Es noticia
Por qué es una buena noticia que por fin suban los impuestos (a las multinacionales)
  1. España
  2. Segundo Párrafo
Marta García Aller

Segundo Párrafo

Por

Por qué es una buena noticia que por fin suban los impuestos (a las multinacionales)

Cuanto más inadvertida pase esta negociación a la opinión pública, menos presión social habrá y más fácil tendrán barrer para casa las ‘big tech’

Foto: Cumbre del G-7. (Reuters)
Cumbre del G-7. (Reuters)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Era difícil que la gente comentase esta mañana el acuerdo del G-7 del fin de semana como si fuera el partido de Nadal en Roland Garros. La política fiscal, como el recibo de la luz, no suele entrar en las tertulias del café a no ser que traiga malas noticias. Y como las únicas buenas nuevas que generan consenso son las deportivas, tal vez por eso está pasando bastante inadvertido en la opinión pública el acuerdo histórico del G-7. Que las grandes tecnológicas tengan que tributar en los países donde venden sus productos y no donde desde hace décadas han montado sus sedes fantasma es un antes y un después en la tributación global, pero no está captando mucho interés más allá de las páginas de economía. Si no indigna a nadie, no es 'trending topic'.

Puede que sea porque estamos tan poco acostumbrados ya a las buenas noticias que nos cuesta reconocer una o también porque, temerosos de que tengan truco, no terminamos de creérnoslas; o puede que sea porque para magnificar un tema en estos tiempos tiene que indignar, provocar conflicto o confirmar algún prejuicio. Y que las grandes potencias hayan sido capaces de ponerse de acuerdo para que las empresas más poderosas contribuyan con más impuestos no supone ni lo uno ni lo otro. No arden las redes cuando todos estamos de acuerdo.

El primer paso será que los países graven las ganancias de las multinacionales más grandes en función de dónde realicen sus ventas

Los editoriales de los principales periódicos europeos, de derechas y de izquierdas, conservadores y liberales, coinciden estos días en que es una gran noticia que los países del G-7 se hayan puesto por fin de acuerdo en que las multinacionales paguen impuestos allí donde generan beneficios y no en los paraísos fiscales donde fijan su sede por conveniencia. La reforma permitiría recaudar a nivel global entre 50.000 y 80.000 millones de dólares, según la OCDE. Aunque es solo un comienzo hacia una tributación más justa, que se acoten las sociedades pantalla y demás tejemanejes que permitían a los gigantes pagar menos impuestos que las pymes supone un acuerdo histórico.

El primer paso será que los países graven las ganancias de las multinacionales más grandes en función de dónde realicen sus ventas. El segundo, fijar el 15% como tasa impositiva mínima (la mayoría de los países de la UE apoyaban la tasa más alta del 21% de Biden, pero han bajado el listón para fijar una postura unificada con Irlanda, Chipre y Hungría, que cobran solo entre el 12,5% y el 9%). EEUU, a cambio de dar su visto bueno al impuesto mínimo del 15% a las grandes tecnológicas (la mayoría estadounidenses), exige a países como Francia y España que eliminen los impuestos digitales 'ad hoc' (como la tasa Google).

Foto: Reunión del G-7. (EFE)

El sistema de elusión fiscal beneficiaba desproporcionadamente a las grandes empresas tecnológicas estadounidenses, que además están entre las más beneficiadas de la pandemia, y este consenso internacional evita que los países más ricos entren en una costosa guerra fiscal a la baja que dificultaría enormemente la recaudación que tanto necesitan para pagar la factura del covid. El acuerdo de los ministros de Finanzas del G-7, que tendrá que ser ratificado en julio y del que faltan por negociar los detalles, pone las bases de una política fiscal para la era digital, una cuenta pendiente que tanto gobiernos como empresas llevan más de una década rumiando.

Sin embargo, no hay en estos tiempos nada mejor que el consenso para que una noticia pase inadvertida. Para calar en el debate social, es necesario que algo divida a la sociedad o tenga mucha gente quejándose a la vez. ¿Y quién va a quejarse de que suban los impuestos a empresas, que como Google, Apple y Microsoft, llevan décadas aprovechándose de un sistema tributario obsoleto?

No se han opuesto a que les armonicen los impuestos porque saben que está por acordar aún la letra pequeña del acuerdo

Por no indignarse, no se han indignado ni las propias multinacionales. No se han opuesto a que les armonicen los impuestos porque saben que está por acordar aún la letra pequeña del acuerdo. Y, sin duda, cuanto más inadvertida pase esta negociación a la opinión pública, menos presión social habrá y más fácil tendrán barrer para casa los 'lobbies' de las ‘big tech’. La versión oficial de estos gigantes tecnológicos es que celebran que con el acuerdo del G-7 se reduzca la inseguridad jurídica y se actualicen las leyes tributarias. La extraoficial es que ya tienen a los mejores equipos de fiscalistas y asuntos públicos presionando para encontrar el Barbados del futuro.

Las grandes multinacionales saben que queda todavía mucha letra pequeña por negociar. El paso dado por el pacto global del G-7 estará incompleto hasta que los equipos técnicos ultimen los detalles. Tiene también que negociarse en el G-20, a la espera de Rusia y China, en un pacto global al que pueden sumarse hasta 130 países. Entre tanto, los gigantes tecnológicos no quieren hacer ruido.

Foto: La secretaria del Tesoro de EEUU y el secretario general de la OCDE, durante la reunión del G-7. (Reuters) Opinión

La pandemia no solo ha acelerado la digitalización (y los beneficios de las tecnológicas), también la necesidad de repensar una tributación más justa para estos gigantes tecnológicos. El caso es que ya están al menos puestas las bases de un acuerdo que une a EEUU y la UE en el impulso global a favor de una mayor justicia tributaria. Hay que sumar, además, el reciente acuerdo de transparencia de la UE para que las grandes empresas que facturen más de 750 millones de euros informen de cuánto pagan en impuestos en cada uno de los 27 Estados miembros. No solo tendrán que especificar cuánto abonan en paraísos fiscales, también su número de empleados, los beneficios o pérdidas antes de impuestos, los impuestos abonados y las ganancias acumuladas.

Los consumidores, también los accionistas, tienen derecho a una mayor transparencia de las empresas que les piden su confianza. Y las que utilizan resquicios para evitar pagar impuestos en las sociedades donde generan sus beneficios lo menos que van a tener que hacer es explicar por qué. En un momento tan delicado como la salida de la pandemia, son muchas familias y empresas las que están necesitando un rescate, y muchas otras las que van a tener que pagarlo. No era justo que fueran precisamente las mayores corporaciones las que gozaran de las mayores ventajas para escaquearse.

Era difícil que la gente comentase esta mañana el acuerdo del G-7 del fin de semana como si fuera el partido de Nadal en Roland Garros. La política fiscal, como el recibo de la luz, no suele entrar en las tertulias del café a no ser que traiga malas noticias. Y como las únicas buenas nuevas que generan consenso son las deportivas, tal vez por eso está pasando bastante inadvertido en la opinión pública el acuerdo histórico del G-7. Que las grandes tecnológicas tengan que tributar en los países donde venden sus productos y no donde desde hace décadas han montado sus sedes fantasma es un antes y un después en la tributación global, pero no está captando mucho interés más allá de las páginas de economía. Si no indigna a nadie, no es 'trending topic'.

G7 Microsoft