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Solo el miedo al hartazgo y la abstención puede revivir la investidura
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Solo el miedo al hartazgo y la abstención puede revivir la investidura

En estos 40 años desde las primeras elecciones no han faltado ocasiones en las que decepcionarse con los políticos, pero nunca antes había escuchado a mis padres plantearse no ir a votar

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, recibe al líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, en la Moncloa. (Reuters)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, recibe al líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, en la Moncloa. (Reuters)

Mis padres pertenecen a esa generación de españoles que por primera vez tuvieron derecho a votar en democracia cuando sus hijos ya iban al colegio. Cambiaron pañales antes de elegir sus primeras papeletas. Cuando yo nací, sin embargo, la democracia y mis hermanas ya estaban ahí. Creo que las primeras elecciones que recuerdo son las del 86. Viví como un acontecimiento ir con ellos al colegio electoral y el ritual, que incluía ir luego a tomar el aperitivo, se repitió varias legislaturas cada vez que tocaba votar. Por entonces, ¿se acuerdan?, solía ser cada cuatro años. Si habrá pasado tiempo que todavía se decía lo de la fiesta de la democracia sin recochineo.

En estos 40 años desde las primeras elecciones, no han faltado ocasiones en las que decepcionarse con los políticos de este país, pero nunca antes había escuchado a mis padres plantearse no ir a votar. Cuando han estado hartos de unos y otros han votado en blanco. Pero votado. Porque votar, eso nos decían de niñas, es un derecho que ha costado mucho lograr y, por tanto, una obligación ciudadana. Por eso me ha impresionado ver lo claro que últimamente tienen que en caso de repetición electoral no piensan ir, cito textualmente, a que les tomen el pelo.

Además de a pie de sofá, he preguntado a varios expertos en demoscopia sobre el papel que jugaría la abstención en caso de eventual repetición de elecciones. Todos afirman que forzar la tercera cita electoral en un año hará que aumente. Coinciden además en que es uno de los elementos más difíciles de calcular. También de los más caros. Por eso muchas encuestas que salen últimamente se limitan a decir los escaños que sacaría cada partido, pero no especifican cuántos españoles optarían por quedarse en casa. La intención de abstenerse no es algo que uno confiese a menudo a un desconocido como hace cuando resopla frente a la tele en el sofá de casa. Hay que deducirlo de una compleja metodología que pasa por analizar, entre otras cosas, los no-sabe-no-contesta acumulados en las encuestas.

Ese miedo a un repunte de la abstención, sin embargo, es uno de los factores clave que más están inquietando internamente tanto en el PSOE como en Podemos. El desánimo en su electorado continúa aumentando y lo saben. Varias encuestas recientes calculan que la participación caería en torno a los cinco o seis puntos si la incapacidad de llegar a un acuerdo de los 350 diputados abocara a la repetición electoral. Otros estudios demoscópicos, como el que maneja internamente la consultora Llorente y Cuenca, alertan, sin embargo, de una abstención mucho mayor.

Foto: Enrique Villarino.
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Según sus datos, aunque el PSOE mejoraría sus resultados tímidamente sumando nuevos votantes, un 11% de los que votaron a Sánchez en las últimas elecciones se abstendría si les hicieran volver a las urnas el 10 de noviembre; también un 12% de quienes votaron a Podemos en las últimas elecciones optaría por quedarse en casa. Al PP le da una cifra de abstencionistas similar, pero compensaría la caída recogiendo votantes de Ciudadanos y de Vox. Y el partido que más sufriría la abstención sería Vox, con un 15% (y un 24% de trasvase directo al PP). Estos cálculos apuntan a que la participación caería al 60-62%. En abril, fue del 75,7%.

Y mientras PSOE y Podemos prestan más atención a los sondeos que a negociar un Gobierno, ninguno les anticipa que otras elecciones mejoren significativamente la suma de la izquierda. Tras las cuatro horas de reunión del martes (llamarlo negociación tal vez sea demasiado aventurado), Podemos y PSOE siguen sin entenderse, más preocupados en excusarse del fracaso que en evitarlo. Queda la esperanza de que más que un equipo de negociación, los líderes hayan mandado estos equipos a hacer el paripé, pero sean en realidad oteadores que preparan el camino por si sus líderes se deciden a reunirse antes del domingo. Es la última oportunidad que tienen para llegar a un acuerdo antes del día 23.

Hay voces dentro del PSOE que recuerdan a Moncloa que la desmovilización de la izquierda corre el riesgo de dispararse

Hay voces dentro del PSOE que recuerdan a Moncloa que la desmovilización de la izquierda corre el riesgo de dispararse. Sobre todo si la campaña electoral va a consistir en un bochornoso espectáculo de cruce de reproches. La derecha tampoco tiene fácil ilusionar mucho a los suyos sin que ninguna encuesta atisbe posibilidad alguna de sumar un Gobierno alternativo. Si vamos a elecciones, PP y Cs se esmerarán en recordar que Sanchez e Iglesias no fueron capaces de sumar, para que sus votantes olviden que ellos tampoco. Si queda un último estertor para un acuerdo de gobierno, no será por una repentina visión de Estado, sino por miedo al hartazgo ciudadano. Votar es un derecho que costó mucho lograr como para convertirse en la vía de escape de la ineptitud de nuestros políticos para gobernarnos.

Mis padres pertenecen a esa generación de españoles que por primera vez tuvieron derecho a votar en democracia cuando sus hijos ya iban al colegio. Cambiaron pañales antes de elegir sus primeras papeletas. Cuando yo nací, sin embargo, la democracia y mis hermanas ya estaban ahí. Creo que las primeras elecciones que recuerdo son las del 86. Viví como un acontecimiento ir con ellos al colegio electoral y el ritual, que incluía ir luego a tomar el aperitivo, se repitió varias legislaturas cada vez que tocaba votar. Por entonces, ¿se acuerdan?, solía ser cada cuatro años. Si habrá pasado tiempo que todavía se decía lo de la fiesta de la democracia sin recochineo.

Pedro Sánchez