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El último verano de la pandemia
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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El último verano de la pandemia

La fecha más anhelada este verano, además del día de las vacaciones, es la de la tan ansiada inmunidad, que todavía nos falta por completar a más de la mitad de los españoles

Foto: Turistas con mascarillas, en las playas alicantinas. (EFE)
Turistas con mascarillas, en las playas alicantinas. (EFE)

En el primer verano de la pandemia aún no habíamos tenido que numerar las olas ni los confinamientos, ni había vacunas ni sabríamos si llegaría a haberlas. Tampoco estaba claro cómo sería la vuelta al cole y lo de la vuelta a la oficina parecía cuestión de semanas. Salimos entonces ingenuamente de vacaciones, hace ahora un año, pensando que lo peor había pasado. Creíamos que al virus lo podríamos esquivar echando un vistazo al mapa de nubes y claros de los rebrotes. ¿Se acuerdan? No funcionó, claro. Y llegaron un otoño y luego un invierno, con toques de queda y burbujas de convivientes, que en muchas zonas resultaron más mortales que lo vivido al inicio de la pandemia. Así que si el verano pasado tras tres meses de pandemia creíamos que nos hacía falta una desconexión para recargar las pilas, este ya ni te cuento.

Sabemos que no van a ser unas vacaciones normales, pero ya somos veteranos de la incertidumbre. Hace tanto que nos despedimos de la normalidad que esto de ahora, con las restricciones que toque, tendrá que valer. La gran esperanza es que este sea el último verano de la pandemia, aunque difícilmente lo vaya a ser del virus. Con el covid-19 habrá todavía que convivir mucho tiempo. Gracias a las vacunas, sin embargo, se está convirtiendo en un peligro más o menos manejable que no satura los hospitales, aunque sí requiere permanecer alerta porque sigue matando, menos, pero matando.

El número de muertes en junio registró sus mínimos desde el pasado verano, pero están llegando nuevas variantes más contagiosas que las anteriores, como la delta. Con la población de riesgo ya vacunada, son los jóvenes los que más papeletas tienen de entrar en la UCI o de arrastrar durante meses los síntomas del covid persistente si se contagian, que ya es mala suerte, mientras esperan a que los citen para vacunarse. Bastante tienen con ser los últimos en recibir el antídoto para que encima se les echen ahora las culpas de todos los males. Menos mal que ante el repunte de contagios entre los jóvenes, que de los 12 a los 29 años triplica la media nacional, varias comunidades ya están acelerando su vacunación. La gran ventaja que tenemos en España con respecto a otros países es que aquí la inmensa mayoría sí quiere vacunarse, lo que acelerará la inmunidad de grupo con respecto a otros donde los jóvenes tienen más reticencias.

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Así que este verano la fecha más importante que rodear en rojo en el calendario no está siendo solo, como solía, la del día que empiezan las vacaciones. La cuenta atrás más anhelada es la de la tan ansiada inmunidad, que todavía nos falta por completar a más de la mitad de los españoles, y que a muchos millones nos tendrá todo julio y parte de agosto contando las semanas que nos faltan para alcanzarla. Solo los más afortunados podrán disfrutar de ambas cosas a la vez y hacerse un viajecito ya inmunizados. A otros les tocará esperar o volver corriendo de la playa para recibir el último pinchazo, si las 17 comunidades no consiguen coordinarse a tiempo para vacunar veraneantes.

Normal, lo que se dice normal, ni siquiera este verano va a serlo para los 18,5 millones de españoles que ya están vacunados con la pauta completa. Nadie se libra de tener que andarse con cuidado mientras el virus siga circulando y, lo que es peor, mutando. El pasaporte covid abre ya las puertas para viajar por la UE, pero no exime del riesgo de pasarse las vacaciones en cuarentena si, como ya le ha ocurrido a un grupo de españoles que llegó hace unos días a Malta, todo el pasaje del vuelo se considera contacto de riesgo por un positivo y acaba encerrado 10 días en un hotel medicalizado. Las normas cambiantes de las fronteras son otro riesgo añadido a tener en cuenta al decidir destino. Normal que el turismo nacional vaya a ser el favorito.

Las buenas noticias de lo rápido que avanza la vacunación en España contrastan con el repunte de contagios, que puede frenar la llegada de los casi 17 millones de turistas extranjeros que, en un cálculo que ahora parece muy optimista, prevé el Gobierno para este verano. Al turismo nacional no parece que vaya a frenarnos demasiado a estas alturas. En varias zonas turísticas, de Baleares a Cantabria, se ha congelado la desescalada por el aumento de los contagios. Se confirma que este será el segundo verano en el que bailar va a estar prohibido en según qué zonas y la hora de cierre nocturno variará según la comunidad. Si siguen aumentando los contagios, es probable que vuelvan más restricciones. Que no sea una sorpresa no quita para que sea un fastidio.

La pandemia acabará mucho antes en unos sitios que en otros, pero, mientras siga existiendo, será un riesgo para todos

Las restricciones de viajes internacionales van a durar mucho más tiempo que las interiores. Al menos, mientras la vacunación no llegue a todos esos países donde están viviendo una ola de infecciones hasta seis veces peor que la de enero, como pasa en Malasia y algunos países africanos. La pandemia acabará mucho antes en unos sitios que en otros, pero, mientras siga existiendo, será un riesgo para todos. Si los países ricos no espabilan en echar más rápidamente una mano al resto con la vacunación, las fronteras van a seguir coartando tanto el comercio como los viajes internacionales mucho más tiempo.

Hay, sin embargo, mucho que celebrar este verano. El curso escolar fue un éxito, la vacunación va camino de serlo también. Y muchos abuelos, por fin vacunados, podrán por fin disfrutar de los nietos a los que apenas han visto crecer en el último año y medio; los demás esperaremos la inmunidad. Ya bailaremos a gusto cuando se pueda. Es muy probable que los contagios sigan repuntando en las próximas semanas, así que este verano no va a estar exento de sustos. Lo mejor que podemos esperar de él es que realmente sea el último de la pandemia.

En el primer verano de la pandemia aún no habíamos tenido que numerar las olas ni los confinamientos, ni había vacunas ni sabríamos si llegaría a haberlas. Tampoco estaba claro cómo sería la vuelta al cole y lo de la vuelta a la oficina parecía cuestión de semanas. Salimos entonces ingenuamente de vacaciones, hace ahora un año, pensando que lo peor había pasado. Creíamos que al virus lo podríamos esquivar echando un vistazo al mapa de nubes y claros de los rebrotes. ¿Se acuerdan? No funcionó, claro. Y llegaron un otoño y luego un invierno, con toques de queda y burbujas de convivientes, que en muchas zonas resultaron más mortales que lo vivido al inicio de la pandemia. Así que si el verano pasado tras tres meses de pandemia creíamos que nos hacía falta una desconexión para recargar las pilas, este ya ni te cuento.

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