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¿Debería Felipe VI dar una entrevista?
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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¿Debería Felipe VI dar una entrevista?

La opinión mayoritaria es que, de darla, lo haría mucho mejor que su padre ante los medios. Podría salir airoso e incluso fortalecido

Foto: Felipe VI. (EFE)
Felipe VI. (EFE)
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“Aceites y juramentos. Orbes y cetros. Símbolo sobre símbolo… ¿Quién quiere transparencia cuando puedes tener magia?”, comenta el Duque de Wellington en una escena de ‘The Crown’ mientras observa por televisión la pompa de la coronación de Isabel II. “¿Quién quiere prosa cuando puedes tener poesía?”. Y añade, contemplando a la nueva reina, envuelta en el manto real, recibiendo la corona: “Quítale el velo y ¿qué te queda? Una joven corriente de modesta habilidad y poca imaginación. Pero envuélvela así, úntala con aceite y oye, listo, ¿qué tienes? Una diosa”.

Desde que aquella coronación fue retransmitida, por primera vez en la historia, por televisión hace casi 70 años, en las casas reales la transparencia ha estado a debate. ¿Cuánta cercanía es necesaria y cuánta rompe la magia de una institución hereditaria? La transparencia es un ingrediente que hasta bien entrado el siglo XX se había considerado opcional, e incluso contraproducente, para las monarquías. Lo que ha sido siempre imprescindible, sin embargo, era cultivar la popularidad y la legitimidad. Lo complicado es que para conseguir estas, en el siglo XXI, hace cada vez más falta la primera. Y no todas las casas reales tienen mucha costumbre de rendir cuentas. La española, desde luego, no. Si no el rey Juan Carlos no tendría que haber regularizado 'in extremis' ante Hacienda unos ingresos opacos por los que no tributó y cuyo origen, al igual que el de otras cuentas pendientes en la Justicia suiza, no termina de quedar claro.

Foto: Felipe VI dirige a los españoles el tradicional mensaje de Navidad en 2019. (EFE)

Aumentar la transparencia es, de hecho, uno de los principales desafíos de Felipe VI desde que accedió al trono en 2014. Los escándalos protagonizados por su padre, el Rey emérito, han acelerado además la necesidad de las reformas y la manera de comunicarlas. Sin embargo, aunque muchas cosas han cambiado en palacio, la estrategia de comunicación no parece que sea una de ellas.

El discurso anual del Rey sigue siendo prácticamente la única ocasión en la que el monarca se dirige a la nación. Este año, con más expectación que nunca, ya que hasta ahora el Rey nunca ha hablado de la situación de su padre, que desde agosto reside fuera de España en acuerdo con la Zarzuela. ¿Pero es este el formato que mejor le viene al rey Felipe para dirigirse a la opinión pública y dar las únicas explicaciones públicas de algo a lo que hasta ahora Casa Real solo se ha referido en un par de comunicados? ¿Y si Felipe VI diera alguna entrevista?

Los corrillos están sobrevalorados

Buena parte de los usos y costumbres de la estrategia de comunicación de Casa Real en España, como la Casa Real misma, se establecieron en el siglo XX como capricho institucional del rey Juan Carlos, a imagen y semejanza de sus habilidades. Desde el formato del discurso del Rey el día de Nochebuena o la foto veraniega en Mallorca, Felipe VI ha continuado en gran medida la tradición de su padre. Juan Carlos I, con su fama de campechanía, sabía ganarse las simpatías en las distancias cortas durante las situaciones informales. La clave de gran parte de su fama venía de los corrillos con la prensa, convertidos en leyenda por buena parte de la profesión.

Foto: El rey emérito Juan Carlos. (Reuters)

Si tradicionalmente gran parte de la estrategia de comunicación, o la ausencia de ella, giraba en Casa Real en torno a estos momentos informales, era porque era lo que mejor se le daba a Juan Carlos I. Los periodistas de la generación del emérito reconocen que con esa cercanía el monarca compensaba una locuacidad no especialmente brillante en las intervenciones públicas. Para alguien como el rey Juan Carlos, las entrevistas, y alguna dio, se temían como un campo de minas. Tal vez por eso se desterraran de palacio.

Sin embargo, aunque Felipe VI está mucho mejor preparado que su padre en la comunicación institucional, ha heredado unos corsés establecidos por la etapa anterior que difícilmente le van a permitir lucirse. Se espera de él, tal vez por inercia, que reproduzca el mecanismo de su padre, pero el suyo es un perfil más serio. La imagen de estar muy preparado genera respeto, pero la simpatía se construye y es muy difícil conseguirla solo a base de discursos.

