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El Barça, Florentino y el lío de llamar a las dictaduras por su nombre
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Marta García Aller

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El Barça, Florentino y el lío de llamar a las dictaduras por su nombre

Reconozcámoslo, no siempre es fácil llamar a las cosas por su nombre. Sobre todo cuando hay un conflicto de intereses por medio, es decir, cuando tendría algún mérito

Foto: El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta. (EFE)
El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta. (EFE)

El Barça ha roto esta semana sus negociaciones con H&M para no enfadar a China, cuyo Gobierno lleva mal que la firma sueca se niegue a utilizar algodón cosechado por mano de obra esclava de la minoría uigur. El club no quiere conflictos con China, de la que dependen varios contratos millonarios y muchas camisetas. Qué más da el algodón con el que estén hechas. Allá los uigures. Las múltiples denuncias de trabajos forzados en Xinjiang, que produce más de las cuatro quintas partes del algodón de China, no parece que preocupen en el Barça, al que por otra parte por qué iban a importarle los derechos humanos al firmar acuerdos comerciales. Después de tanto tiempo entendiéndose con Qatar, andarán curados de espanto. Pues anda que la FIFA, podrían alegar.

Cancelar una operación por razones políticas para no meterse en política es una estrategia curiosa. El objetivo está claro: no enfadar al Gobierno chino. Y ahora que andamos tan preocupados por quién llama y quién no a las dictaduras por su nombre, ¿nadie va a preguntarle a Laporta si China es una dictadura que vulnera los derechos humanos? Seguramente no. Sabemos la respuesta. El Barça será más que un club, pero esto no son más que negocios. Ya decía Frank Underwood que la democracia está muy sobrevalorada. ¿O fue Xavi Hernández? Cómo olvidar al exbarcelonista cuando afirmaba desde Doha que vale, que democracia no será, pero que el sistema catarí funciona mejor que esto que tenemos en España.

El FC Barcelona no puede ofender a China por lo mismo que Florentino Pérez puede llamar tolili a quien le parezca. Por dinero

El Barça no puede ofender a China por lo mismo que Florentino puede llamar tolili a quien le parezca. Por dinero. Una cosa es ser grosero con aquellos a los que pagas y otra muy distinta con quienes te pagan a ti. Por eso Florentino ni se inmuta después de filtrarse los audios en los que en privado llamaba anormales, jetas y estafas a sus propios jugadores. No parece que haya mucho problema cuando el aludido es un empleado. El lío sería que el presidente del Madrid hubiera llamado satrapía a Arabia Saudí, por ejemplo. Eso sería faltarle el respeto al que paga. Y eso sí que no. Llamar malcriado a Cristiano es más inofensivo que al hijo del jeque.

Reconozcámoslo, no siempre es fácil llamar a las cosas por su nombre. Sobre todo cuando hay un conflicto de intereses por medio, es decir, cuando tendría algún mérito. Si el Gobierno evita llamar dictadura a Cuba o Marruecos es porque tiene intereses diplomáticos que cuidar. Tampoco lo hace el PP cuando gobierna. No es una cuestión de partidos. Lo explicaba muy bien Ángel Villarino en este periódico. Los gobiernos no suelen calificar públicamente de dictadura a los países con los que mantienen relaciones diplomáticas, tampoco las empresas que hacen negocios con ellos. El consumidor y el votante pueden luego elegir, con su dinero o su voto, si les convence cómo lo hacen unos y otras.

Foto: Foto: Reuters. Opinión

Señalar a los regímenes autoritarios siempre es más fácil desde la oposición. Por eso Pablo Casado puede reprochar el silencio del Gobierno por su tibieza ante la represión de las protestas en Cuba y subrayar sin complejos que se trata de una dictadura. Claro que lo es. Más difícil de explicar es el silencio del líder de la oposición, y sus complejos, cuando a su lado un exministro de la UCD dice que en el 36 no hubo un golpe de Estado. Claro que lo hubo.

El Barça no quiere enfadar a China. El Gobierno no quiere enfadar a Cuba. ¿A quién no quiere enfadar Casado? Para tener la oportunidad de llamar a las dictaduras y los golpes de Estado por su nombre, a veces no hace falta irse muy lejos.

El Barça ha roto esta semana sus negociaciones con H&M para no enfadar a China, cuyo Gobierno lleva mal que la firma sueca se niegue a utilizar algodón cosechado por mano de obra esclava de la minoría uigur. El club no quiere conflictos con China, de la que dependen varios contratos millonarios y muchas camisetas. Qué más da el algodón con el que estén hechas. Allá los uigures. Las múltiples denuncias de trabajos forzados en Xinjiang, que produce más de las cuatro quintas partes del algodón de China, no parece que preocupen en el Barça, al que por otra parte por qué iban a importarle los derechos humanos al firmar acuerdos comerciales. Después de tanto tiempo entendiéndose con Qatar, andarán curados de espanto. Pues anda que la FIFA, podrían alegar.

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