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Ni la educación concertada ni la religión
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Ni la educación concertada ni la religión

Lo único que garantizan los partidos anteponiendo los aspectos más polarizantes de su ideología en el debate educativo es perpetuar un sistema condenado a la mediocridad

Foto: La ministra de Educación, Isabel Celaá. (EFE)
La ministra de Educación, Isabel Celaá. (EFE)

No. No son ni los cambios en la educación concertada ni la evaluación de la religión en los colegios lo que va a mejorar el maltrecho sistema educativo español. Tampoco es lo más urgente, por más que sea lo que acapara el enfrentamiento entre el Gobierno y la oposición en plena tramitación de la nueva ley educativa. Estos debates profundamente ideológicos hacen inviable cualquier pacto educativo. Sus ramificaciones nacen de las entrañas identitarias de la izquierda y la derecha. Y difícilmente será posible un consenso en un Congreso tan fragmentado en asuntos como la religión, el debate territorial y el papel de los colegios públicos frente a los concertados. No digo que no sean cuestiones relevantes. Sí que poco tienen que ver con las mejoras más urgentes que preocupan a los profesionales de la educación ni resuelven los problemas más graves que lastran a los alumnos españoles.

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España sufre un abandono escolar temprano masivo. El doble, de hecho, que los países europeos de nuestro entorno. También la repetición de curso y la desmotivación del profesorado están muy por encima de la media. No sería descabellado pensar que sus señorías, sean del partido que sean, coinciden en la necesidad de atajar estos problemas que ninguna de las ocho reformas educativas de la democracia han sabido solucionar. Tal vez no tengan que ponerse de acuerdo en todo aquello que los separa y los va a seguir enfrentando. Pero tampoco hace falta que se empeñen en emponzoñar cualquier avance. Eso es lo que consiguen, sean o no conscientes de ello, cada vez que ponen el foco en la educación como lucha simbólica para demostrar lo mucho que su parroquia se diferencia de la otra.

Foto: Pedro Sánchez recibe a un grupo de estudiantes. (EFE)

Reforma tras reforma, España sigue sin destacar ni mejorar en los indicadores internacionales. El sistema educativo adolece de una falta evidente de excelencia (solo el 5% de los alumnos sobresale en el informe PISA, frente al 20% de Bélgica, por ejemplo). Pero también suspende en la falta de igualdad de oportunidades para los alumnos con menos recursos, cuya probabilidad de repetir curso es cuatro veces más alta que entre niños de familias ricas (la segunda brecha más alta de toda la OCDE). Es decir, nuestro sistema educativo no funciona ni para impulsar a los mejores ni para rescatar a los que se quedan atrás. Y esto no hay ninguna ideología que lo defienda. Tampoco se arregla reivindicando que la religión se quede o salga del currículo.

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El Centro de Políticas Económicas EsadeEcPol, el nuevo 'think tank' que dirige Toni Roldán, un exdirigente de Ciudadanos que todavía se cree aquello de 'ni rojos ni azules', ha presentado esta semana en Esade un estudio realizado por una docena de expertos en educación de procedencia diversa en el que diagnostican esas carencias como las más urgentes. Proponen, y esto es lo más interesante, varias medidas concretas que, según ellos, podrían adoptarse esta misma legislatura buscando los consensos entre partidos. Dado que lograr un gran pacto educativo es inviable en el panorama actual, la iniciativa busca impulsar desde la sociedad civil una suma de pequeños acuerdos que se centren en atajar las carencias más urgentes.

Foto: Imagen de Malen Monteleone en Pixabay.

Sus propuestas evalúan desde un punto de vista técnico las medidas más útiles que se han utilizado en otros países europeos para reducir el abandono escolar y la reducción de la segregación. También algunas que se han aplicado en diferentes comunidades autónomas, y tanto en las legislaturas de Zapatero como en las de Rajoy, que pese a haber demostrado utilidad se cancelaron por los recortes de la crisis (o los cambios de Gobierno). Según sus cálculos, bastaría para empezar un plan dotado con 500 millones de euros, que, en caso de mostrar efectos positivos en la evaluación, fuera escalable.

Además, a partir de encuestas entre el profesorado y entrevistas en la comunidad educativa, destacan como urgente la necesidad de mejorar la formación de los docentes. No debería limitarse al momento inicial de sus carreras. De ahí que, además de una especie de MIR, el informe de EsadeEcPol proponga un programa de formación y evaluación durante la vida profesional de los profesores. Eso sí, esa formación solo sería útil si luego los docentes tienen más libertad para innovar en el aula, algo de lo que actualmente carecen, y además los centros tienen suficientes recursos para que esa formación que reciben sea remunerada y en horario de trabajo.

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Esto no son más que un par de pinceladas de un informe en el que también se habla de la importancia de renovar un currículo más centrado en competencias y menos en lo memorístico. También de dotar los centros educativos de más recursos y más flexibilidad… Son múltiples las pequeñas mejoras que pueden derivar en un avance real. Puede no parecer nada del otro mundo, pero suena desgraciadamente revolucionario abordar las reformas educativas que este país necesita sin confrontación, sino con datos y gráficos que evalúan políticas concretas. No hay ni rastro del papel de la religión ni del rol de los colegios concertados en este informe. Tampoco del debate territorial ni de la lengua en que ha de realizarse la enseñanza. Se puede ser igual de mediocre en cualquiera de las lenguas oficiales.

¿Tan descabellado es pedir que dejen de utilizar la educación como arma arrojadiza y pacten mejoras que trasciendan el próximo cambio de Gobierno?

¿De verdad tan descabellado es pedir a los partidos políticos que dejen de utilizar la educación como arma arrojadiza y pacten unas cuantas mejoras que trasciendan el próximo cambio de Gobierno? Bastaría con dejar de azuzar las diferencias entre liberales y socialdemócratas, entre católicos y laicos, y que se centren en encontrar soluciones a lo que sí está en su mano pactar sin agitar la visceralidad militante. Por mucho que unos y otros se crean los defensores a ultranza de la libertad o de la equidad, los informes demuestran que no están dejando que los niños españoles avancen ni en una cosa ni en otra. Lo único que los partidos garantizan anteponiendo los aspectos más polarizantes de su ideología en el debate educativo es perpetuar un sistema condenado a la mediocridad.

*Gráficos extraídos del informe 'Dos acuerdos educativos para la legislatura: una propuesta transversal' (Esade, 2020).

No. No son ni los cambios en la educación concertada ni la evaluación de la religión en los colegios lo que va a mejorar el maltrecho sistema educativo español. Tampoco es lo más urgente, por más que sea lo que acapara el enfrentamiento entre el Gobierno y la oposición en plena tramitación de la nueva ley educativa. Estos debates profundamente ideológicos hacen inviable cualquier pacto educativo. Sus ramificaciones nacen de las entrañas identitarias de la izquierda y la derecha. Y difícilmente será posible un consenso en un Congreso tan fragmentado en asuntos como la religión, el debate territorial y el papel de los colegios públicos frente a los concertados. No digo que no sean cuestiones relevantes. Sí que poco tienen que ver con las mejoras más urgentes que preocupan a los profesionales de la educación ni resuelven los problemas más graves que lastran a los alumnos españoles.

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