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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Vox copia a Bildu

Cómo de ajenas deben de ser las normas más básicas de convivencia en democracia a los partidos que tienen reparo en condenar las amenazas de muerte a otros políticos

Foto: La candidata de Vox, Rocío Monasterio. (EFE)
La candidata de Vox, Rocío Monasterio. (EFE)
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A las 17:46 del lunes 19 de abril, el mismo día que empezaba la campaña del 4-M, tres sobres anónimos que contenían amenazas de muerte manuscritas con varias balas recibían el matasellos en Correos. Tres días después, las interceptaron los responsables de seguridad del Ministerio del Interior. Una de las cartas le daba al ministro Grande-Marlaska un ultimátum de 10 días para dimitir si no quiere recibir un tiro. También María Gámez, directora general de la Guardia Civil, recibía otro proyectil con una amenaza de muerte. Y la tercera de las misivas era para el candidato a la Asamblea de Madrid Pablo Iglesias. La dirigida al exvicepresidente del Gobierno sentenciaba “a la pena capital” también a su padre, a su madre y a su pareja. El sobre contenía cuatro balas.

Estos son los gravísimos hechos que sabemos hasta ahora y que han irrumpido en la campaña del 4-M con un impacto electoral aún por dilucidar. Más claro va estando el impacto moral. Los responsables de la investigación, de la que se han hecho cargo la policía científica y las unidades antiterroristas, consideran estas amenazas serias y creíbles. Solo ha habido un partido político que desautoriza el trabajo de los Cuerpos de Seguridad y, sin aportar prueba alguna, se niega a dar credibilidad a la amenaza: “Condenamos la violencia, pero apesta a montaje”, ha dicho este fin de semana Santiago Abascal en un mitin en Parla. También la candidata de Vox a la Asamblea, Rocío Monasterio, se ha negado a condenar estas amenazas de muerte de forma explícita en el polémico debate de la SER, cuando se lo pidió Iglesias, aunque insistió varias veces en que “condenamos todo tipo de violencia”.

Foto: Iglesias se marcha del debate de Cadena SER.

¿A qué nos recordará esto de condenar todo tipo de violencia para después añadir un ‘pero’? Aunque no por ello menos repulsivo, las condenas genéricas para no mojarse ante una amenaza particular no son algo nuevo en nuestra democracia. Le han ido surgiendo imitadores, pero el 'copyright' genuino de esa cantinela tan hipócrita de “condenar todas las violencias” para no desmarcarse explícitamente de una es, sin duda, de Bildu. La formación 'abertzale' lleva muchos años practicando esos malabares lingüísticos para evitar que se enfaden una buena parte de sus bases y dirigentes. En sus estatutos, rechaza la violencia, pero así, en general. La futura, se entiende. De la pasada, ni hablar.

Cómo de ajenas deben de ser las normas más básicas de convivencia en democracia a los partidos que tienen reparo en condenar las amenazas de muerte a otros políticos. El rechazo de todas las violencias es una fórmula vacía. Suena hueca incluso cantando ‘We are the world’, pero al menos ahí, o en un mural de Primaria, podría tener un encaje naif bienintencionado. Cuando no tiene un pase es cuando la sociedad reclama la repulsa a sus líderes políticos de un hecho delictivo muy concreto, como son las amenazas de muerte a un candidato al 4-M, un ministro y la directora general de la Guardia Civil, con balas incluidas.

El rechazo de todas las violencias es una fórmula vacía. Hueca incluso cantando 'We are the world', pero al menos ahí podría tener un encaje naif

Gracias a Bildu, hace mucho que sabemos que cuando un partido político condena todas las violencias se está tejiendo una coartada cobarde para no reconocer que hay una violencia que disgusta menos. El porqué habrá que preguntárselo ahora también a Vox. Oiga, Abascal, que han amenazado de muerte a varios de sus compañeros de profesión. Oiga, Monasterio, que a uno de los candidatos al puesto al que usted también aspira le han enviado balas dirigidas a él y a su familia. ¿No les parece que este hecho en concreto merece una condena clara y sin reservas?

Monasterio alega ante las críticas a su falta de censura expresa que a ella le “hubiera gustado que el señor Pablo Iglesias también hubiera condenado la violencia que sufrimos en Vallecas”. Se deduce de su razonamiento que está imitando una actitud del rival que más desprecia adoptando precisamente el comportamiento que censura. No sé si logrará más votos con esa actitud, pero más atención mediática sí que ha conseguido. Si los dirigentes de Vox siguen sin entender el problema de condenar todas las violencias por igual cuando lo que se les reclama es la repulsa a esta amenaza concreta, habrá que probar a recordarles que están copiando la coartada favorita de Otegi.

A las 17:46 del lunes 19 de abril, el mismo día que empezaba la campaña del 4-M, tres sobres anónimos que contenían amenazas de muerte manuscritas con varias balas recibían el matasellos en Correos. Tres días después, las interceptaron los responsables de seguridad del Ministerio del Interior. Una de las cartas le daba al ministro Grande-Marlaska un ultimátum de 10 días para dimitir si no quiere recibir un tiro. También María Gámez, directora general de la Guardia Civil, recibía otro proyectil con una amenaza de muerte. Y la tercera de las misivas era para el candidato a la Asamblea de Madrid Pablo Iglesias. La dirigida al exvicepresidente del Gobierno sentenciaba “a la pena capital” también a su padre, a su madre y a su pareja. El sobre contenía cuatro balas.

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