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La variante ómicron: el mejor de los casos, el peor de los casos
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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La variante ómicron: el mejor de los casos, el peor de los casos

Es pronto para entender la gravedad de la nueva mutación del coronavirus. Aún no sabemos si los gobiernos y los mercados están sobrerreaccionando o quedándose cortos

Foto: Un adolescente aguarda tras vacunarse contra el covid-19. (EFE/Chema Moya)
Un adolescente aguarda tras vacunarse contra el covid-19. (EFE/Chema Moya)
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Un vulcanólogo me confesaba hace unos días lo mucho que debían a los epidemiólogos para estar metiendo menos la pata en la cobertura del volcán de La Palma. De los errores del inicio de la pandemia, también desde los medios, los vulcanólogos han aprendido la cautela de responder en la tele con soltura “no lo sabemos” cada vez que les piden una predicción. A estas alturas de la pandemia debería ser más fácil entender que hay respuestas que los científicos desconocen, pero sus dudas son fundamentales.

Antes de tener claro en qué consiste, la variante ómicron ya ha provocado una nueva alarma mundial, cierres de fronteras y un desplome de las bolsas. Ni siquiera está claro si los gobiernos y los mercados están sobrerreaccionando o quedándose cortos. Y mientras los científicos van despejando incógnitas y los políticos empiezan a tomar decisiones a tientas, es importante diferenciar lo que sabemos de lo que tememos. Sabemos que la semana pasada científicos sudafricanos identificaron una nueva variante que ya se ha detectado de Australia a Alemania pasando por Hong Kong. Se teme que sea más transmisible y más grave que las anteriores, pero aún no lo sabemos.

No sabemos qué síntomas presenta, porque todavía son pocos los casos como para sacar conclusiones, pero hay motivos para la cautela

Sabemos que ómicron está en una docena de países y puede que haya pasado inadvertida en muchos más. Nadie sabe todavía cómo es de grande la amenaza que representa, pero los científicos están preocupados por la velocidad con que se contagia y por lo inusual de su perfil genético. Se desconoce todavía hasta qué punto estas mutaciones pueden hacer que las vacunas sean menos efectivas. Aún no sabemos qué síntomas presenta, porque todavía son pocos los casos como para sacar conclusiones, pero hay motivos para la cautela. Según la OMS, ómicron presenta más riesgo de reinfección y es una variante “de preocupación”. En el mejor de los casos, están sobrerreaccionando. En el peor, la mutación podría suponer un nuevo desafío sanitario y retrasar seriamente la recuperación.

A los investigadores puede llevarles semanas entender el alcance de estas mutaciones. En medio de esta falta de certezas, los gobiernos occidentales ya están planteando nuevas restricciones. La primera reacción de la UE ha sido un cierre de fronteras con el sur de África. Israel ha ido más lejos y ha prohibido la entrada de todos los extranjeros. Mientras los sudafricanos piden que no se estigmatice al país por detectar la variante, la OMS ha criticado el cierre de fronteras. Epidemiólogos de todo el mundo, sin embargo, coinciden en que aunque restringir viajes no es una solución a largo plazo, en el corto puede ayudar a ganar tiempo para mejorar el rastreo, reforzar hospitales y aumentar la vacunación. Supone también un lastre para el turismo internacional, que empezaba a remontar, y amenaza la recuperación económica.

Foto: La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul. (Reuters/Carlo Allegri)

No sabemos cómo de grave será esta nueva variante, ni qué peligro representará, pero sí sabemos que España está mejor preparada que en oleadas anteriores y con menos infectados que otros países vecinos con menos población vacunada. Sabemos que los no vacunados se contagian tres veces más y son los que acaban mayoritariamente en la UCI. No sabemos cómo de eficaces van a ser las vacunas ante esta nueva variante, pero sí sabemos que no estar vacunado es más peligroso que estarlo. Lo que no sabemos es si una tasa de vacunación del 80% como la española será suficiente para contener la ómicron, pero sabemos que las muertes de momento permanecen estables.

Hasta ahora, las vacunas han sido un éxito en evitar enfermar gravemente de covid, pero no sabemos si la amenaza de la nueva variante aumentará la confianza en las vacunas o la disminuirá. En el mejor de los casos, tal y como ya está sucediendo en los últimos días con el miedo al repunte, la incertidumbre empujará a más gente a vacunarse y acelerará las dosis de refuerzo; si las vacunas siguen funcionando como hasta ahora y la ómicron se quedara en un susto, al menos la mutación podría servir de toque de atención internacional para acelerar los esfuerzos en vacunar a la población de África, donde los inoculados no llegan al 7%.

Hasta que se sepa su gravedad, los expertos piden extremar la distancia social y no olvidar la mascarilla en interiores

Los porcentajes de vacunación varían mucho entre Sudáfrica (22,5%) y Burundi, Congo y Chad (menos del 1%), pero todo el continente comparte una peligrosísima escasez crónica de dosis y de medios para distribuirlas. Esto aumenta el riesgo de que el virus genere mutaciones. En abril de 2020, los países ricos se comprometieron con la iniciativa Covax a distribuir 2.000 millones de dosis este año, pero sabemos que no se ha cumplido ni una cuarta parte de los envíos. El miedo a ómicron recuerda que es fundamental hacerlo.

Si se confirman los peores temores y la nueva mutación es más grave y más transmisible que la delta, se teme que los contagios saturen de nuevo los hospitales tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados y vuelvan nuevas medidas de contención como las que ya se habían empezado a implantar en buena parte del norte de Europa, antes incluso de la llegada de la ómicron. Hasta que se sepa su gravedad, los expertos piden extremar las próximas semanas la distancia social y no olvidar la mascarilla en interiores.

placeholder Foto: Reuters/Francis Kokoroko.
Foto: Reuters/Francis Kokoroko.

Lo bueno es que ahora los hospitales cuentan con larga experiencia y mejores tratamientos, de los que hace un año carecían. Además, en el horizonte hay nuevos medicamentos prometedores para el covid. Sin embargo, también sabemos que los sanitarios están exhaustos y los refuerzos han sido insuficientes. En el mejor de los casos, la amenaza de la ómicron servirá para entender que el covid va para largo. Como la amenaza de nuevas mutaciones puede ser constante, el refuerzo de las plantillas de sanitarios no tendría sentido que fuera temporal sino prioritario y estable. Y lo mismo la capacidad de test y de rastreo.

No solo los sanitarios están exhaustos, también la población está harta de restricciones. En el peor de los casos, si se impusieran nuevas restricciones, además de lastrar la economía, con el hartazgo podrían aumentar la desobediencia y el conflicto social. Y aunque no sabemos si esta mutación se quedará o no en un susto, sí sabemos que puede haber más. En el mejor de los casos, ómicron es solo un aviso de que nadie está a salvo a menos que todo el mundo lo esté. En el peor, lo demostrará.

Un vulcanólogo me confesaba hace unos días lo mucho que debían a los epidemiólogos para estar metiendo menos la pata en la cobertura del volcán de La Palma. De los errores del inicio de la pandemia, también desde los medios, los vulcanólogos han aprendido la cautela de responder en la tele con soltura “no lo sabemos” cada vez que les piden una predicción. A estas alturas de la pandemia debería ser más fácil entender que hay respuestas que los científicos desconocen, pero sus dudas son fundamentales.

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