Es noticia
Ayuda Internacional: mentiras e ineficiencia
  1. España
  2. Proyecto Cívico
Proyecto Cívico

Proyecto Cívico

Por

Ayuda Internacional: mentiras e ineficiencia

Según el Banco Mundial, hay 1.400 millones de personas que pasan hambre en el mundo, algo así como uno de cada cinco habitantes del planeta que

Según el Banco Mundial, hay 1.400 millones de personas que pasan hambre en el mundo, algo así como uno de cada cinco habitantes del planeta que ingresan menos de 500 $ anuales per cápita y que se les considera en estado de extrema pobreza.

Regularmente nuestros políticos acuden a demostrar su largueza de corazón, encargando a sus embajadas unos actos protocolarios que fotografiar. A veces es el peaje que pagamos entre todos por desbloquear los negocios de incautos que invierten en países sin ley.

Ninguno de estos coloristas reportajes nos acaba costando menos de 50 millones de dólares. Los retrasos de las comitivas de políticos tienen a niños y mutilados esperando horas. Nada de la cacareada ayuda les llega, porque al otro lado del negocio, están los receptores del dinero, orondos y felices dignatarios africanos… o lo que se tercie. Son cleptócratas de fino olfato que no dudan en gastarse parte de la ayuda en “material antidisturbios”, armamento militar en toda regla con que aplastan cualquier atisbo de oposición política en el país.

El Wall Street Journal, a raíz de la reciente vista del Ministro Moratinos, lo dijo magistralmente: “Participar con dictadores dará mejores resultados que los que ofrece el socorro a sus disidentes, ya que los terroristas y tiranos, de alguna manera son más maleables de lo que sugiere su brutalidad.”

La ayuda internacional no es más que la forma en que los pobres de los países ricos financian a los ricos de los países pobres. ¿Quién define los programas de ayuda?, ¿qué seguimiento se hace? Nuestro record nacional es Gambia, país africano de poco más de 1 millón de habitantes y que recibe per cápita más que ningún otro. ¿En base a qué criterio?

En estos últimos 20 años la comunidad internacional ha invertido 3 trillones de dólares en la ayuda a países sin recursos. El único resultado conocido ha sido el enriquecimiento de sus dictadores, con la ayuda de los paraísos fiscales al uso. Países como Zambia, conservan la misma renta per cápita de hace 20 años, eso sí, con menor poder de compra. Los miembros de su élite política, como la de Nigeria, Zimbabwe, Guinea, Angola o Congo, son inmensamente ricos.

Yendo a más, los organismos internacionales perpetúan las situaciones de abuso. Así pues, si alguien pretende limpiar un campo de minas, ha de contratar necesariamente a las empresas designadas por la ONU, lo hagan bien o mal. Asegurado el mercado toca ahorrar costes. El desminado se hace a pie y con detectores de metales, cuando existe maquinaria que evita perder la vida. Quien jugándose la vida pisa el campo es retribuido de miseria. Se prefiere contratar a refugiados de otras guerras, en situación de ilegalidad, y sin derechos.

Pero hay mucho más. Si se quiere saber por qué la secta Moon americana pudo comprar el Banco de Uruguay, uno se encuentra el sumidero del obsoleto y corrupto sistema de deducciones fiscales de Estados Unidos, panorama de ineficiencia y corrupción consentida. Y si se indaga un poco, se verá que el arroz enviado gratis, luego se vende, previo arancel de hasta el 120% en la mayoría de los países. Y si el negocio no es suficiente, azuzamos alguna guerra tribal para vender armas o la seguimos alimentando, en la lucha por el control de minerales estratégicos, oro o diamantes: lo mismo da.

Salvo Cruz Roja, la potente Cáritas y un puñado de organizaciones bien estructuradas y auditadas, el resto de ONGs piden a gritos una reflexión seria sobre su verdadera utilidad. Un nuevo plan Marshall es lo que tienen en la cabeza muchos de los más concernidos activistas. Análisis país por país, para la creación de pequeñas y medianas estructuras empresariales que permitan el verdadero desarrollo económico. Un buen planteamiento es el de China, que jamás regala dinero: sólo financia infraestructuras allí donde hay algo que llevarse a cambio. El sistema funciona. No sería malo contar con la experiencia asiática acerca de cómo sacudirse la pobreza.

Casi nada de lo que creemos que damos gratis, llega así a sus destinatarios. Tanto a ellos como a quienes en España hoy hacen cola en los comedores de caridad, la Alianza de Civilizaciones y el Nobel de la Paz les pillan muy lejos.

Urge un nuevo concepto de cooperación internacional, con un control efectivo de que los medios llegan a esos 1.400 millones de pobres que no saben qué es lo que queremos con nuestra verborrea y caricias. ¿Por qué las ayudas de la UE se escrutan minuciosamente y no las que da España?

Las pocas calles del minúsculo cantón de Zug en Suiza, son testimonio de cuántas estructuras financieras ficticias hay creadas para pagar vergonzosos peajes a los gobernantes del tercer mundo cuando adjudican concesiones para explotar los recursos naturales. Las empresas que pagan cotizan en bolsa, tienen en su web hermosas declaraciones de responsabilidad social corporativa y numerosos premios internacionales, mientras por el otro lado sostienen a sátrapas y bribones políticos locales,  eso cuando algo no vuelve al bolsillo del dadivoso aspirante al reconocimiento internacional —incluso planetario— de turno.

Como todas las semanas esperamos sus opiniones, esta vez sobre cómo gestionar la ayuda internacional, porque con ellas vamos haciendo nuestro Manifiesto Cívico.

Según el Banco Mundial, hay 1.400 millones de personas que pasan hambre en el mundo, algo así como uno de cada cinco habitantes del planeta que ingresan menos de 500 $ anuales per cápita y que se les considera en estado de extrema pobreza.

Pobreza