Segundo Párrafo
Por
Así no cuela: sin preguntas es propaganda
Entre unas cosas y otras, en los últimos 10 años, se ha normalizado la ausencia de ruedas de prensa en las que los líderes explican sus posturas y decisiones relevantes
Fue en la cafetería del Hotel de las Letras hace 10 años. Todavía gobernaba Zapatero. Allí en la Gran Vía madrileña se reunieron unos veintitantos periodistas de distintos medios con ganas de cambiar las cosas, hartos de que los partidos anduvieran convocando ruedas de prensa de palo en las que no se admitían preguntas. Los presentes se propusieron dejar de dar cobertura a los actos en los que los políticos no respondieran a la prensa. El pacto tácito apenas duró unas semanas. Era cuando indignarse en Twitter todavía era novedoso.
El revuelo había empezado en esta red social, que en 2011 era bastante más respirable que ahora. Fue Jesús Maraña, entonces director de 'Público', quien acuñó el 'hashtag' que hizo fortuna: #Sinpreguntasnohaycobertura. “Pero de la idea no nos podemos apropiar ninguno, porque recogía un malestar general del oficio ante las convocatorias que no nos permitían a los periodistas hacer nuestro trabajo”. “En aquel momento tuvo un impacto inesperado”, reconoce Antón Losada, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela y otro de los promotores de aquella protesta viral de 2011. “Fue más ilusionante que efectivo”, añade Juan Ramón Lucas, que entonces dirigía un programa de RNE y otro de los impulsores que implantó en su programa que #Sinpreguntasnohaycobertura.
Invitar periodistas de atrezo como figurantes de un simulacro para que diera el pego en el telediario indignó entonces mucho a la profesión. A raíz del movimiento se empezaron a afear en redes las ruedas de prensa sin preguntas porque aquello, claro, no eran ruedas de prensa. Una rueda de prensa sin preguntas, más que un oxímoron, es una tomadura de pelo, una estratagema propagandística. El último recurso de un mago de tercera al que siempre se le ve el truco, pero lo repite como si nada porque el público traga y sigue asistiendo. Una década más tarde, sin embargo, la ausencia de preguntas ha dejado de indignar tanto y se ha convertido en norma. Del revuelo a la resignación.
Hace unos días, Pablo Iglesias anunciaba su marcha del Gobierno desde su despacho colgando un vídeo pregrabado en un mensaje en Twitter. No es que no aceptara preguntas en rueda de prensa para explicarse, ni siquiera la convocó. Ni en el Congreso ni en el ministerio. Repitió el 'modus operandi' dos semanas más tarde, en su último día como vicepresidente. Nada de preguntas. Esas las reserva el exvicepresidente solo para entrevistas programadas en medios estratégicamente seleccionados.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunció la convocatoria electoral en Sol desde un atril en la Puerta del Sol. Tampoco aceptó preguntas. Ni hubo preguntas a Pedro Sánchez cuando anunció el cambio de Gobierno junto a las escaleras de Moncloa. En su puesta en escena, el presidente imita las ruedas de prensa de la Casa Blanca, solo que al otro lado no hay medios convocados.
También Pablo Casado es asiduo a enviar vídeos grabados en Génova. A veces envueltos en actos de partido. Vox, por su parte, que desde hace años veta abiertamente a algunos medios en sus actos de campaña, utilizó recientemente en Sevilla un supuesto acto de prensa para camuflar un mitin en el que los asistentes abucheaban las preguntas de periodistas que no les gustaban.
Entre la indignación y la comodidad
Entre unas cosas y otras, en los últimos 10 años, se ha normalizado la ausencia de ruedas de prensa en que los líderes explican sus posturas y decisiones relevantes. ¿Nos indignaba que nos hicieran ir para no responder preguntas? Pues hala, ahora sin preguntas ni periodistas. Ni gráficos siquiera. Los gabinetes de prensa directamente envían sus producciones propagandísticas empaquetaditas para que entren directas en el telediario. Y entran. Así parece que los políticos dan la cara sin darla, como si estuvieran respondiendo a preguntas que nadie les ha hecho.
Repetir los mensajes de políticos que no se atreven a responder ante los periodistas contribuye a la exhibición oportunista de un discurso prefabricado y gallina. Pero más asombroso que los partidos enlaten sus mensajes con descaro es la naturalidad con que luego se emiten en los medios sin advertencia alguna. No solo para los partidos es más cómodo. En la facilidad con que los medios acceden a tanto contenido 'online' puede que también haya algo de pereza y mucho de ahorro de costes.
"Es un escándalo. Los partidos se han aprovechado de la situación de pandemia para no hacer ruedas de prensa"
Twitter ha pasado de ser el medio en el que los periodistas se organizan para afear a los políticos el ninguneo del oficio de preguntar, a convertirse en el bebedero principal de los contenidos que los partidos cuelgan saltándose el intermediario.
