muy difícil hacerlo desde fuera, y también lo es desde dentro. Las dinámicas habituales, basadas en unir dentro del mismo espacio fuerzas de distinto signo (y cuya potencia es más territorial que ideológica), lleva a realizar equilibrios incesantes entre proyectos que tienen poco que ver, cuyos intereses principales están situados en su territorio y cuyos objetivos son, a menudo, divergentes.

La sucesión precisa de nuevos liderazgos que sustituyan a quien ya ha cumplido su ciclo, algo a lo que se resisten quienes están en el poder

Todos sus líderes, salidos del 15M o ascendidos a raíz de ese movimiento, han demostrado su incapacidad para construir organización y para tejer una propuesta de futuro que cale en la población española. Desde su momento de auge, es decir, desde que el asalto al PSOE en 2016 fracasó, su trayecto ha sido un descenso continuo en aceptación social y porcentaje de voto. Las acuciantes necesidades de los socialistas de aliados para ganar y mantener el Gobierno les han mantenido vivos durante años, pero lo cierto es que el espacio sigue menguando de manera sustancial y no se perciben visos de reactivación. La paradoja última de Sumar es que, en su intento de renovación, ha acabado trayendo a Errejón a escena como figura influyente.

Como de costumbre, la sucesión precisa de nuevos liderazgos que sustituyan a quienes ya han cumplido su ciclo, algo a lo que se resisten quienes están en el poder. En esta época, sin embargo, esa reactivación es acuciante, en la medida en que el desgaste de la izquierda es grande y en que los tiempos internacionales son muy diferentes.

La otra parte del problema

Los liderazgos, sin embargo, son solo parte del problema. Una de las dinámicas más perjudiciales a las que ha llevado las dirigencias salidas del 15-M, con su desinterés por la estructura y la organización, es que han hecho mucho más intenso el ‘aparataje’. Las discusiones, una y otra vez, han girado alrededor de la organización, de quién entra y quién sale, de con quién unirse y con quién no, de los puestos en las listas y de los cargos que se reparten. La informalidad no ha generado una gestión más eficiente y rápido, sino lo contrario, un incremento de los males que debían combatirse: se ha discutido y se discute mucho más del aparato que de política. Un ejemplo más: este fin de semana Sumar tenía previsto elegir a su ejecutiva este sábado, pero ha pospuesto la elección de parte de ella, aquella que corresponde elegir a los partidos que integran la coalición. Más discusiones sobre el reparto del poder.

Foto: Acto de cierre de la Asamblea fundacional de Sumar. (Ricardo Rubio/Europa Press) Opinión
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La derivada obvia es que esas dinámicas conducen a que no se piense nunca en el proyecto y a que se acaben dejando en lugar secundario las cosas grandes y las pequeñas, esto es, las transformaciones estructurales que se están produciendo en esa época y las demandas cotidianas de los ciudadanos. Su tarea política se ha alimentado de movimientos tácticos y se ha limitado a recoger temas más o menos en auge: ahora tocaba el feminismo, luego la salud mental, más tarde la vivienda. Llevan mucho tiempo dejándose arrastrar por los problemas internos como para estar al tanto de lo que ocurre ahí fuera (y están sucediendo muchas cosas) lo que hace muy difícil que logren entender a su sociedad y puedan poner en marcha ideas, propuestas y acciones a la altura de los tiempos y de las demandas ciudadanas.

Estos son los dos grandes problemas de la izquierda: sin matar al padre y sin poner sobre la mesa un proyecto, su espacio irá estrechándose. Los tiempos van en su contra, el PSOE puede crecer en su ámbito y las izquierdas nacionalistas les están comiendo el terreno. Alguna vez tendrán que reaccionar: no hay que olvidar que ese fraccionamiento de las izquierdas en Europa está conduciendo hacia la irrelevancia. De momento, el espacio vive en un paréntesis activo hasta el día después de las elecciones europeas.

La fotografía del espacio a la izquierda del PSOE tras las elecciones vascas sale en tonos muy oscuros. Era esperable, pero no por ello resulta menos inquietante. El último escollo que se ha salvado provenía de Izquierda Unida. En la Coordinadora Federal Extraordinaria del pasado lunes, el propósito primero de las federaciones (que eran mayoritarias) que deseaban concurrir en solitario, era la de forzar una consulta a las bases. Estaban convencidas de que la militancia no aceptaría ir con Díaz en el cuarto puesto.

Yolanda Díaz Sumar
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