Tras entrevistar a una docena de expertos en comunicación política sobre la estrategia de comunicación de Casa Real, a la pregunta de si debería o no Felipe VI mostrarse más cercano con los medios de lo que ha sido hasta ahora, e incluso dar alguna entrevista, la opinión mayoritaría es que, de darla, lo haría mucho mejor que su padre ante los medios. Podría salir airoso e incluso fortalecido. Sin embargo, la mayoría de expertos reconoce también que, dada la delicadeza del momento, puede que aún no sea lo más oportuno para él. Hay mucho que cambiar en las formas, pero no hay acuerdo en el cómo. Y el equipo de asesores del rey Felipe está compuesto fundamentalmente por militares, diplomáticos y abogados del Estado, que tienen fama de ser profesionales brillantes, pero no especialmente vanguardistas a la hora de innovar en las maneras posibles de modernizar la Casa Real.

Foto: Felipe VI, en el discurso de Navidad del pasado año. (RTVE) Opinión

“Del rey Juan Carlos al rey Felipe ha habido mucha modernización, pero no la equiparable a una generación entera. A mi juicio, la Casa Real no ha innovado mucho en comunicación”, afirma Ignacio Molina, profesor en el Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid. “Se ha dado una pátina nueva al esquema de siempre, pero no ha habido un cambio relevante ni en las formas ni en el contenido. Tampoco es que tenga mucho margen”.

Entre quienes se oponen a que dar entrevistas sea una buena idea para el monarca, la opinión más frecuente es que el Rey no debería dar entrevistas, porque si da una tendría que dárselas luego a todos los demás medios para no mostrar favoritismos. Aunque igual que en campañas electorales se acuerdan formatos, también podría establecerse alguno para la ocasión. A favor están los argumentos de su preparación y de la necesidad de marcar distancias con su padre.

Si da una, tendría que dárselas luego a todos los demás medios para no mostrar favoritismos

“Un rey como Felipe VI podría salir bien parado de una entrevista o una mayor apertura comunicativa. Sabemos que el Rey actual es un buen político, muy bien formado, y muy bueno en su trabajo”, apunta Molina. “No dar entrevistas está pensado para proteger a los reyes, porque a menudo no lo están y se les pone el velo de misterio para protegerlos. Este sí que lo está. Pero no olvidemos que el rey en España tiene que marcar esa idea de neutralidad y no puede tener ideas políticas. Una entrevista, y más en las circunstancias actuales, podría exponerlo mucho”.

Según Víctor Lapuente, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y catedrático en la Universidad de Gotemburgo, “la comunicación de la transparencia es menos importante que ejercer una transparencia real”. Lapuente, que ultima un libro sobre la monarquía que aparecerá a principios de 2021, opina que el rey Felipe podría salir beneficiado de dar alguna entrevista e innovar más comunicativamente, pero transmite cautela: “Está muy bien que le puedas poner un micrófono al Rey, pero aumentas los riesgos. Podría hacer más declaraciones, pero tendría que hacerlo de modo esporádico, porque cada palabra que diga le expone a ser malinterpretada”. Al fin y al cabo, cada vez que habla el rey, cada palabra de sus discursos está aprobada por el Gobierno.

El doble filo de la neutralidad

Evitar a toda costa el error comunicativo ya no es necesariamente la opción menos arriesgada. En la nueva era de la hipercomunicación, el peligro de no decir nada es a veces mayor que el hacerlo, porque en ausencia de una versión, son los demás los que te la construyen. “Preservar esa neutralidad es clave y para eso no vale ponerse de perfil. Una parte de la izquierda está atacando al Rey y buena parte de la derecha se lo quiere apropiar”, subraya Luis Arroyo, director de Asesores de Comunicación Pública. “Si el Rey sigue dejándose querer por la derecha y no marca distancias, se pone en peligro su imagen de neutralidad. Puede marcar esa distancia en privado, claro, de forma discreta. Hace falta más audacia en los gestos”.

El peligro de no decir nada es a veces mayor que el hacerlo, porque en ausencia de una versión, son los demás los que te la construyen

Además, según Arroyo, “en estos años, Felipe VI ha hecho parte de las reformas internas necesarias para que se vea que su casa no es la del padre. Desde la eliminación de los regalos y de la asignación al Rey emérito, a acortar la dimensión de la Casa Real, todo medidas encaminadas a transmitir una mayor transparencia. Pero todo esto no es suficiente y, además, el mensaje a la gente no le ha llegado. Comunicativamente, no se ve el cambio de era que necesita para marcar distancias con su padre”, apunta Arroyo.

Lapuente ve el problema añadido en España de que las figuras públicas tienen una sobreexposición mediática. “En otros países europeos, los primeros ministros han hecho apariciones esporádicas durante la pandemia, pero en España ha sido constante. En Suecia, es habitual que el rey responda si le preguntan, pero allí tienen una mayor cultura de la transparencia. La ocultación está mal vista en la clase política y está mal visto no responder a los periodistas. Sin embargo, como contrapartida a esa cercanía, allí también se le acercan menos. Nunca se le molestaría para preguntarle al rey por el partido del fin de semana, y si aquí fuera cercano, seguramente se expondría a interrogatorios constantes de cuestiones irrelevantes”.

