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Abogar por la hidráulica

La ciudadanía, tras asistir atónita al debate sobre la central de Garoña, sigue sin comprender qué le encuentra de malo el actual Gobierno y sus predecesores

La ciudadanía, tras asistir atónita al debate sobre la central de Garoña, sigue sin comprender qué le encuentra de malo el actual Gobierno y sus predecesores a la energía hidráulica. No se entiende más que como una broma estúpida el sustituir el 10% de la energía de producción nacional por un Parador.

Pero lo que es más, es que nadie parece haberse percatado de que por la zona discurre el enorme caudal del Ebro. El área es montañosa y muy poco poblada. En 10 kms. en torno a Garoña es posible la instalación tanto de grandes como de pequeñas centrales hidroeléctricas. ¿Es que a nadie se le había ocurrido?

Tampoco entiende la ciudadanía informada, que justo esa misma zona, al norte de Burgos, haya una producción nada despreciable de petróleo y de gas, que según voces dscrepantes, estaría siendo mal aprovechada —tanto medioambiental como industrialmente— por una operadora inglesa.

Centrándonos en la producción hidroeléctrica, sorprende que España no aproveche mejor su orografía y sus ríos. En España la hidráulica supone sólo el 18% de la energía eléctrica que se produce; en Nueva Zelanda alcanza el 75% mientras que en Noruega llegan a un 99% de producción vía saltos de agua. Noruega, país exportador de hidrocarburos, optó por mantener sus saltos de agua. Era, con diferencia la solución medioambientalmente más sostenible y económicamente más eficiente. Se trataba, pues, de la opción más racional y mejor para el país.

España, sin embargo, queda en un patético lugar, mientras engatusa a ecologistas y antisistemas, muchos de los cuales ni tan siquiera votan. Su patente de modernidad está, con demasiada frecuencia, en venta a cambio de la consabida subvención. “Se acabaron los tiempos de lisonjas, camaradas comerciantes del voto: no somos vuestros rehenes”; eso es lo que cada vez piensan más ciudadanos, hastiados de la demagogia pagada por todos y que tanto daño está haciendo a este país.

Los “verdes” y quienes les temen electoralmente, nos han dejado el recibo de luz más caro de Europa, mientras las eléctricas no tienen vocación de fabricar energía sino simplemente revenderla, con un margen previamente pactado con el Gobierno, y sea cual sea el precio de origen. Plegarnos a una infantil oposición sobre cualquier modo de producción de energía, nos ha dejado con un mix no sólo inservible: es que además es impagable.

Pemítasenos utilizar el conocido cuadro de costes publicado por el Profesor Juan Velarde:

 

Coste en céntimos de € por Kwh.

De generación (interno)

Ecológico (externo)

Total

Hidráulica

3,0

0’2-0’4

3’2-3’4

Nuclear

4’0

0’3-0’5

4’3-4’5

Gas natural

4’5

1’0-3’0

5’5-7’5

Carbón

4’8

4’0-8’0

8’8-12’8

Eólica

12-40

0’0-0’2

12’0-40’2

Fotovoltaica

47-80

0’2-0’5

47’2-80’5

Al hecho de ser la fuente de energía más barata de producir (costes de generación), se han de apuntar todos sus beneficios medioambientales. Su generación no da origen a residuos radioactivos ni emisiones de CO2, a la vez que se trata de una fuente de energía 100% renovable. A diferencia de la energía solar y la eólica, al embalsarse el agua es posible generar un flujo constante de energía eléctrica, o adaptar ésta a la demanda que haya en cada momento: las dificultades de almacenar energía eléctrica son bien conocidas.

Si uno de los grandes problemas de España es la desigual distribución del agua y la desertización, una de las formas de controlar mejor los caudales de agua, tanto río abajo como río arriba, es mediante embalses. En torno a ellos son posibles amplios programas de agricultura y reforestación, tan eficaces en combatir de manera permanente los efectos del cambio climático. Asimismo, si el paisaje es un valor, parece que pantanos y embalses sean preferibles a huertos solares y miles de “molinillos”.

La mejor manera de amar la naturaleza es aprovechar sus recursos de manera estética, racional y sostenible, porque eso generará los recursos que nos permita cuidar de ella.

Desde el punto de vista económico y social los beneficios de una central hidroeléctrica son indudables. No sólo los empleos directos e indirectos que genera una central, sino las innumerables actividades de ocio, deportes y turismo que caben en torno a un pantano y más en una zona de alto valor paisajístico como la de Garoña. Y poder acceder a una energía limpia, barata y de precio estable es todo ventajas para los consumidores pero es que para muchas empresas, va a ser cuestión de simple supervivencia: y no parece que estemos como para cerrar más industrias ni perder más puestos de trabajo.

¿Apoyaría usted una campaña a favor de la energía hidroeléctrica? Como siempre, con sus opiniones, elaboraremos nuestro Manifiesto Cívico.

La ciudadanía, tras asistir atónita al debate sobre la central de Garoña, sigue sin comprender qué le encuentra de malo el actual Gobierno y sus predecesores a la energía hidráulica. No se entiende más que como una broma estúpida el sustituir el 10% de la energía de producción nacional por un Parador.