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Los símbolos y las prisas 
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Los símbolos y las prisas 

Esta semana hemos vivido un caso extremo del riesgo de encumbrar a categoría el símbolo equivocado

Foto: Marcha contra la homofobia en Madrid. (EFE)
Marcha contra la homofobia en Madrid. (EFE)

Nueve meses antes de que Rosa Parks se negara a levantarse de uno de los autobuses Montgomery por ser negra, ya lo había hecho una jovencísima Claudette Colvin. Dos policías arrestaron en 1955 a esta joven de 15 años por el mismo gesto que luego haría famosa a Rosa Parks. Sin embargo, pese a ser la primera en demostrar tanta valentía, esta joven desconocida no fue la que pasó a la historia por plantarse ante la segregación racial. No se convirtió en un símbolo para la defensa de los derechos civiles porque no inspiraba suficiente credibilidad entre los activistas de la época.

El libro ‘ Claudette Colvin, Twice Toward Justice’ relata cómo las organizaciones negras que en los años cincuenta promovían los derechos civiles eligieron a Rosa Parks para convertirla en símbolo de esta lucha porque, a diferencia de la joven Claudette, Parks era una respetable señora de clase media con la que era más fácil empatizar. No les bastaba el activismo espontáneo ni que la causa fuera justa. Para cambiar el mundo, buscaban un símbolo que visibilizara la injusticia sin fisuras y fuera difícil de deslegitimar. Creyeron que una quinceañera rebelde no tenía el aspecto, la edad ni la apariencia adecuados para ganar más adeptos a la lucha antirracista. Quedarse embarazada la descartó por completo. Rosa Parks no fue la primera, pero sí fue la elegida porque se la consideró el símbolo perfecto para encarnar aquella lucha por los derechos civiles. Y funcionó.

Ahora que estamos saturados de símbolos, cuesta creer que hubiera un tiempo no tan lejano en el que se tomaba la precaución de seleccionarlos con cuidado para que no dañaran las causas que aspiraban a defender. Esta semana, hemos vivido un caso extremo del riesgo de encumbrar a categoría el símbolo equivocado. Y tan equivocado. La noticia del brutal asalto en un portal de Malasaña a un homosexual resultó ser fruto de una mentira para tapar una infidelidad. Es el momento del 'mea culpa' de quienes corrimos veloces a informar y, lo que es peor, opinar, sin las necesarias cautelas de un caso que resultó ser falso. El 'mea culpa' de los políticos que instrumentalizaron el caso lo podemos seguir esperando.

Foto: Manifestación en Madrid en contra de la homofobia. (Reuters)

La policía de Madrid no tardó ni 72 horas en demostrar que ese presunto ataque homófobo por ocho encapuchados en Malasaña era falso. La denuncia existió, el delito no. Y mientras la policía hacía su trabajo recabando indicios y revisando los hechos, la palabra 'presunto' se nos fue cayendo de algunas afirmaciones y todos los 'hashtags'. El Gobierno ya había convocado de urgencia la comisión de los delitos de odio al poco de conocerse la agresión y las asociaciones LGTBI organizaron varias manifestaciones de repulsa contra la homofobia. No son muchas 72 horas para desenmascarar la denuncia falsa desde el punto de vista policial, pero en el terreno mediático y político bastaron para que diera tiempo a construir y destruir un símbolo en tiempo récord.

Antes de que la policía tuviera tiempo de desenmascarar al impostor de la falsa agresión, Podemos ya había acusado a Vox de tener la culpa de la presunta agresión homófoba y Vox se había apresurado a señalar la inmigración ilegal como su causante. El Gobierno instrumentalizó el episodio como arma arrojadiza para atacar a la oposición que, a su vez, una vez confirmado el engaño, se valió de la denuncia falsa para cargar contra él.

No fue solo la prisa lo que precipitó tantos juicios apresurados. Fue la necesidad constante de tener razón. Cuando se busca como excusa la tiranía de la inmediatez a la que nos someten las redes sociales, a menudo se obvia que las prisas por opinar solo entran cuando se trata de confirmar una convicción arraigada.

La actuación de la policía ha demostrado lo difícil que es en este país engañar a los agentes y lo fácil que es caer en una batalla partidista incluso en un asunto, como el de la condena a las agresiones homófobas, en el que debería haber unanimidad sin fisuras.

La denuncia era falsa, pero la homofobia es real. Al aumento de los delitos de odio que reflejan las estadísticas se suman los testimonios de jóvenes que estos días han aparecido en el telediario con la cara amoratada. Ellos también denunciaron haber recibido una paliza en diferentes partes de España por la misma razón, aunque su caso no fuera encumbrado a la categoría de símbolo.

Nueve meses antes de que Rosa Parks se negara a levantarse de uno de los autobuses Montgomery por ser negra, ya lo había hecho una jovencísima Claudette Colvin. Dos policías arrestaron en 1955 a esta joven de 15 años por el mismo gesto que luego haría famosa a Rosa Parks. Sin embargo, pese a ser la primera en demostrar tanta valentía, esta joven desconocida no fue la que pasó a la historia por plantarse ante la segregación racial. No se convirtió en un símbolo para la defensa de los derechos civiles porque no inspiraba suficiente credibilidad entre los activistas de la época.

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