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Lo que el virus mutante podría enseñar a Sánchez y Casado
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Marta García Aller

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Lo que el virus mutante podría enseñar a Sánchez y Casado

Como pasa con los virus, ignorar los problemas de los partidos o acostumbrarse a convivir con ellos en vez de erradicarlos sirve para darles ventaja en su afán por replicarse

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el líder de la oposición, Pablo Casado. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el líder de la oposición, Pablo Casado. (EFE)
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Los virus, como los políticos, evolucionan con el tiempo a través de la selección natural con el objetivo de perpetuarse. También lo hacen los peligros que esconden esos organismos. Como pasa con los virus, ignorar los problemas de los partidos o acostumbrarse a convivir con ellos en vez de erradicarlos sirve para darles ventaja en su afán por replicarse. Y, al mutar, las nuevas variantes pueden volverse aún más peligrosas.

En las últimas semanas, se han detectado nuevas cepas del SARS-CoV-2 muy preocupantes. Está pasando con el coronavirus, pero también en la política española. Igual que el virus del covid-19 está aprendiendo a mutar, tanto el Gobierno de Pedro Sánchez como el principal partido de la oposición están sufriendo internamente cómo se agravan peligrosamente problemas enquistados que llevaban tiempo creciendo en su interior.

El principal virus del PSOE es Pablo Iglesias. El vicepresidente lleva tanto tiempo haciendo oposición desde el Gobierno que a medida que avanza la legislatura va quedando más claro que se ha instalado en él porque lo necesitaba para perpetuarse. Un virus desgasta el organismo que lo acoge, pero necesita aferrarse a él porque si no, desaparece.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión
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Mientras no molestara demasiado, las ocurrencias de Iglesias se iban dejando estar. Empezó siendo solo una gripe. Y fue transformando un Gobierno que presumía de hablar con una sola voz en uno en el que había que entender que, teniendo dos partidos dentro, se le permitía disentir a su miembro más díscolo, faltaría más, siempre en condición de líder de Podemos. En la última de las mutaciones, Iglesias se ha venido arriba y ya se cisca en la democracia española en condición de vicepresidente del Gobierno. En la entrevista en 'Ara' lo dejó bien clarito.

Normal que vaya cundiendo la preocupación por esta última oleada de enfrentamiento interno. Tampoco resulta muy tranquilizador que la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, explique, tras el Consejo de Ministros posterior a que uno de sus miembros cuestione que este sea un país con “plena normalidad democrática”, que tampoco hay que hacerle mucho caso porque “se enmarca dentro de la campaña electoral”. Seguramente sonaba mejor en su cabeza. Salvo que quisiera insinuar que en vísperas del 14-F se puede mentir más impunemente que de costumbre.

Foto: El vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

Algunos socialistas dudan en privado de que la coalición pueda sostenerse mucho más. Algunos, los más optimistas, hasta se van repartiendo las carteras de Podemos porque calculan que de este año no pasa la coalición. Pero los hay más optimistas todavía, sobre todo en Moncloa. Son los convencidos de que se puede convivir con este virus pululando por el Consejo de Ministros hasta lograr la inmunidad de grupo en las encuestas, antes de las próximas elecciones. Calculan que tener cerquita a su rival por la izquierda les da la gran ventaja de controlarlo y, a la vez, con tanta disputa, colonizan todos los telediarios. Vale, puede que tanto embiste interno en busca de diferencias en vez de acuerdos desgaste la coalición, pero para eso están las vicepresidentas. Por eso Sánchez guarda últimamente tanta distancia social con sus socios.

El riesgo de convivir con el virus, la biología es tozuda en eso, es que tenga mutaciones inesperadas. Y dejar al líder de Podemos desprestigiando España y a su propio Gobierno puede derivar en el hartazgo de mucho socialista moderado que la próxima vez se vaya, como poco, a la abstención. También se arriesga el PSOE a que el deterioro de Podemos sea tal que no sume para una nueva coalición. Entre tanto, mientras lo que se deteriore sea el Gobierno y no el presidente, no parece que los estrategas se preocupen demasiado. Sobre todo si, además, otro de los efectos secundarios de pelearse todo el rato es desdibujar a la verdadera oposición.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, este martes durante un acto de la campaña del 14-F en Figueres. (EFE) Opinión
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También el PP tiene otro virus dentro con el que lleva conviviendo demasiado tiempo en forma de escándalos mutantes de corrupción. Y por más que Pablo Casado quiera mostrar distancia con el pasado de su partido, con las últimas mutaciones del caso Bárcenas cada vez es más evidente que la regeneración de la que hace dos años que presume se quedó muy corta. Tanto, que hay quien en su partido ya está esperando que sea su actual líder el que termine de debilitarse al exponerse a todos estos virus internos para luego aparecer en Génova en forma de antídoto y reemplazarle antes de las próximas elecciones. Así que mientras el principal partido de la oposición siga siendo noticia por su caja B, su Kitchen y demás tejemanejes, difícilmente va a poder hacer oposición. Para eso ya está Iglesias.

Los virus, como los políticos, evolucionan con el tiempo a través de la selección natural con el objetivo de perpetuarse. También lo hacen los peligros que esconden esos organismos. Como pasa con los virus, ignorar los problemas de los partidos o acostumbrarse a convivir con ellos en vez de erradicarlos sirve para darles ventaja en su afán por replicarse. Y, al mutar, las nuevas variantes pueden volverse aún más peligrosas.

Pablo Casado Pedro Sánchez