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El 'Conducator' Rubalcaba, Montesquieu y la política obscena
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Melchor Miralles

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El 'Conducator' Rubalcaba, Montesquieu y la política obscena

Quince días después de su nombramiento como Conducator, dos semanas después de que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se blindara convirtiendo al hasta

Quince días después de su nombramiento como Conducator, dos semanas después de que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se blindara convirtiendo al hasta la fecha nada más y nada menos que ministro del Interior en el hombre más poderoso de España después del propio ZP, cuando han transcurrido solo dos fines de semana desde que los más importantes resortes de poder de España quedaran en sus manos, Alfredo Pérez Rubalcaba ha dejado claro como el agua que es el mismo de siempre, que otros han podido cambiar, evolucionar, pero que él es el mismo Rubalcaba que todos, o casi, todos, conocemos al dedillo.

 

Se estrenó impulsando que otros, empezando por el propio Rodríguez Zapatero, dieran alas a todo tipo de especulaciones, basadas en hechos reales, acerca de las prisas que han entrado por tratar de conseguir algo que todos deseamos, el fin del terrorismo etarra, por el camino que la mayoría rechaza, el de obtener rédito electoral de ello. Fue consumarse la crisis de Gobierno y lanzarse en tropel portavoces cuidadosamente seleccionados a lanzar mensajes con claves de optimismo. Y el gran Rubalcaba aprovechó el primer fin de semana su excelente relación con El País (el periódico de Prisa) para utilizar unas declaraciones de Otegi en las que no añadía nada que no conociéramos de antemano para darle hilo a la cometa del final de ETA, pero presentándose él al día siguiente con la estaca y las rebajas, con el mensaje de que todo sigue igual y que nadie piense que se está abonando el terreno para otra negociación. La vieja táctica de lanzar la piedra y esconder la mano.

Después, el gran escándalo que para muchos ha quedado en nada: el almuerzo con la cúpula judicial de la lucha contra ETA en Currito, histórico Chez Corcuera. El superministro, acompañado de sus dos personas de máxima confianza en Interior -el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, y el director general de la Policía y la Guardia Civil, Francisco Javier Velázquez- compartieron mesa, mantel, copa y puros con el presidente de la Audiencia Nacional, Angel Juanes, y con los condecorados magistrados, jueces centrales de instrucción y fiscales de la misma Audiencia Javier Gómez Bermúdez, Fernando Grande Marlaska, Santiago Pedraz, Javier Zaragoza y Vicente González Mota. Esta reunión es uno de los actos más obscenos que hemos visto en la política española en mucho tiempo. Es un ejercicio tan pornográfico ética, moral y políticamente que resulta anonadante que nada haya pasado y se tome a beneficio de inventario. Ya sabemos que el felipismo asesinó a Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu y su ‘Espíritu de las leyes’ hace años. Pero la imagen de representantes máximos del Poder Ejecutivo de comilona con los máximos responsables de una instancia judicial a la que competen todos los asuntos de terrorismo y algunos de los más polémicos de corrupción y que, en estos momentos, tiene pendiente investigaciones y resoluciones trascendentes en asuntos tan delicados como el escándalo Faisán, resulta insoportable y, si me apuran, ética y moralmente rebasa la raya de sobra. Más grave si cabe es este episodio que la vergonzante cacería jienense a la que, entre otros, asistieron el entonces ministro de Justicia Fernández Bermejo, el juez Garzón y, por la que revoloteó, el inefable inspector JAG, perejil de todas las salas siniestras que en Interior han sido.

No nos engañemos. Una cosa es que Rubalcaba mande un huevo y otra que tome una sóla decisión sin el visto bueno del presidente. Como sucedía en los mejores tiempos del felipismo

Jueces agradecidos por las medallas impuestas

Un almuerzo institucional o un acto oficial es una cosa, pero una comilona entre amigotes de agradecimiento por las medallas pensionadas impuestas es otra muy diferente que perjudica seriamente principios esenciales en un Estado de Derecho que se precie y que daña irremisiblemente la imagen de un sistema que hace aguas hasta el límite de que sus máximos representantes se sienten tan impunes que ya ni siquiera guardan las más elementales formas. Y va la Asociación Mayoritaria de la Magistratura, mayoritaria entre los jueces, dice que le parece "inconveniente" y se queda tan ancha. Y otro sindicato de jueces directamente comenta que le parece genial. Y el Consejo General del Poder Judicial supongo que de puente. Como para que alguien confíe en esta Justicia que da asco, pese a tantos jueces honrados que hacen su trabajo como buenamente pueden con unos medios insuficientes.

Me cuentan que el almuerzo lo pagaron a escote Gómez Bermúdez, Marlaska, Pedraz, Zaragoza y González Mota. Y que el motivo del ágape fue agradecer la mandurria medallil. Y que en el almuerzo, claro, se habló de todo: de ETA, de si negociación sí o no, de si presos para allá o para acá, de si los sumarios avanzan o retroceden, de si el Faisán come bien o come mal, de si Garzón está triste o alegre, de si hay unos mandamientos pendientes que conviene acelerar, de si vendría bien apretar por aquí o aflojar por allá, de si los Tribunales Superiores de Justicia lo hacen bien, mal o peor, de si el Consejo General del Poder Judicial se entera más o menos, de si habrá en breve vacantes interesantes o no, de si el Supremo es rápido o lento y si interesa que acelere o frene, de…

Ellos lo niegan todo. Fue una comida de amigos, una reunión de colegas. Y lo malo es que en este punto llevan razón. Lo que sucede es que, por ser así, unos y otros están incapacitados para ejercer sus responsabilidades desde la imprescindible y exigible independencia de poderes y merecen el reproche y quizá también, si alguien se empeñara, la sanción. ¿Está investigando alguien en el CGPJ el evento del Currito?

