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Juan Carlos I, el rey del 'cash'
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Marta García Aller

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Juan Carlos I, el rey del 'cash'

El emérito pudo haber pasado a la historia como el Campechano. Pero una cosa es la imagen que se le construye a un monarca en la Corte y otra la que a su pesar acaba saliendo a la luz

Foto: Juan Carlos I, a bordo del Bribón. (EFE)
Juan Carlos I, a bordo del Bribón. (EFE)
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Mejor parados que el Cruel, la Loca y el Pasmado, salieron el Santo, el Sabio y el Justo. Tampoco se puede quejar el Hermoso. El pueblo siempre ha sido soberano en los apodos que pone a sus monarcas, pero no siempre es clemente. Luis I de Navarra fue el Testarudo, a Fruela II de León lo llamaban el Leproso y Carlos II siempre será el Hechizado. La prueba de que la historia no siempre la escriben los reyes es que en la posteridad, mucho antes de Twitter, a menudo rige la sorna. Que se lo digan a Enrique IV de Castilla, el Impotente.

Juan Carlos I pudo haber pasado a la historia como el Campechano. Pero una cosa es la imagen que se le construye a un monarca en la Corte y otra la que a su pesar acaba saliendo a la luz. Normal que se haya ido olvidando aquella leyenda, tan recurrente en el siglo XX, cuando la gente aún no llevaba un móvil con cámara como los que acechan a Froilán, en la que siempre había alguien presumiendo de haber reconocido al Rey en su moto al quitarse el casco, una de esas veces que se escapaba de palacio para liberarse del peso de la Corona. Y vaya si se liberó. En vez de presumir de haber visto a Juan Carlos I en una gasolinera, ahora lo suyo será fardar de haberlo visto en el aeropuerto llevando un maletín lleno de billetes.

Foto: Imagen: E. Villarino.

Cómo no va a hundir su legado descubrir que Juan Carlos I metió ilegalmente en España miles de euros, seguramente millones, por Barajas. Hoy, El Confidencial publica más detalles de sus movimientos bancarios en Suiza, ajenos al fisco. Y justo antes de traspasarle la cuenta a su amante Corinna con 70 millones de euros procedentes de la dictadura saudí, sacó cinco más en fajos para sus cosas. Fuera por amor o por blanqueo, los gastos iban aparte. Esta última operación del todavía jefe del Estado español fue entre enero y mayo de 2012.

Apenas unos meses antes, en las navidades de 2011, el Rey dedicó su discurso a la nación precisamente a la ejemplaridad: “Necesitamos rigor, ejemplaridad en todos los sentidos”, dijo desde la Zarzuela. “Todos”, recalcó el Borbón. “Todas las personas con responsabilidades públicas tenemos el deber de observar un comportamiento ejemplar”. No muy lejos del lugar en el que dirigía esas palabras a los españoles, según Corinna, el monarca guardaba una máquina para contar él mismo los billetes que traía a escondidas de los Emiratos en maletas llenas de efectivo.

En las navidades de 2011, el Rey dedicó su discurso a la ejemplaridad: "Necesitamos rigor, ejemplaridad en todos los sentidos"

Juan Carlos I quería entonces desmarcarse de Urdangarin, que estaba siendo investigado por el caso Nóos. Tiempos aquellos en que lo que escandalizaba al país era que el duque de Palma se hubiera aprovechado de su título para ganar dinero. Ahora sabemos que el yerno del Rey solo aspiraba a aprender el negocio familiar. El mayor desafío de Felipe VI va a ser desmarcarse de la fortuna opaca de su padre para salvar su reinado. Aunque a su hermana la infanta Cristina la familia no le perdonara no enterarse de dónde salía el dinero del cuñado encarcelado, ahora la institución sí que depende de ello.

En el último capítulo de 'XRey', un 'podcast' recién estrenado que recorre la vida de Juan Carlos I, habla Javier Ayuso, exjefe de Comunicación de Casa Real. Cuenta cómo prepararon la reacción del monarca para tratar de calmar el escándalo de Botsuana. Cuando se supo que el Rey se había roto la cadera cazando elefantes con “una amiga especial” en abril de 2012, España estaba al borde del rescate bancario. Y al Campechano se le acabó la bula popular y tuvo que salir a dar explicaciones.

Foto: Corinna Larsen, en una imagen de archivo. (Getty)

En Zarzuela, le prepararon varios borradores con las disculpas. Pero como él les pidió algo más corto, esa noche el equipo preparó las famosas 10 palabras. “¿Quiere ensayarlo, Majestad?”, le preguntaron a la mañana siguiente. No hizo falta. Según Ayuso, “lo bordó”. Resultó muy apropiada, según el asesor, aquella “caída de ojos” del monarca al decir: “Lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a ocurrir”. Ahora sabemos que dos meses después de esas disculpas, Juan Carlos I siguió haciendo operaciones en la cuenta suiza en la que escondía dinero saudí. Lo de Juan Carlos I el Arrepentido ya no cuela. Normal que Casa Real ya no sepa qué decir.

Es verdad que los apodos nunca son justos, sintetizar un reinado en una sola palabra no puede serlo. A lo sumo, aspiran a reflejar lo más representativo del carácter de un monarca, su aspecto o su gestión. A veces, son simplemente una venganza urdida por sus detractores. Cuando lo del elefante botsuano, bien podría haber prosperado el apodo de Juan Carlos I el Cazador. Pero ese se lo quedó hace siete siglos Juan I de Aragón y, además, lo que hace ocho años parecía su gran borrón en un expediente ejemplar ha pasado a ser una anécdota más de la trama de corrupción que forzó su abdicación y que aún no ha aflorado del todo.

Foto: Montaje: Enrique Villarino.

A un Rey que cada par de meses saca cientos de miles de euros en efectivo de una estructura 'offshore' para luego contarlos en palacio con su propia máquina de contar dinero le podemos ir descartando un sobrenombre benévolo que inmortalice su reinado. Igual que Fernando I fue conocido como el Honesto, ¿podría trascender don Juan Carlos como el Corrupto? Nah. En España, ese apelativo no resultaría lo suficientemente diferencial.

De momento, la Justicia suiza y la Fiscalía del Tribunal Supremo español investigan al Rey emérito, entre otras cosas, por presuntos delitos de blanqueo de capitales, corrupción internacional y contra la Hacienda Pública. Para poder demostrarlo, los jueces tendrán que lidiar con las prescripciones y los blindajes constitucionales que tanto malversó. Sin embargo, no hay inmunidad que valga ante los apodos. Como sigan saliéndole a su reinado maletines llenos de dinero negro, podríamos inmortalizarle como Juan Carlos I el Efectivo. O si no, para evitar el equívoco, Juan Carlos I el rey del 'cash'.

Mejor parados que el Cruel, la Loca y el Pasmado, salieron el Santo, el Sabio y el Justo. Tampoco se puede quejar el Hermoso. El pueblo siempre ha sido soberano en los apodos que pone a sus monarcas, pero no siempre es clemente. Luis I de Navarra fue el Testarudo, a Fruela II de León lo llamaban el Leproso y Carlos II siempre será el Hechizado. La prueba de que la historia no siempre la escriben los reyes es que en la posteridad, mucho antes de Twitter, a menudo rige la sorna. Que se lo digan a Enrique IV de Castilla, el Impotente.

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