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Aurora Nacarino-Brabo

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Demencia democrática

ETA ya no existe, pero todavía no hemos resuelto una pregunta clave: ¿en qué clase de sociedad queremos vivir?

Foto: Conmemoración en Pamplona de la víctimas de ETA. (EFE/Villar López)
Conmemoración en Pamplona de la víctimas de ETA. (EFE/Villar López)
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Siete parejas para Bildu:

1. Elecciones y votaciones. Ahora que ha empezado la campaña electoral, me he acordado de aquello que decía Savater sobre el País Vasco en los años de plomo de ETA: que allí no se celebraban elecciones, sino votaciones, porque la condición de posibilidad de unas elecciones democráticas es la libertad. Justo lo que faltaba en Euskadi y lo que hizo de la región un enclave de excepción en la Unión Europea ―el verdadero hecho diferencial―. En eso hemos mejorado y, sin embargo, todo es tan amargo: ejercer el sufragio pasivo costó la vida o la libertad a los constitucionalistas durante décadas; pero no cuesta nada a quienes se las arrebataron.

2. Memoria y demencia. La izquierda española ―nótese que he abandonado por fin la disculpa adjetival del sintagma "cierta izquierda": es la única izquierda existente― está obsesionada con la memoria democrática, pero es una memoria destruida por una demencia y arrebatada a los hechos históricos. Como los pacientes de procesos seniles que evocan una y otra vez episodios de la infancia, pero son incapaces de recordar lo que hicieron la víspera, así nuestra izquierda se ha instalado en una invocación permanente del pasado lejano ―la República, la Guerra Civil, el franquismo― pero ha olvidado lo que sucedió ayer mismo. Y lo que sucedía ayer mismo es que ETA asesinaba a los compañeros del PSOE y a los compañeros del PP y, en general, a todo aquel que se oponía a su proyecto totalitario.

Foto: Vista de la tumba de Miguel Ángel Blanco. (EFE/Brais Lorenzo)

3. Nueva York y Ermua. En el lugar que ocuparon las Torres Gemelas, la ciudad de Nueva York ha erigido un memorial sobre el 11 de septiembre que recuerda el atentado y honra a sus héroes y sus víctimas. No hay nadie en Estados Unidos que no sepa lo que sucedió allí, aunque en el año 2001 no hubiera nacido. Y todo el que nazca en aquel país en adelante sabrá del 11-S, porque Estados Unidos es una nación que se respeta a sí misma. En España, en cambio, la mayoría de los jóvenes no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco. Tampoco en el País Vasco. ¿Cómo es posible que hayamos renunciado como nación a recordar los hechos y a las víctimas de la banda terrorista más sanguinaria de nuestra historia?

4. La ética y la táctica. Preguntado por la presencia de asesinos y otros condenados por terrorismo en las listas de Bildu, el portavoz socialista Patxi López, tan apasionado otras veces, se ha pronunciado con frialdad de acto notarial: "Bildu es un partido democrático que elige sus listas por los procedimientos de la ley. Y no tengo nada más que decir". En realidad sí quiso añadir algo: juzgó la decisión de Bildu como "gasolina para la derecha". Es decir, lo que el exlendakari reprocha al socio del Gobierno no es la indecencia moral de llenar sus listas electorales de etarras, sino lo inoportuno del asunto: no es una cuestión ética, sino táctica.

¿Cómo es posible que hayamos renunciado como nación a recordar los hechos y a las víctimas de la banda terrorista más sanguinaria?

5. La culpa y la responsabilidad. Hay una culpa que es penalmente redimible, pero políticamente inextinguible. La culpa de quienes mataron, la culpa de quienes ampararon la violencia y la de quienes hoy aún la celebran y premian, con homenajes o con concejalías. La culpa de ETA y la culpa de Bildu. Pero hay también una responsabilidad de contornos mucho más amplios, una que nos concierne a todos: la de recordar lo que pasó, la de no bendecir a quienes llevan etarras en sus listas y la de no asociarse con ellos. Porque no olvidar es la condición necesaria para no repetir el pasado. Y porque la memoria es el único espacio en el que un país puede honrar a quienes murieron por la democracia y la libertad.

6. Las víctimas y los verdugos. Sabemos que las preferencias y las actitudes de los ciudadanos no son inmutables, y que están influidas por la oferta política. Las opiniones de los votantes tienden a reorientarse cuando lo hacen los discursos de sus partidos. Sucedió con los indultos a los presos del procés: los partidarios del PSOE pasaron de ofenderse porque se mentara la posibilidad del indulto a celebrarlo ―no iba a ocurrir de ningún modo, pero qué apropiado fue―. El alineamiento se repite con Bildu: los mismos que condenaron el terror de ETA prefieren hoy sus rescoldos a la derecha. ETA ya no existe, pero todavía no hemos resuelto una pregunta clave: ¿En qué clase de sociedad queremos vivir? Y otra más lacerante: ¿Tantos años de lucha democrática, para acabar olvidando a las víctimas y encumbrando a los verdugos?

7. PSOE y Bildu. Qué conjunción nefanda.

Siete parejas para Bildu:

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