Y después, el Conducator a planificar el segundo round de fin de semana, con su País aliado. La entrevista de Rajoy y, al instante, el superministro que entra a matar, en Cádiz, donde tiene el morro de decirle a los gaditanos allí presentes que por ser la circunscripción por la que fue elegido, es él quien se ocupa de sus asuntos en el parlamento. Menos mal que sólo había obedientes militantes del PSOE porque si no se habría arriesgado a recibir alguna agresión.

“Alfredo, no se te escapa nada”

El sábado por la noche comentó con dos compañeros de partido el contenido más relevante de la entrevista. Y los colegas, con sonrisita, le dicen al jefe: "Si es que no se te escapa nada, Alfredo, lo sabes todo". Y Alfredo manejando los hilos de las cloacas, como en los mejores tiempos del felipismo rampante, como en los años que estos días nos recordaba El Mundo, años que viví tan de cerca, en los que el Conducator trataba de comprar el silencio de testigos incómodos con dinero público y utilizaba la televisión pública -con la eficaz ayuda de la siempre solícita María Antonia Iglesias- para darle cancha a Julián Sancistóbal desde el talego y que éste mintiera a sabiendas de todos exculpando al que entonces llamaban dios o señor X de sus responsabilidades en los crímenes de Estado, uno de los cuales ha vuelto a la actualidad al bendecir Estrasburgo la investigación llevada a cabo por el juez Gómez de Liaño en el sumario por el caso Lasa y Zabala. Si aquel asuntillo de nada (unas torturas por aquí, un asesinato y un poquito de cal viva por allá) por el que fueron condenados Rodríguez Galindo et al, mientras el Conducator y su hoy seguro servidor Ramón Jáuregui alababan y encubrían políticamente al general al que el Gobierno ascendió sin vergüenza.

Pero no nos engañemos. Una cosa es que Rubalcaba mande un huevo y otra que tome una sóla decisión sin el visto bueno del presidente. Como sucedía en los mejores tiempos del felipismo, en los que Alfonso Guerra se llevaba los palos y Felipe González pasaba por ser el bueno de la película, aquí hay uno que ejerce de malo por orden de otro. Pero ya no cuela. El responsable de esta política y de este estado de las cosas, el que acepta que Montesquieu forma parte del pleistoceno y que ahora la política es otra cosa, el que deja que otros muevan el árbol para después recoger él las nueces, es el presidente. Lo que sucede es que probablemente haya medido bien sus tiempos, pero ha elegido mal escudo y la estrategia puede ser suicida. El tiempo y las urnas lo dirán.

Porque el personal, aunque despacio, les va cogiendo el punto. Sobre todo al presidente Rodríguez Zapatero, que pese a acercar a su vera al gran Alfredo para que se las lleve todas él mientras teje y desteje en la tramoya del Estado, en los vertederos morales de la política, observa cómo cada encuesta que se publica repite, acrecentada la misma canción: la gente se ha cansado de él. Este fin de semana ha sido La Vanguardia la que aporta otro dato revelador. El 78% de los electores, y el 67% de los votantes del PSOE no quieren que repita ZP, quieren perderle de vista cuanto antes. Y La Razón publicó otra el martes insistiendo en el previsible batacazo del tripartito en las autonómicas catalanas, de las que hablaremos la próxima semana. Lo malo es que nos queda más de un año de aguantar a ZP y al Conducator. El espectáculo X está garantizado. ¡Qué vergüenza da y qué triste resulta!

PS1.- La batalla por la presidencia de la CEOE es de alta política. Rosell, el presidente de la patronal de empresarios catalanes Fomento del Trabajo se queja de que se utilicen en su contra argumentos estrictamente políticos, y no empresariales, para atacarle. Considera que su apoyo al Estatut y ser catalán no le invalida para sustituir al lamentable Díaz Ferrán. Las espadas están en alto, vuelan los cuchillos en la patronal y un importante constructor mueve algunos hilos y dice que los empresarios se juegan en ésta elección más que el Real Madrid el domingo contra el Atleti de Cerezo y Miguel Ángel Gil.

Quince días después de su nombramiento como Conducator, dos semanas después de que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se blindara convirtiendo al hasta la fecha nada más y nada menos que ministro del Interior en el hombre más poderoso de España después del propio ZP, cuando han transcurrido solo dos fines de semana desde que los más importantes resortes de poder de España quedaran en sus manos, Alfredo Pérez Rubalcaba ha dejado claro como el agua que es el mismo de siempre, que otros han podido cambiar, evolucionar, pero que él es el mismo Rubalcaba que todos, o casi, todos, conocemos al dedillo.

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