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Tres olvidos de Sánchez (y un fiasco feminista) tras la cumbre del G-20
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Marta García Aller

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Tres olvidos de Sánchez (y un fiasco feminista) tras la cumbre del G-20

Ha hecho más el coronavirus por marcar distancias con Riad que los escrúpulos en la defensa de los derechos humanos de los líderes mundiales

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la cumbre del G-20. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la cumbre del G-20. (EFE)
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Pedro Sánchez salió de la reunión del G-20 agradeciendo el esfuerzo a Arabia Saudí por celebrar esta cumbre virtual. No se quedó ahí. Subrayó el presidente socialista que gracias a ella se vislumbra un futuro más verde, más inclusivo y más feminista. Juraría que dijo feminista. Sánchez se mostró muy complacido por los avances de esta cumbre del G-20 saudí en igualdad de género. Así que a lo mejor no fue más que un olvido que un Gobierno tan preocupado por los derechos de las mujeres obviase mención alguna, como lleva meses pidiendo Amnistía Internacional, a la falta de avance contra la represión de las voces disidentes ante esta dictadura, y muy especialmente de las feministas detenidas en Riad.

Algunas, como Loujain Al-Hathloul, llevan dos años detenidas sin cargos y sin acceso a un juicio justo por pedir, entre otras cosas, el derecho de las mujeres a conducir y vivir sin un tutor masculino en esa teocracia petrolera que ahora va de moderna y sostenible. Al-Hathloul lleva casi un mes en huelga de hambre y no parece que en esta cumbre del G-20 haya habido suficientes presiones internacionales para lograr su liberación. Ojalá me equivoque y llegue pronto el indulto, pero las reuniones por Zoom permiten mover menos hilos entre bambalinas.

Foto: Luis Rubiales y el príncipe Abdulaziz bin Turki Al-Faisal, con el trofeo de la Supercopa. (EFE) Opinión

La organización de la cumbre del G-20 aspiraba a ser para Riad un escaparate en el que escenificar la modernización de Arabia Saudí y la rehabilitación del príncipe heredero, Mohammed bin Salman, después del escándalo internacional por el asesinato hace dos años del periodista Jamal Kashoggi por unos matones a sueldo del régimen. La dictadura saudí no ha salido mal parada en este intento de blanquearse, aunque la pandemia haya deslucido el 'photocall' al volverlo virtual. Ha hecho más el coronavirus por marcar distancias con Riad que los escrúpulos en la defensa de los derechos humanos de los líderes mundiales.

Lo más parecido a un desplante que ha vivido Bin Salman fue que su amigo Trump abandonase el sábado la cumbre para jugar al golf durante una de las videoconferencias. Hasta Sánchez presumió en su comparecencia al terminar el G-20 de que España sea reconocida como “una de las 20 democracias más influyentes del mundo”. ¿Acaso son 20 las democracias del G-20? Seguramente fuera un lapsus. Aunque a Arabia Saudí, China y Rusia no creo que les importe el equívoco.

placeholder El príncipe saudí Mohammed bin Salman. (Reuters)
El príncipe saudí Mohammed bin Salman. (Reuters)

Cuando Sánchez aún gobernaba en solitario, España mostró su condena “sin paliativos” al asesinato de Kashoggi, y exigió a Arabia Saudí que esclareciera los hechos. Al Gobierno de coalición actual, sin embargo, parece habérsele olvidado el asunto. Hace tan solo dos años, la ministra de Defensa, Margarita Robles, especulaba públicamente con la posibilidad de suspender la venta de armas a Arabia Saudí por sus flagrantes violaciones de los derechos humanos, como hizo por entonces Alemania. Pablo Iglesias, entonces en la oposición, estaba de acuerdo con Robles. Cómo pasa el tiempo. Con Josep Borrell todavía en el Gobierno, Robles era, a ojos podemitas, una ministra progresista. La misma ministra a la que ahora la secretaria de Estado Ione Belarra, mano derecha del vicepresidente Iglesias, acusa de ser "la ministra favorita de los poderes que quieren que gobiernen PP y Vox".

Ha debido de caer también en el olvido cuando la ministra Robles defendía sus desacuerdos con Borrell, alegando que es normal que dentro de un Gobierno haya distintas posiciones entre los ministros, porque el debate "enriquece". Porque luego, decía Robles en su defensa, el que toma la decisión final es el presidente. Esto último sí que no ha cambiado. Mientras sus ministros se pelean, Sánchez sigue siendo el que decide.

España mostró su condena al asesinato de Kashoggi, y exigió a Arabia Saudí que esclareciera los hechos. Al Gobierno parece habérsele olvidado

Solo que ahora es Robles la que pide “responsabilidad” a los miembros díscolos del Gobierno (de Podemos, se entiende) para que mantengan sus opiniones personales en privado, y las discutan solo en el seno de la coalición. Y les exige que luego actúen con “responsabilidad” defendiendo la decisión colegiada. Ya no le parece sensato a la ministra socialista que haya voces discrepantes en público, como cuando ella abogaba por cancelar los contratos de venta de bombas a Arabia Saudí de los que ya nadie se acuerda ni discrepa. Tampoco Iglesias.

Esta ha sido la semana de mayores desencuentros en el Gobierno de coalición, por eso Sánchez ha querido escenificar, con su comparecencia tras la cumbre del G-20, quién manda aquí. Y, de paso, transmitir una sensación de unidad en la semana de más desbarre interno. Entiéndase 'unidad', cuando se trata de Sánchez, como sinónimo de uno. La unidad es él. El único que manda. Ya puede el líder de Unidas Podemos mostrar sus discrepancias en asuntos como el Sáhara Occidental o tramar una enmienda relativa a los desahucios en los Presupuestos, que Sánchez desactiva en seguida esa discrepancia como siempre hace: con un discurso presidencial desde Moncloa en el que combina tantos olvidos, recordándonos a todos que el presidente es él.

Foto: El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, este jueves en el Congreso. (EFE)

El que anuncia el plan para las vacunas es él. El que promete conseguir la aprobación de los Presupuestos es él. Él es quien lanza el plan de los fondos europeos. Él adelanta la ampliación de plazas de 10.000 nuevos profesionales sanitarios. Él se atribuye el éxito de las comunidades autónomas que han logrado frenar el virus. Y al preguntarle por si ve deslealtad en los socios de Podemos, ante las crecientes discrepancias de algunos ministros del Gobierno que se despachan en público, Sánchez actúa como si ya estuviera todo olvidado. Ante los desacuerdos, les promete mucha “empatía” para todos. Bueno, a todos menos a los barones del PSOE descontentos con el acercamiento a Bildu, porque en ellos sí que veía deslealtad. Aunque eso era la semana pasada. Será por olvidos.

Pedro Sánchez salió de la reunión del G-20 agradeciendo el esfuerzo a Arabia Saudí por celebrar esta cumbre virtual. No se quedó ahí. Subrayó el presidente socialista que gracias a ella se vislumbra un futuro más verde, más inclusivo y más feminista. Juraría que dijo feminista. Sánchez se mostró muy complacido por los avances de esta cumbre del G-20 saudí en igualdad de género. Así que a lo mejor no fue más que un olvido que un Gobierno tan preocupado por los derechos de las mujeres obviase mención alguna, como lleva meses pidiendo Amnistía Internacional, a la falta de avance contra la represión de las voces disidentes ante esta dictadura, y muy especialmente de las feministas detenidas en Riad.

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