“Es un escándalo”, reconoce Anabel Díez, presidenta de la Asociación de Periodistas Parlamentarios. “Ha ido a peor. Los partidos se han aprovechado de la situación de pandemia para no hacer ruedas de prensa. También el Gobierno enlata cada vez más comparecencias. Que los políticos trabajen a balón parado no tiene justificación por el covid. La pandemia es la excusa para enlatar información, pero no lo justifica”, añade la periodista de 'El País'.
Los partidos se defienden
Sin embargo, tanto desde el PSOE como desde el PP apelan a la pandemia para justificar la disminución de ruedas de prensa al uso “por seguridad de todos” y se excusan en que sí que se hacen canutazos cuando los actos lo permiten. Aunque en esos canutazos en la calle, al terminar un acto, los políticos muchas veces se acercan simplemente a hacer una declaración que ya traen preparada y no siempre aceptan preguntas ante el ramillete de micrófonos multicolor que al menos les da la apariencia de una pluralidad de atrezo.
"Los políticos que no se exponen a preguntas difíciles acaban por no ser percibidos como auténticos", afirman fuentes del PP
Algunos jefes de prensa, sin embargo, sí reconocen 'off the record' que puede que últimamente sí estén abusando un poco de las comparecencias sin preguntas y el envío de mensajes enlatados. Admiten que se aprovechan de que los partidos tienen potencia en las redes para distribuir sus propios mensajes sin correr el riesgo de preguntas incómodas y encima los medios nos hacemos eco de ello. Pero su aspiración es que las teles lo recojan. También avisan de que es una práctica de riesgo: “Los políticos que no se exponen a preguntas difíciles acaban por no ser percibidos como auténticos”, afirman fuentes del PP de Madrid. “El plasma puede ser cómodo en el corto plazo, pero solo dar argumentario de partido pasa factura porque cansa. Y no basta con mandar un mensaje, hay que acertar en el tema y dar un corte de 40 segundos bueno, porque los medios no compran cualquier cosa”.
El sello del pescado congelado
“Me siento fracasado”, afirma tajantemente Losada al preguntarle si sirvió de algo aquella movilización de #Sinpreguntasnohaycobertura. “Hace 10 años se puso el énfasis en Rajoy, pero lo hacían muchos otros, ahora lo hacen todos y parece que ya nadie protesta por que las comparecencias propagandísticas se hagan pasar por comparecencias informativas”. Jesús Maraña, director editorial de 'Infolibre', se lamenta de que de las ruedas de prensa sin preguntas se haya pasado a abusar de las declaraciones institucionales. Según Anabel Díez, los periodistas parlamentarios han peleado mucho para conseguir espacios en los que poder hacer preguntas pese a la pandemia y el Congreso ha facilitado la apertura de las salas de prensa (otra cosa es que los políticos comparezcan).
“Hemos normalizado demasiadas cosas en tiempo de pandemia”, añade Juan Ramón Lucas, que ahora está al frente de 'La Brújula' de Onda Cero. Y añade que “el mayor problema que tenemos los medios somos nosotros mismos. El temor a que la competencia acabe emitiendo algo. Normalizar las coberturas sin preguntas es faltar al respeto a la audiencia. Creo que es el momento de volver a plantarse”.
Hace 10 años, la propuesta era sabotear estos actos no acudiendo. Ahora, como circulan ampliamente en redes, seguramente eso tendría menos sentido. Pero cuando las declaraciones de vídeos prefabricados contienen alguna noticia, podríamos al menos advertir al espectador. Falta un sello para marcar los vídeos truchos de turno, como quien advierte de que ese pescado viene congelado. Así a lo mejor les empieza a dar vergüenza.
Sin preguntas no es periodismo. Sea el presidente del Gobierno o la presidenta de la comunidad. Lo hagan las vicepresidentas, los ministros, o cualquiera de la oposición. Sin preguntas habrá difusión, pero no es periodismo. Tal vez haya que recordárselo más a menudo a la audiencia cada vez que emitamos uno de estos mensajes precocinados en los que no se aceptaron preguntas. Es urgente recordárselo al oyente, al lector, al espectador. Sin preguntas no es periodismo, es propaganda. Bastante burda, por cierto.
Fue en la cafetería del Hotel de las Letras hace 10 años. Todavía gobernaba Zapatero. Allí en la Gran Vía madrileña se reunieron unos veintitantos periodistas de distintos medios con ganas de cambiar las cosas, hartos de que los partidos anduvieran convocando ruedas de prensa de palo en las que no se admitían preguntas. Los presentes se propusieron dejar de dar cobertura a los actos en los que los políticos no respondieran a la prensa. El pacto tácito apenas duró unas semanas. Era cuando indignarse en Twitter todavía era novedoso.