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¿Dictadura? No, gracias
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¿Dictadura? No, gracias

Ayer el Ministro Caamaño, ni corto ni perezoso, nos dijo a los españoles que, ante la Ley del aborto, no cabía la objeción de conciencia. Bien,

Ayer el Ministro Caamaño, ni corto ni perezoso, nos dijo a los españoles que, ante la Ley del aborto, no cabía la objeción de conciencia. Bien, pues vaya de entrada que muchos españoles entienden que esa ley, como otras muchas, se ha hecho de espaldas a la sociedad. Y sea cual fuere el contenido de una ley, lo que está claro es que las leyes son para todos: no para unos pocos y según sus preferencias.

Cuando hablamos de Ley del aborto hablamos de un tema ultrasensible para muchísimas personas. Los españoles se estremecieron con las imágenes de las “clínicas del horror”, esos lugares del crimen donde se practicaban abortos de fetos de hasta ocho meses. ¿Qué pasó con sus encargados? ¿Y con sus empleados? Todos ellos enriquecidos con una “industria del crimen”, comparada con terrorismo o la mafia por su matanza de inocentes.

Hoy salen adelante fetos de 400 gramos. La viabilidad extrauterina cada vez se da antes. Nada de esto se ha tenido en cuenta. ¿Cómo es posible negar la objeción de conciencia a los médicos, cuando se está ignorando la ciencia? ¿Cómo es posible que un ser vivo y viable se pueda tirar a la basura? Perseguimos a quienes lo tiran al contenedor tras dar a luz pero no a quienes lo hacen un mes antes, sin más criterio que el de la conveniencia personal. Y, ¿dónde queda el juramento hipocrático?

Además, ¿dónde queda el padre? ¿Sólo tiene obligaciones una vez haya nacido el hijo? ¿No tiene nada que decir antes? Las leyes educan y si la decisión sobre tener un hijo o no, depende sólo de la mujer, el resultado pronto será —lo está siendo ya— que el embarazo “es cosa de ellas”. Desde ese momento, ¿para qué prevenir?

El Gobierno de Zapatero se ha instalado en la arbitrariedad moral y lo peor, sin que la oposición esté por corregirles demasiado ni nuestra desidiosa población por replicar nada. No nos engañemos: la Ley del aborto, y tantas otras leyes hechas sin diálogo, son la imposición a golpe de BOE de la llamada “ideología de género”. Los frentes son numerosos: modelos educativos, familia, presupuestos autonómicos, religión…

El mensaje de Caamaño ayer fue claro: palo y tente tieso a quien ose discrepar. Castigo civil, cuando no penal hasta la completa destrucción de la persona, a cualquiera que no agache la testuz, incluso ante la salvajada, el crimen y la sinrazón. Somos millones los que frente a  un feto viable, no podríamos dormir ni vivir, si no hacemos lo posible por sacarlo adelante. Tal vez sea que el derecho  a la vida lo llevemos escrito en los genes y ello nos haya permitido sobrevivir como especie. 

La Cumbre ONU de Pekín en 1995 ya rechazó de plano la ideología de género. Pese a sus oscuros términos, sus circunloquios y eufemismos, fue tachada no sólo de marxista radical… sino de directamente contraria a la Carta de los Derechos Humanos. El que quiere, abraza la masonería, se apunta a una secta esotérica o se hace budista. Usted también si quiere. Pero sepa dónde están sus límites y el respeto por la vida y la conciencia de los demás, señor Caamaño.

Y el artículo 16 de la Constitución dice que “se garantiza” —no que se tolere pasivamente o se permita— sino que “se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto…” Y este “garantizar” impone a los poderes públicos un obrar activo para asegurarse de que ningún ciudadano deba ir contra su conciencia. Por ello son legales la desobediencia a la norma o a la orden manifiestamente ilegales: aunque tengamos que ir todos al Constitucional.

El fundamento es que el hombre es un animal moral, que se hace inmenso daño cuando obra contra de lo que entiende justo y bueno. Si además lo hace forzado, se lesiona gravemente su libertad. Y además, el punto tercero de ese artículo 16, dice que “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española…” Se trata de un deber ineludible para todos poderes públicos, usted también.

¿Dictadura de nuevo? No gracias. A los españoles nos ha costado mucho, muchísimo, ganar nuestra libertad. No permitamos que la vida de un ser ya médicamente viable pueda ser arbitrariamente destruida por el Estado ni permitamos la persecución de quienes en nombre de unos valores morales que la mayoria de la población comparte, se nieguen a colaborar en esa monstruosa ceguera de decidir caprichosamente quien debe de vivir o no. Nacerán de una madre que les ha rechazado, pero no de una sociedad  incapaz de proveerles del sustento y del amor que como seres humanos merecen de sus semejantes.

Sr. Caamaño, no somos bestias, tenemos una dimensión moral y una lógica colectiva de muchos siglos ajena a sus proposiciones dictatoriales. Ser mejores no es haber permitido miles de fetos viables sacrificados. Ser mejores, es haber permitido la vida de todos esos miles de seres despreciados por el oportunismo de quienes los concibieron y de un Estado patético que solo vive para fabricarse votos.

Y como siempre esperamos sus opiniones, porque con ellas haremos nuestro Manifiesto.

 

Ayer el Ministro Caamaño, ni corto ni perezoso, nos dijo a los españoles que, ante la Ley del aborto, no cabía la objeción de conciencia. Bien, pues vaya de entrada que muchos españoles entienden que esa ley, como otras muchas, se ha hecho de espaldas a la sociedad. Y sea cual fuere el contenido de una ley, lo que está claro es que las leyes son para todos: no para unos pocos y según sus preferencias.