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'Tiburon', la Semana Santa y el virus de la inacción política
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Marta García Aller

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'Tiburon', la Semana Santa y el virus de la inacción política

El verdadero peligro de la película 'Tiburón' es el alcalde de Amity Island. Aquel que no veía necesario cerrar las playas aunque se lo recomendaran los expertos, porque espantaría a los turistas

Foto: Vista del Duomo durante la cuarentena de Milán. (Reuters)
Vista del Duomo durante la cuarentena de Milán. (Reuters)

El personaje más temible de la película 'Tiburón' no es el escualo. Ni la música de fondo. Chan chan. El verdadero peligro es el alcalde de Amity Island. Aquel que no veía necesario cerrar las playas aunque se lo recomendaran los expertos, porque supondría espantar a los turistas y arruinar así la temporada veraniega. Chan chan. Por eso la película de Spielberg da tanto miedo. Un político incompetente puede ser más peligroso que un gran depredador. Chan chan, chan chan.

El alcalde de Milán, Beppe Sala, cuando su región ya se había convertido en el principal foco del coronavirus en Europa, estaba tan preocupado por que las alertas habían retraído la economía de su ciudad que lanzó en su Instagram un vídeo titulado #milanononsiferma (Milán no se para). Era el 27 de febrero. En Italia, ya había entonces 400 infectados por coronavirus, pero el milanés quería contrarrestar lo que consideraba un estigma excesivo para la capital lombarda, así que animó a la gente a volver a consumir con normalidad. El vídeo promocional mostraba Milán en su esplendor, con gente cenando en las 'trattorie', yendo al teatro y saliendo de compras por la ciudad de la moda. Chan chan. Como si no hubiera un virus desconocido y altamente contagioso pululando por ahí al que, como al tiburón, no hace falta ver para temerlo. Chan chan, chan chan.

A los pocos días, el contagio en la región italiana era tan masivo que se decretaba el cierre de Lombardía. Como tampoco aquello era suficiente para contenerlo, Italia entera se confinó en cuarentena. No es extraño que los mensajes contradictorios de los políticos hayan retrasado que la población se tome en serio las medidas más básicas de contención, como evitar el contacto físico con otras personas y extremar la higiene. Ahora, los hospitales italianos están al borde del colapso por la velocidad a la que se expande y se da la paradoja de que es China, origen de la pandemia, la que está enviando equipos médicos de refuerzo a una Italia desbordada (con 12.462 contagiados y 827 muertos).

Como en las crisis de verdad no suenan de fondo acordes inquietantes para darnos una pista de cuándo nos acercamos al peligro, a veces los políticos se equivocan al calibrar una reacción. No es fácil 'a priori' sopesar qué medidas hay que tomar para hacer frente a una amenaza desconocida. Pero tras dos meses viendo al coronavirus Covid-19 expandirse por el mundo, deberíamos dejar de dudar de la gravedad de la amenaza que está poniendo a prueba la capacidad de liderazgo de políticos e instituciones, pero también la responsabilidad individual de los ciudadanos. Entre tanta confusión, hay quien asalta el súper por si se tiene que quedar en cuarentena, pero luego se va por la noche a ver el partido a un bar lleno de gente y se abraza en cada gol.

Deberíamos dejar de dudar de la gravedad de la amenaza que está poniendo a prueba la capacidad de liderazgo de políticos e instituciones

Ni siquiera al alcalde de Amity Island se le hubiera ocurrido tratar de tranquilizar a los veraneantes advirtiéndoles de que no se preocuparan por el tiburón, que solo sería mortal para el 2% de los bañistas. La OMS alerta por unos “niveles alarmantes” de propagación del virus, así como de su letalidad, pero también por “los niveles alarmantes de inacción” política. Y las autoridades sanitarias recuerdan que la capacidad de propagación del virus, además de poner en riesgo a la población vulnerable, amenaza con saturar los hospitales de las zonas más afectadas, lo que pone en peligro no solo a los afectados por coronavirus sino a cualquiera que necesite atención médica y no tenga camas disponibles.

A medida que avanzan los contagios, ciudad por ciudad, país por país, va quedando también un rastro de errores en la gestión de la crisis que conviene no ignorar. Minusvalorarla es el más evidente. El mismo día en que el alcalde de Milán subía aquel vídeo presuntamente tranquilizador, Donald Trump insistía en que el riesgo de coronavirus en su país era “muy bajo” y trataba de calmar a los mercados, que empezaban entonces a desplomarse al ver al Covid-19 avanzar. La debacle económica no había hecho más que empezar y resulta que a los inversores también les inquieta la inacción política. Trump todavía aseguraba que lo del coronavirus son 'fake news', hasta poco antes de anunciar por sorpresa la prohibición de los vuelos desde Europa.

Igual que los epidemiólogos aprenden a marchas forzadas cómo combatir los efectos, los políticos deberían aprender de los vecinos cómo actuar

En el otro extremo, el de los líderes occidentales que llevan más semanas concienciando de la gravedad del virus, la canciller alemana, Angela Merkel, ha advertido de que el 70% de la población podría contagiarse de Covid-19 y pide a los alemanes que extremen precauciones para ganar tiempo y proteger a la población más vulnerable. También el presidente francés, Emmanuel Macron, ha sido contundente diciendo que lo peor no ha pasado todavía. Hace más de una semana que marcó como prioridad de su agenda el coronavirus y suspendió, igual que en Alemania, las aglomeraciones y eventos multitudinarios. España tardó una semana más en tomar esa medida. El Gobierno de Sánchez ha cambiado precipitadamente el paso tras mes y medio de quitarle importancia al virus y solo tras comprobar que el brote en Madrid aumentaba vertiginosamente los contagios. De 'riesgo bajo', y autorizar una manifestación el 8-M de cientos de miles de personas, se pasó el lunes a anunciar el cierre de los colegios en las zonas más afectadas y recomendar el teletrabajo. Las medidas en España han pasado a ser contundentes, pero no graduales.

Igual que los epidemiólogos aprenden a marchas forzadas cómo combatir los efectos en la salud de esta nueva pandemia, los políticos deberían aprender también de los vecinos más afectados cómo actuar. O, al menos, cómo no hacerlo. Sorprende por eso que el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, afirme en una entrevista con contundencia que la Semana Santa y la Feria de Abril se van a celebrar “sin lugar a dudas” y que tendrá que venir la OMS a convencerle. Tal vez Espadas no ha visto el vídeo del alcalde de Milán de hace dos semanas. La campaña de #milanononsiferma parece ahora el tráiler de una película sobre el coronavirus. Solo hay que ponerle de fondo la banda sonora de Jon Williams, esa que sonaba cuando los bañistas se acercaban al agua de Amity Island. Chan chan.

El personaje más temible de la película 'Tiburón' no es el escualo. Ni la música de fondo. Chan chan. El verdadero peligro es el alcalde de Amity Island. Aquel que no veía necesario cerrar las playas aunque se lo recomendaran los expertos, porque supondría espantar a los turistas y arruinar así la temporada veraniega. Chan chan. Por eso la película de Spielberg da tanto miedo. Un político incompetente puede ser más peligroso que un gran depredador. Chan chan, chan chan.