Segundo Párrafo
Por
Por qué en España se necesita pasaporte covid
¿Tiene sentido que las personas sin vacunar puedan venir a España a hacer vida normal mientras en sus países son consideradas un peligro?
Mi amiga Susana, que vive en Perpiñán, no está vacunada del covid-19. En Francia, eso significa que desde hace tres meses no puede montar en autobús, ni entrar en un restaurante ni siquiera en la biblioteca para acompañar a sus hijas pequeñas a devolver un libro. Tampoco puede ir con ellas al conservatorio ni apuntarse a pilates sin arriesgarse a una multa. Me cuenta que muchos colegios franceses no van a hacer en diciembre ninguna función navideña porque tendrían que exigir a los padres el pasaporte covid para autorizar su entrada y prefieren evitarse las protestas de los que no lo tienen. Aunque si la incidencia sigue subiendo, seguramente se prohibirían de todas formas.
Susana conoce a mucha gente que no está vacunada. En Francia, son un 25% de la población, aunque ella en su entorno calcula muchos más. También conoce a mucha gente que está falsificando su pase sanitario. En agosto, cuando Macron instauró el certificado obligatorio, los vacunados apenas rondaban el 50%.
No es casualidad que sea desde agosto cuando Susana cruza la frontera para venir a España más a menudo que nunca. Un par de veces al mes como mínimo, dice, para hacer un poco de vida normal. “Cómo es posible que a solo media hora esté la felicidad absoluta”, suspira por teléfono. La felicidad absoluta para ella es poder hacer la compra en Mercadona y tomarse un chocolate con churros con sus hijas sin que le pidan el certificado de vacunación.
Por problemas de salud que no vienen al caso, Susana no se atreve a vacunarse. Además de a comprar tabaco y gasolina, que en España sigue siendo más barata, conoce muchos franceses sin vacunar que aprovechan para cruzar la frontera para venirse a pasar el día y poder hacer vida normal. “España es jauja”, dice. Antes había muchas colas los viernes para hacerse una PCR para venir a España a pasar el fin de semana porque en Francia eran gratuitas. Como desde el 15 de octubre los test para no vacunados han pasado a costar 25 euros, cada vez más franceses sin vacunar se arriesgan a cruzar sin PCR. Y eso que aquí cuestan cinco veces más.
En realidad, no hay ningún problema legal por cruzar a España sin vacuna ni test, aunque tengamos riesgo bajo de contagio y en el país vecino sea extremo. Por frontera terrestre, no se pide en España ni PCR ni nada, pero es al volver a Francia cuando pueden multarles. Aunque allí la incidencia es mucho mayor, sí exigen certificado de vacunas o PCR negativa a los viajeros que entren desde este lado de los Pirineos. Susana se arriesgó el otro día al cruzar la Junquera sin test y la multaron a la vuelta. Dice que merece la pena arriesgarse por un poco de libertad.
A los viajeros europeos no vacunados que viajen a España, haya o no pase sanitario obligatorio en su país, solo les hará falta presentar un test negativo si vienen en avión y solo si en su país hay riesgo alto. Una vez en España, ya podrán hacer lo que quieran los días que les parezca.
A Susana, como al resto de turistas sin vacunar que cruzan la frontera, ya sea hacia Cataluña o País Vasco, se les puede acabar el chollo pronto. Desde que han pasado a estar en riesgo alto, estas dos comunidades están estudiando la exigencia de un certificado de vacunación para algunas actividades. El Gobierno vasco valora exigirlo para todos los mayores de 12 años en establecimientos de ocio nocturno, conciertos o restaurantes. La Generalitat lo está estudiando tanto para la restauración como para grandes eventos deportivos. Necesitan antes el aval de la Justicia. Feijóo también ha pedido autorización judicial para exigir el pasaporte sanitario a trabajadores sanitarios o para visitar a familiares en el hospital (en Galicia, ya se pide para ocio nocturno).
A los empresarios de la hostelería no les entusiasma la idea, pero la mayoría prefiere pedir un código QR a tener que volver a los cierres o la restricción de aforos. En plena nueva ola de covid en Europa, otros países también están aumentando las restricciones, a medida que los hospitales vuelven a llenarse de enfermos covid. Austria ha impuesto el confinamiento de los no vacunados, Países Bajos ha vuelto al toque de queda a las 20:00, además del pase sanitario, que cada vez es también más frecuente en más ciudades alemanas y también funciona desde hace meses en Italia, Bélgica y Grecia, entre otros.
Como en España el porcentaje de vacunados ronda el 90% en mayores de 12 años, hasta ahora no ha hecho falta instaurar el pasaporte covid para animar a que la gente se vacune. La gran mayoría ya lo estamos. ¿Pero tiene sentido que las personas sin vacunar puedan venir a España a hacer vida normal mientras en sus países son considerados un peligro? Si España quiere seguir presumiendo de ser un destino seguro para el turismo, no parece que tenga mucho sentido ser un imán de atracción precisamente para los no vacunados. Tampoco parece que tenga sentido que cada comunidad vaya a su aire pidiendo un amparo legal incierto.
Un caso paradigmático es el de Benidorm. La tasa de transmisión del covid-19 en la capital turística de la Costa Blanca cuadruplica la media de la Comunidad Valenciana (más de 350 casos por cada 100.000 habitantes). El Gobierno de Ximo Puig también está planteándose instaurar el pasaporte de vacunación en hostelería.
Muchos de sus amigos franceses le preguntan a Susana cómo es posible que en España sigamos sin exigir ni pasaporte ni test negativos para casi nada. A algunos les parece bien, a otros regular, pero a todos les extraña. Mientras hablamos por teléfono, Susana pasa por una rotonda en la que hay un grupo de sanitarios ‘antipass’. Son de una plataforma antipase sanitario. Algunos son también antivacunas, pero no todos. Desde que en Francia el certificado de vacunación es obligatorio en los hospitales franceses para trabajar, ha cundido también el movimiento antipase entre gente vacunada, que está en contra de que sus compañeros no vacunados pierdan su puesto de trabajo. Eso supuso que al principio en algunas zonas hubiera problemas para cubrir turnos o encontrar suficientes conductores de ambulancia. Susana me cuenta la tensión social que ha supuesto el pase sanitario para advertirme de que el pase sanitario no es la panacea. Solucionará un problema, dice, pero crea otros.
Los epidemiólogos con los que he hablado del pasaporte covid consideran que puede ayudar, sobre todo en zonas turísticas, además de para convencer a los cinco millones de españoles que aún no se han vacunado antes de que lleguen las reuniones navideñas. Insisten también en que hace falta mantener otras medidas como las mascarillas.
Susana está de acuerdo en que resulta muy extraño que los no vacunados puedan entrar en bares en España sin presentar test negativo. Y mientras nos aclaramos de si instaurarlo o no, de lo que no tiene dudas es de que va a seguir aprovechando para cruzar la frontera a tomarse un chocolate con churros mientras pueda.
Mi amiga Susana, que vive en Perpiñán, no está vacunada del covid-19. En Francia, eso significa que desde hace tres meses no puede montar en autobús, ni entrar en un restaurante ni siquiera en la biblioteca para acompañar a sus hijas pequeñas a devolver un libro. Tampoco puede ir con ellas al conservatorio ni apuntarse a pilates sin arriesgarse a una multa. Me cuenta que muchos colegios franceses no van a hacer en diciembre ninguna función navideña porque tendrían que exigir a los padres el pasaporte covid para autorizar su entrada y prefieren evitarse las protestas de los que no lo tienen. Aunque si la incidencia sigue subiendo, seguramente se prohibirían de todas formas.
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