¿Para qué sirve un rey?

Según un estudio del Instituto Invymark para La Sexta, el apoyo a la monarquía constitucional en España ha subido 20 puntos en los últimos seis meses, en caso de realizarse un referéndum. El 54,3% de los españoles apoyaría la monarquía y un 34,3%, una república. El apoyo a la institución existe, pero los expertos coinciden en que no puede darse por hecho. “Casa Real está perdiendo una oportunidad de oro en hacer pedagogía de la institución”, opina Giselle García Hipola, doctora en Ciencia Política y profesora de la Universidad de Granada.

Foto: El rey Felipe VI en una exposición dedicada a  Manuel Azaña en la Biblioteca Nacional de España. (EFE)

Cuando esta politóloga da clases a sus alumnos de 20 años en la universidad, a los que les dobla la edad, percibe que la figura del Rey cada vez está más desdibujada. “Son alumnos de Políticas y no saben para qué sirve el rey en una monarquía constitucional. A la generación que rondamos los 40 años nos lo contaban en EGB, crecimos en un clima de ilusión hacia la institución y la Transición, pero ahora eso apenas se enseña y los universitarios de hoy en día ya no recuerdan la monarquía española antes de los escándalos. Si a eso le sumas que no se les están enseñando los valores democráticos de la propia monarquía… Es normal que vayan creciendo la indiferencia y desafección. Hasta el propio debate de monarquía o república lo ven obsoleto. No se puede separar la desafección de la corrupción y la falta de transparencia que ha arrastrado la monarquía. De ahí el enorme reto de comunicar el cambio”.

Según García Hipola, “una institucion neutral al frente del Estado tiene ventajas en un contexto tan polarizado como el español. A los alumnos que en clase se muestran favorables a una república, les pregunto si preferirían un jefe del Estado del PP o del PSOE, y de pronto caen en la cuenta de la importancia de la neutralidad. No está suficientemente puesta en valor en la opinión pública, porque tal vez este Rey la da por hecho. Eso lo hacía muy bien el rey Juan Carlos, llevándose bien con todos los líderes políticos”.

"¿Qué puede hacer la Casa Real para modernizarse?Un esfuerzo mayor de neutralidad. Ya no es solo el formato en el que hablas, sino sobre qué hablas"

Las entrevistas son solo uno más de los elementos que esta politóloga consideraría para incorporar a la estrategia comunicativa de Casa Real. “La cordialidad y la simpatía se construyen de muchas maneras, pero hasta ahora no creo que lo estén consiguiendo. El vídeo de Leonor y Sofía durante el confinamiento, por ejemplo, en el que las niñas salían diciendo que ellas también vivían el encierro como millones de niños, no salió bien, porque ellas viven en un palacio. A la gente esa comparación le puede molestar, porque su casa no es la de miles de niños. Pero sí podrían contar más a menudo cómo es la vida diaria en la Casa Real, no con vídeos prefabricados. Lo que la gente necesita es sentir que las conoce mejor, saber algo de ellas y de su vida con sus padres. Algo que sea más espontáneo o, al menos, que lo parezca. No sabemos cómo es la vida en esa casa y el hermetismo corre el peligro de generar una distancia que los aleja de la modernidad”.

“¿Qué puede hacer la Casa Real para modernizarse?”, se pregunta también Molina. “Un esfuerzo mayor de neutralidad. Ya no es solo el formato en el que hablas, sino sobre qué hablas. Podría centrar sus discursos en temas sociales y medioambientales. Si no, siempre se le anda buscando entre líneas una referencia a la actualidad política. Los discursos del Rey deberían estar más enfocados en hablar de temas como la salud, el cambio climático, derechos humanos y todas esas cuestiones que fomentan el consenso entre españoles. Ahí puede encontrar una nota de modernidad y despolitizarse, preocupándose por asuntos globales del futuro”. Y concluye: “Hay que innovar, pero en las instituciones tradicionales, si te pasas de moderno, puedes salir perdiendo”.

“Aceites y juramentos. Orbes y cetros. Símbolo sobre símbolo… ¿Quién quiere transparencia cuando puedes tener magia?”, comenta el Duque de Wellington en una escena de ‘The Crown’ mientras observa por televisión la pompa de la coronación de Isabel II. “¿Quién quiere prosa cuando puedes tener poesía?”. Y añade, contemplando a la nueva reina, envuelta en el manto real, recibiendo la corona: “Quítale el velo y ¿qué te queda? Una joven corriente de modesta habilidad y poca imaginación. Pero envuélvela así, úntala con aceite y oye, listo, ¿qué tienes? Una diosa”.

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