Segundo Párrafo
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El efecto óptico del 4-M que beneficia a Mónica García
A buena parte de los votantes puede que no se les haya olvidado que lo que se votan son unas elecciones autonómicas y les moviliza más que les hablen de las listas de espera del centro de salud que de salvar la democracia
Como aquel personaje de Woody Allen en ‘Desmontando a Harry’ que de pronto un día empieza a verse borroso, parece que Ángel Gabilondo se ha ido desenfocando en la recta final del 4-M. En la película, es un médico quien le diagnostica al personaje que efectivamente está fuera de foco. En la campaña electoral, es la demoscopia la que alerta de ello.
En la última semana, Gabilondo no ha dejado de caer en las encuestas. Según Metroscopia, el líder de la oposición madrileña baja del 18,7% al 14,1% en intención directa de voto. No parece haberle beneficiado nada el cambio de tercio en la campaña que adoptó el partido tras el debate fallido en la SER, cuando Pablo Iglesias se levantó de la mesa en la que Rocío Monasterio no condenaba expresamente las amenazas de muerte que había recibido el exvicepresidente. El PSOE, igual que Podemos, interpretó que el incidente era un antes y un después en la campaña. Gabilondo incluso cambió el lema en los mítines: 'Hazlo por Madrid' pasó a ser 'No es solo Madrid. Es la democracia' y el 'hashtag' #DemocraciaFrenteAlMiedo. Esa parecía la clave para movilizar la izquierda. Parecía.
Los actos de Gabilondo se llenaron este fin de semana de altos cargos del Gobierno advirtiendo de que el 4-M estaba en peligro nada menos que la democracia. Y bastaba fijarse bien para ver que cuantas más hipérboles vociferaban Lastra y Marlaska en el escenario, más se iba desenfocando Gabilondo. Tanto, que a ratos costaba reconocer en el nuevo tono bronco al candidato socialista que empezó la campaña cargando contra la crispación y reivindicando el sosiego y la formalidad.
También Pablo Iglesias, sobre todo Pablo Iglesias, ha centrado toda la campaña de Podemos en la idea de la amenaza antifascista y el cordón sanitario a Vox. A Iglesias, esa confrontación le ha dado históricamente mejores resultados, pero tampoco para el tercer partido de la izquierda ha supuesto un revulsivo especial. Metroscopia calcula que Iglesias apenas sube un punto tras el enfrentamiento con Monasterio.
¿Ha habido entonces realmente un antes y un después para la izquierda? En la campaña, sí. En el foco de algunos medios, también. Pero en el comportamiento de los votantes, no parece que haya tenido ese efecto revulsivo. Al menos, según las encuestas. No se detecta cambio alguno de tendencia para el 4-M. Ayuso sigue siendo la favorita a la que dan por ganadora todos los cálculos, aunque desde el PP siguen con cierta preocupación la bajada de Vox en las encuestas (baja un punto desde la bronca en la SER, según Metroscopia).
Curiosamente, la que más rentabiliza el episodio del debate fallido es Mónica García, de Más Madrid, que ya venía creciendo desde el debate en Telemadrid. Ella es la candidata que más aumenta su valoración (10 puntos desde el miércoles). También GAD3 certifica su crecimiento. Desde Más Madrid, achacan parte de estos buenos augurios de las encuestas a no haber hecho ningún cambio radical en la campaña de la candidata a raíz de la bronca con Vox y haberse centrado “en las políticas de lo cotidiano” e insistir en las mismas propuestas de las que llevan hablando toda la campaña.
García se ha sumado a la izquierda en censurar a Vox y ha pedido a Ayuso que aclare si está dispuesta a pactar con el partido de Abascal, pero ha mantenido intacta la misma agenda previa al encontronazo del viernes. La campaña revelación de Mónica García, que roza el sorpaso al PSOE, ha apostado por no hacer ningún cambio en el eje de su discurso electoral.
En el 'timeline' de Mónica García en Twitter, a diferencia del de los candidatos de Podemos y PSOE, no priman las llamadas a salvar la democracia sino al desafío sanitario en la pandemia, las políticas culturales y el feminismo. Tanto Gabilondo como Iglesias han dedicado sus últimos vídeos de campaña más destacados en redes a denunciar el fascismo como reclamo electoral. En el último vídeo de campaña colgado por Más Madrid, la médica aparece corriendo una carrera de obstáculos en una pista de atletismo junto a sus reivindicaciones sobre educación, medioambiente y sanidad. Carga contra la gestión del PP, pero ni rastro de Vox ni de la alerta antifascista.
Que la candidata de izquierdas que menos ha cambiado su discurso en los últimos días a raíz del encontronazo con Monasterio en el debate fallido sea la que más apoyo gana en las encuestas puede que tenga alguna relación. Puede también que juegue a su favor ser médica en medio de una pandemia, y ser la única que no pertenece a un partido de gobierno al que pueda reprocharse la gestión de la pandemia. O también puede que a los votantes madrileños de izquierdas, que llevan 26 años perdiendo las elecciones, les inspire cada vez más confianza una política que no parece estar de paso y presume de estar haciendo también campaña a medio plazo pensando en 2022. En cualquier caso, es improbable que este último tirón le sirva para que haya un cambio efectivo el 4-M, en el que Ayuso sigue siendo indiscutible favorita.
A ver si, en vez de un cambio de eje, lo que ha habido estos últimos días en la campaña madrileña ha sido solo un cambio de foco. La atención se la han llevado los políticos que más hablaban de comunismo y antifascismo, encantados de sentirse protagonistas de un momento histórico. Anda que no nos gusta a la hiperinflación de opinadores y politólogos un buen punto de inflexión con el que darnos importancia. Sin embargo, aunque logre menos titulares, a buena parte de los votantes puede que no se les haya olvidado que lo que se votan son unas elecciones autonómicas y a lo mejor les moviliza más que les hablen de las listas de espera del centro de salud que de salvar la democracia. Es más, puede que lo primero esté más relacionado de lo que parece con lo segundo. Cuando las políticas públicas funcionan, los extremos tienen menos cabida.
En ‘Desmontando a Harry’, el personaje desenfocado continúa haciendo vida normal y es la familia la que tiene que ponerse gafas para no marearse al mirarlo. Un psicoanalista interpreta que el hombre borroso, en vez de afrontar sus problemas, pretende ingenuamente que sea la realidad la que se ajuste a él. Tras el 4-M podremos confirmar a qué partidos les está pasando esto mismo en la campaña electoral.
Como aquel personaje de Woody Allen en ‘Desmontando a Harry’ que de pronto un día empieza a verse borroso, parece que Ángel Gabilondo se ha ido desenfocando en la recta final del 4-M. En la película, es un médico quien le diagnostica al personaje que efectivamente está fuera de foco. En la campaña electoral, es la demoscopia la que alerta de ello.
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