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Eduardo Madina

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"Castigar a los traidores", "entregar la propia vida por esa causa". Difícil concentrar en tan solo un párrafo una definición mejor del fundamentalismo al servicio de una causa cualquiera

Foto: Placa conmemorativa del asesinato de Jean Jaurès. (Remi Jouan, Wikipedia)
Placa conmemorativa del asesinato de Jean Jaurès. (Remi Jouan, Wikipedia)

Jean Jaurès fue un dirigente socialista francés de principios del siglo XX que abogó por una unión transnacional de la clase obrera que contribuyera a evitar el desencadenamiento de la I Guerra Mundial.

Raoul Villain fue su asesino. Miembro de un partido nacionalista llamado Acción Francesa. La noche del 31 de julio de 1914 se acercó al lugar donde cenaba Jaurès y disparó tres veces a través de una de las ventanas del Café du Croissant. El líder socialista cayó muerto allí mismo.

“Si he cometido este acto —dijo Villain— es porque el señor Jaurès ha traicionado a su país.... Juzgo que hay que castigar a los traidores y que es posible entregar la propia vida por esa causa”.

“Traicionar a tu país”, “castigar a los traidores”, “entregar la propia vida por esa causa”. Difícil concentrar en tan solo un párrafo una definición mejor del fundamentalismo al servicio de una causa cualquiera, da igual de qué se trate. En este caso, se trataba de una unión patriótica sagrada para el enfrentamiento bélico contra 'el otro'. Un otro nacional. Una patria contra otra patria. Una trampa de sangre que dejaría 10 millones de muertos y 20 millones de heridos entre los combatientes y además un indeterminado número de muertos entre la población civil que oscila entre los 5 y los 10 millones.

Jaurès fue asesinado por haberse opuesto al inicio de esa masacre que marcaría el siglo XX hasta el derrumbamiento del muro de Berlín en 1989, por negar la existencia de un nosotros nacional al servicio de cualquier tipo de causa y por haber sabido establecer como prioridad las condiciones de vida de los trabajadores antes que las afirmaciones nacionales del tipo que fueran.

Jaurès fue asesinado por negar la existencia de un nosotros nacional al servicio de cualquier tipo de causa y por haber sabido establecer como prioridad, las condiciones de vida de los trabajadores

Defendió siempre la existencia de una vía para la izquierda por los senderos ilustrados de la razón. Entendió el socialismo como una extensión de su humanismo y no como una pretensión de verdades absolutas y de dogmas de fe que él intuía que terminarían derivando en la sustitución de una forma de dominación por otra.

Su lealtad republicana y su conciencia democrática fue duramente criticada. Fue acusado de traidor, de defensor del ordenamiento burgués, de ser parte de un 'establishment' que debía ser derribado para la implantación de un nuevo orden impuesto por los que afirmaban tener la única razón posible.

Más de un siglo después, en condiciones y circunstancias muy distintas, los fundamentos del debate siguen de alguna manera presentes en esta nueva época de nuestra Historia.

Sigue habiendo quien considera que la política es el instrumento que opera en beneficio del progreso económico y social y que debe hacerlo por los canales institucionales que ordenan y representan la pluralidad interna de nuestra sociedad. Y hay, a su vez, quien considera que precisamente los canales en los que lo hace están todos viciados y por tanto desdibujan las virtudes del instrumento.

Hay quien considera que la aceptación del principio de pluralidad es positivo y quien considera que la pluralidad es un problema. Que el futuro pasa por la implantación de los puntos de vista propios en forma de nuevas hegemonías para los marcos comunes del conjunto de una sociedad.

Siguen intactas las fronteras del debate. Y sobre el desarrollo del mismo empezamos a ver que sus derivadas están alcanzando cotas nunca vistas

Hay quien considera que la idea de patria es un sentimiento íntimo, elegido, donde nadie tiene derecho de cuestionamiento o pregunta y quien, por el contrario, se otorga a sí mismo el derecho de definición de un nosotros nacional, homogéneo y obligatorio para el conjunto de una sociedad.

Hay quien considera que el mejor modelo de organización del espacio público que compartimos es un Estado en el que una sociedad de ciudadanas y ciudadanos libres se igualan en derechos y en obligaciones. Y hay quien considera que el mejor modelo es el que se ordena sobre conjuntos nacionales cerrados que se establecen sobre las bases de una identidad nacional subjetivamente definida y subjetivamente conformada en sujeto de derechos colectivos.

Siguen intactas las fronteras del debate. Ampliadas, pero intactas. Y sobre el desarrollo del mismo empezamos a ver que en los últimos años, sus derivadas están alcanzando cotas nunca vistas desde hace décadas.

Gramsci señalaba que los monstruos aparecen en los instantes históricos en los que un mundo viejo no termina de morir y un mundo nuevo no termina de nacer. Quizá estemos en uno de esos instantes históricos. Y quizá algunos de esos monstruos sean Farage y el Brexit, la extensión de las doctrinas del miedo y del rechazo, de repliegue nacional a la lo largo y ancho de Europa, Donald Trump y su proyecto supremacista, machista y de cierre de fronteras y rechazo al inmigrante.

Es urgente la defensa de un proyecto ilustrado, respetuoso con la democracia representativa, en una UE que recupere sus valores humanistas más altos

Por todo ello, es urgente la defensa intelectual y política de un proyecto ilustrado, respetuoso con la democracia representativa, identificado con Estados integrados en soberanías políticas y económicas en una Unión Europea que recupere sus valores humanistas más altos. Un proyecto de ciudadanas y ciudadanos libres e iguales en derechos y obligaciones como modelo único de establecimiento de la pertenencia, que recupere las ideas que desde la Revolución Francesa han producido las más altas cotas de pensamiento del ser humano. Kant en la idea de paz. Tocqueville y Marx en la idea de igualdad, Locke en la idea de libertad y Hobbes en la idea de seguridad.

La Europa posterior a la II Guerra Mundial —paz entre estados compuestos por ciudadanos y ciudadanas libres e iguales que conviven en sociedades cohesionadas y abiertas— renació tras las cenizas de 1945 sobre las bases pactadas de esas ideas. Hoy está en juego que todas ellas y todo lo que pueden seguir significando, no pierdan la batalla, 70 años después, contra los monstruos que las cuestionan: Farage, Trump o Le Pen.

Jean Jaurès fue un dirigente socialista francés de principios del siglo XX que abogó por una unión transnacional de la clase obrera que contribuyera a evitar el desencadenamiento de la I Guerra Mundial.

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