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Lobistas vs. decisores públicos: deliberadores del bien común
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Elena Herrero-Beaumont

El cuarto y quinto poder

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Lobistas vs. decisores públicos: deliberadores del bien común

Espero que no solo las nuevas regulaciones de los 'lobbies', sino también los propios decisores públicos y la opinión pública, tengan la visión suficiente para facilitar esos diálogos

Foto: Sesión plenaria en el Parlamento Europeo. (EFE)
Sesión plenaria en el Parlamento Europeo. (EFE)

“Yo sé perfectamente cuándo hay un 'lobby' detrás de un interés,” me explicaba hace unos años un alto cargo de la administración. “Los precios suben en detrimento del ciudadano,” continuaba. “Y nosotros estamos aquí por mandato representativo para proteger el bien común,” concluyó.

Recientemente, este mismo alto cargo rechazó la posibilidad de reunirse con una compañía extranjera que está planteando serios retos a uno de los sectores estratégicos del país. Se excusó por problemas de agenda, que podría ser, pero a mi me vino a la cabeza inmediatamente aquella conversación que mantuve con él allá por 2013. Una época en la que España comenzaba a asomar la cabeza tras años de enorme dificultad. Una época en la que el Gobierno de Mariano Rajoy se sentía algo empoderado tras haber logrado eludir el rescate que Bruselas y esos mismos poderes estaban determinados a imponernos. Una época en la que el David del Gobierno español logró vencer al Goliat de la Troika, los mercados financieros y la prensa financiera anglosajona.

Una época en la que España asomaba la cabeza tras años de enorme dificultad y en la que el Gobierno se sentía empoderado tras eludir el rescate

Sin duda, lo que todos deseamos es que existan decisores públicos que sean capaces de proteger el bien común. Pero ¿lo pueden hacer sólos? Y ¿cómo definimos ese bien común? He ahí las cuestiones que arden. En el ejemplo anterior, el Gobierno nos comunicó a todos que hizo una excelente gestión en aras de su idea del bien común, pero muchas voces se alzaron de inmediato con un "pero ¡si sí que hubo un rescate financiero a la banca española que hemos pagado todos los españoles!".

La deliberación, hacia el bien común

Ahora nos toca ponernos un poco filosóficos, perdónenme de antemano, pero es bueno recuperar ciertos principios que inspiran los pilares fundamentales, ya no solo de nuestra democracia, sino de nuestra propia condición humana. El tema de la regulación de los 'lobbies', de tan rabiosa actualidad, está limitándose a aspectos tácticos y superficiales, pero existe un tema de fondo, que es el que a mí, como representante de intereses privados, me interesa defender ante nuestros decisores y la opinión pública.

Descartes nos ilustró la idea de que el razonamiento, a través del diálogo o la deliberación, es el proceso para llegar a la verdad

"La cuestión de la deliberación no es nada nueva", me aleccionaba con paciencia el constitucionalista Rafa Rubio en una comida esta semana. En resumen, y saltándonos rápidamente a Aristóteles, el parlamentarismo moderno se asienta en tres principios fundamentales de la Ilustración: 1. existe la verdad; 2. ésta se puede alcanzar; y 3. se alcanza a través de la razón. Es decir, Descartes nos ilustró la idea de que el razonamiento, a través del diálogo o la deliberación, es el proceso para llegar a la verdad.

Pero después de los ABCs, Rubio me sorprende con algo novedoso: “El constitucionalismo dialógico de Gargarella,” comenta. El constitucionalista argentino, Roberto Gargarella, de la escuela del norteamericano, Cass Sunstein (que también sigue muy de cerca nuestro español Daniel Innerarity), plantea que incluso los principios más básicos han de ser sometidos a diálogo y que hemos de permitir una reforma de las instituciones para facilitar ese diálogo. Una innovación en el ámbito constitucional, pero que en el mundo real resulta de cajón. La complejidad del siglo XXI requiere revisar constantemente las teorías que se daban por válidas. Estamos viendo cómo las creencias más establecidas en el campo de la física, de la tecnología, de la medicina, de la bioética son constantemente cuestionadas.

Así lo explicó en 'El País' hace unos años el experto en bioética, Diego Gracia Guillén: “No se trata de dejar fuera las creencias, los valores y las emociones, porque los seres humanos los incluimos siempre en nuestra toma de decisiones, pero sí de someterlos a un proceso racional de análisis. Todos esos elementos han de articularse razonablemente, de lo contrario caemos en el fundamentalismo.” Ni más ni menos.

Lobistas vs. decisores

Aquí entramos nosotros, los lobistas. ¿Qué harían nuestros decisores públicos sin un grupo de profesionales instruidos, como ellos, en el arte de la deliberación? Un arte que hay que aprender y que requiere de un método y de un saber estar. Cito de nuevo a Gracia Guillén, que lo explica estupendamente en el mismo artículo: “Nadie nace sabiendo hacerlo y, en general, lo que a uno le pide el cuerpo no es deliberar, sino imponer su propio criterio, anular al contrario.”

Nos queda mucho que mejorar, pero nos caracterizamos por introducir en esa relación entre lo público y lo privado una metodología

Los profesionales del 'lobby' en España lo estamos aprendiendo con grandes dosis de formación y experiencia. Nos queda mucho que mejorar, pero nos caracterizamos por introducir en esa necesaria relación entre lo público y lo privado una metodología, una transparencia (vamos, que soy miembro del comité ejecutivo de Transparencia Internacional) y una ética. Y por supuesto estamos participando en el gran arte de la deliberación. Aún recuerdo la frase que me soltó en 2011 un jurista de reconocido prestigio cuando le dije que me quería dedicar a esta profesión: “Elena, guapa, prepárate para hacer mucha pedagogía mientras caminas cinco años en el desierto.” Y así ha sido. Durante este tiempo, hemos ido introduciendo nuestro método en las grandes empresas, sobre todo extranjeras, pero también españolas, en algunas pequeñas, en patronales y en fundaciones, y, a la par, hemos ido haciendo esa labor pedagógica, no sólo a través de formación universitaria, de artículos y de foros, sino en bodas, cenas y copas a la hora de responder a la pregunta, “¿a qué te dedicas?”.

El fundador de Vinces, David Córdova, siempre repite que trabajamos con una vocación por lo público desde lo privado. Nuestra aspiración es participar en ese necesario proceso de deliberación con los que toman las decisiones para llegar a un bien común. Creemos en un diálogo verdadero, en escuchar al otro, y en admitir que puede tener razón y que su punto de vista nos puede enriquecer, de nuevo en palabras de Gracia Guillén.

Espero que no sólo las nuevas regulaciones de los 'lobbies', sino también los propios decisores públicos y la opinión pública, tengan la visión suficiente para facilitar esos diálogos, esa deliberación conducente al bien común tan necesarias en una era de gran complejidad como la que nos está tocando vivir.

“Yo sé perfectamente cuándo hay un 'lobby' detrás de un interés,” me explicaba hace unos años un alto cargo de la administración. “Los precios suben en detrimento del ciudadano,” continuaba. “Y nosotros estamos aquí por mandato representativo para proteger el bien común,” concluyó.