Segundo Párrafo
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Esto no es una derogación: Calviño calma a Bruselas y Sánchez a Yolanda Díaz
El del presidente y la vicepresidenta es un acuerdo sobre la parte del acuerdo en el que ya hace un año que habían acordado estar de acuerdo. El truco, sin embargo, puede funcionar
En la exposición de Magritte que hay ahora en el Thyssen, se podría colgar la reforma laboral que el Gobierno sigue negociando. Solo falta el marco, que es en lo que están ahora. La negociación está siendo todo un homenaje al maestro belga del surrealismo. No hay más que ver el cuadro de ayer en Moncloa que, en realidad, no es un acuerdo. Solo es la escenificación de un acuerdo.
Bien mirado, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz sí han acordado algo. El del presidente y la vicepresidenta es un acuerdo sobre la parte del acuerdo en el que ya hace un año que habían acordado estar de acuerdo. También en la obra de Magritte hay cuadros en los que dentro hay otro cuadro donde se ve alguien más pintando un cuadro.
Hablando de ilusionismo, a pesar de tantos titulares dándolo por hecho, ese último acuerdo de Sánchez no implica derogar la reforma laboral. Lo que en realidad el Gobierno ha acordado consigo mismo no es derogar, sino incluir la palabra 'derogar' en la nota de prensa del acuerdo, que no es lo mismo, igual que una pipa no es lo mismo que la representación de una pipa. Ni en la pipa de Magritte se puede fumar ni con la última nota de prensa de Moncloa se deroga ley alguna.
El encuentro entre las vicepresidentas Díaz y Calviño con Sánchez en Moncloa es un simulacro. Y, sin embargo, puede funcionar. La gresca entre PSOE y Podemos se ha calmado de repente. Las palabras tienen el poder de transformar la realidad. Al incluir la palabra ‘derogar’, el Ministerio de Trabajo se ha dado por satisfecho. Técnicamente, no es posible derogar por decreto una reforma como la de 2012, todos lo saben, lo que se puede es aprobar unas leyes alternativas. La propia ministra portavoz lo reconoció en la rueda de prensa del Consejo de Ministros posterior a la reunión e insistió en que la idea es modernizar la legislación.
Con la nueva reforma se podrán sustituir unas cuantas leyes por otras, ya veremos cuáles. Pero algunas de las que están vigentes le gustan mucho a la Comisión Europea, de hecho, fueron idea suya. Y en el comunicado que sella la paz, en el que se promete respetar el acuerdo de coalición y derogar las leyes de 2012, también se especifica que la nueva reforma tendrá que hacerse de acuerdo con el plan de recuperación enviado a Bruselas. Ambas cosas pueden no ser compatibles, pero de momento lo parecen. Los poderes del mago.
En apenas 45 minutos reunidos en Moncloa, los socios de gobierno han acordado decir que han llegado a un acuerdo y eso ha bastado para apaciguar 10 días de tensiones en la coalición. Tiene mérito, porque si algo deja claro esta reunión en Moncloa, entre Díaz, Calviño y Sánchez, en la que también estaban los ministros de Hacienda, Seguridad Social y Educación, es que la reforma laboral ya no es solo cosa de Yolanda Díaz, que es aquello que tanto enfadaba a la ministra de Trabajo.
Si en vez de en las palabras nos fijamos en los actos, el numerito del acuerdo dentro del acuerdo es la escenificación de que la reforma de la reforma es cosa de Sánchez. Es la silueta del presidente la que queda marcada en el fondo del acuerdo, el señor de bombín que mira de espaldas el cuadro dentro del cuadro. La reforma la va a coordinar el presidente y en ella no solo va a estar Trabajo, sino que van a intervenir varios ministerios, con la supervisión de Economía de fondo. Habrá de partir de lo negociado hasta ahora por Yolanda Díaz, que será la base, pero el nuevo 'collage' legislativo está por negociarse.
No hace falta ir muy al fondo para encontrarse con las diferencias importantes que las partes no aclaran, como qué va a pasar con la negociación colectiva o cuáles serán las herramientas para gestionar la temporalidad. Los objetivos están claros: combatir la precariedad del mercado laboral más disfuncional de la UE. Siguen faltando los detalles esenciales de cómo lograrlo cuando apenas queda un mes para llevar la reforma al Consejo de Ministros y aprobarla antes de final de año, tal y como el Gobierno se comprometió con Bruselas.
Por más que no diga nada nuevo a lo que ya se había comprometido anteriormente o más bien por ello, este simulacro ha puesto de acuerdo en algo a los agentes sociales en vísperas de sentarse a la mesa de negociación. Patronal y sindicatos coinciden en que esto que el Gobierno llama un acuerdo no lo es, falta mucha concreción. No se fían. A estas alturas de la legislatura, ya saben que en los acuerdos con Sánchez, como en los cuadros de Magritte, la realidad también está llena de trampas.
En la exposición de Magritte que hay ahora en el Thyssen, se podría colgar la reforma laboral que el Gobierno sigue negociando. Solo falta el marco, que es en lo que están ahora. La negociación está siendo todo un homenaje al maestro belga del surrealismo. No hay más que ver el cuadro de ayer en Moncloa que, en realidad, no es un acuerdo. Solo es la escenificación de un acuerdo.
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