Segundo Párrafo
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El feminismo capitalista, de la polémica de Ana Botín a lo último de Goldman Sachs
La lucha por la igualdad está sumando poco a poco un aliado más poderoso que las palabras de la presidenta de una entidad financiera: las cuentas de resultados de todas ellas
Cuando Ana Botín dijo delante de lo más pintón del empresariado español que estaba de acuerdo con Pedro Sánchez en que “el futuro está en Europa” y que hay que trabajar por “una economía más sostenible, más digital y más feminista”, se encendieron sorprendentemente las alarmas de uno y otro espectro ideológico. Para mí la única alarma que habría tenido sentido encender es la detectora de lugares comunes. ¿Quién no querría para España una economía más inclusiva, más sostenible y más adaptada tecnológicamente a los retos de futuro?
Lo más llamativo es que, en vez de una obviedad, las palabras de la presidenta del Santander han resultado polémicas en algunos sectores tanto de la izquierda como de la derecha. Dice mucho del estado de permanente suspicacia adolescente en el que se encuentra el personal con más ganas de indignarse que de encontrar soluciones. ¿Qué tiene de sorprendente que los mandamases del Ibex se reúnan para pedir unidad y consenso en la reconstrucción económica? También lo hicieron Abril-Martorell, Pallete y Galán en el mismo encuentro de la Cámara de Comercio, en presencia de la vicepresidenta y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño.
"Polémico hubiera sido que Botín no estuviera de acuerdo con Sánchez en alinearse con Europa, digitalizar la economía y contribuir a la igualdad"
En realidad, como suele pasar en este tipo de encuentros de la élite económica, los discursos alternan términos como competitividad, progreso y digitalización para sacar el aplauso de rigor sin decir nada comprometedor. Polémico hubiera sido que Botín no estuviera de acuerdo con Sánchez en alinearse con Europa, digitalizar la economía y contribuir a la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. E igualmente llamativo sería que la presidenta del Santander bendijera la receta del Gobierno de PSOE-UP para reconstruir la economía antes incluso de que esta exista. Pero ahí, en el cómo, Botín aclaró que aún había mucho que debatir. Porque una cosa es coincidir en los objetivos y otra en los pasos a seguir. Si ni siquiera dentro del Consejo de Ministros se ponen de acuerdo en la fórmula para los Presupuestos. No hay más que ver cuánto distan las ideas de Calviño de las del vicepresidente Iglesias.
A buena parte de los guardianes de las esencias de la izquierda les desconcertó que el capitalismo patrio mostrara tanta complicidad con este gobierno socialcomunista, sorprendidos tal vez al descubrir que la banca nunca ha tenido más ideología que el poder y que el miedo siga sin cambiar de bando. Unas horas después, el anuncio de la fusión entre Caixabank y Bankia remataba la sospecha que sella la complicidad de buena parte del Gobierno con las bambalinas del sector bancario español.
Pero si sobresalieron las palabras de Botín más que las de los demás directivos fue porque la presidenta del Santander incluyó el feminismo entre las prioridades dignas de mención. ¿De verdad es todavía algo por lo que escandalizarse? A buena parte de los guardianes de las esencias de la derecha sí que les molesta. Que expresamente una de las mujeres más poderosas del país, y del mundo, osase coincidir en algo con el presidente del Gobierno fue desconcertante para los adalides de la confrontación. ¿Qué nos falta más feminismo? ¿Más? Eso sí que indigna a los que opinan que reivindicar el feminismo, va de retro, es mejor que sea patrimonio exclusivo de la izquierda, preferiblemente la ‘anticapi’.
Cada vez que Botín se declara feminista, es curioso que en la izquierda tampoco falte quien se revuelva desempolvando el mismo argumento aquel que usaba el PP para negarse cerrilmente a aceptar el matrimonio homosexual: ¡Pero que no lo llamen matrimonio! ¡Que no lo llamen feminismo! Esa palabra nos pertenece. Ahí hay que reconocerles un sentido más estratégico a los conservadores de la derecha (como cada vez hay más conservadores en la izquierda conviene especificar), porque renunciar a sumar fuerzas a la causa tiene más sentido entre quienes carecen de interés en que esta triunfe. Con lo fácil que sería reconocer que, como pasa con la competitividad, se pueden compartir los fines pero no los medios.
"Tener fondos administrados por mujeres es más rentable que los fondos en manos exclusivamente masculinas. Apostar por la diversidad es rentable"
Y mientras los guardianes de unas y otras esencias siguen discutiendo quién puede y quién no considerarse feminista, la lucha por la igualdad está sumando poco a poco un aliado más poderoso que la presidenta de una entidad financiera: las cuentas de resultados de todas ellas. Goldman Sachs acaba de publicar un estudio que muestra que todos los equipos de fondos de inversión estadounidenses gestionados por mujeres (o de equipos mixtos) superaron a todos los equipos masculinos de gestión de carteras en lo que va de año. Tener fondos administrados por mujeres es más rentable que los fondos en manos exclusivamente masculinas. Apostar por la diversidad, señores, es rentable.
Según ha adelantado el Financial Times, en lo que va de año, los fondos administrados por mujeres han dado una rentabilidad media de -57 puntos básicos en comparación con sus índices de referencia. Todos los fondos gestionados por hombres obtuvieron peores resultados, con una rentabilidad media de -164. Para este estudio, Goldman ha analizado 496 fondos de renta variable estadounidenses de gran capitalización y, aunque hay evidencias de que los equipos más diversos producen mejores resultados, los dirigidos por mujeres siguen siendo una rareza (380 de los 496 tenían solo hombres en el equipo).
Esto, claro, para los liberales que crean en la razón como motor del mercado carece de sentido. Lo lógico sería pensar que de ser realmente rentable tener más mujeres en puestos de responsabilidad, el mercado hace tiempo que se habría ajustado automáticamente. Olvida este argumento que el machismo y los prejuicios, también los raciales, llevan tanto tiempo entre nosotros que a veces ni los vemos. Por eso cuesta tanto deshacerse de ellos incluso queriendo.
Un estudio de Morningstar reveló que, a finales de 2019, las mujeres seguían representando únicamente el 14% de los 25.000 administradores de fondos de 56 países. Por más que las empresas financieras hace años que incluyen en sus discursos su objetivo de aumentar la diversidad, siguen sin lograrlo. A la hora de la verdad, el porcentaje de mujeres en puestos de gestión de carteras no ha cambiado sustancialmente desde hace 20 años. Y eso que la diversidad no solo es más justa sino que es más rentable. Está claro que una cosa son los discursos y otra los hechos. Y no solo en la política.
Cuando Ana Botín dijo delante de lo más pintón del empresariado español que estaba de acuerdo con Pedro Sánchez en que “el futuro está en Europa” y que hay que trabajar por “una economía más sostenible, más digital y más feminista”, se encendieron sorprendentemente las alarmas de uno y otro espectro ideológico. Para mí la única alarma que habría tenido sentido encender es la detectora de lugares comunes. ¿Quién no querría para España una economía más inclusiva, más sostenible y más adaptada tecnológicamente a los retos de futuro?