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Tres riesgos de la variante ómicron y un consuelo para el puente
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Tres riesgos de la variante ómicron y un consuelo para el puente

Igual que con la mascarilla, durante la pandemia hemos aprendido a vivir y viajar con la incertidumbre a cuestas. En el limbo ómicron, todos los verbos se conjugan en condicional

Foto: Compras para la cena de Nochebuena en A Coruña. (EFE/Cabalar)
Compras para la cena de Nochebuena en A Coruña. (EFE/Cabalar)
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Media España se ha ido de puente de la Constitución sin saber todavía cómo de grave es la nueva variante ómicron, pero necesitando desesperadamente olvidarse del virus por un rato. Igual que con la mascarilla, hemos aprendido a vivir y viajar con la incertidumbre a cuestas. Y, por molestas que ambas sean, no vamos a librarnos de ellas en todo el invierno. Al espejismo veraniego de que la pandemia estaba terminando le sustituye la sensación otoñal de que la vida normal ahora es esto, irnos de viaje revisando antes dónde están cerradas las fronteras y sin saber muy bien dónde nos van a pedir el pasaporte covid. A la vuelta, mejor hacerse test. Por si acaso.

El año pasado andábamos en este puente a vueltas con los cierres perimetrales por comunidades; en este, la DGT calcula ocho millones de desplazamientos. Si podemos movernos con libertad, al menos dentro de España, es gracias en buena medida a las vacunas. El virus sigue aquí, pero mata mucho menos. Con una incidencia media de contagios por covid de 234 casos por 100.000 habitantes, similar a la del año pasado por estas fechas, tenemos tres veces menos de hospitalizaciones e ingresos UCI que los que había entonces. Los fallecimientos (42) se multiplicaban por cinco en 2020. Las vacunas han cambiado por completo la relación entre contagios y hospitalizaciones.

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Sin embargo, con 4.093 pacientes ingresados por covid-19 en toda España y 772 en UCI, la pandemia sigue sin poder darse por terminada, ni siquiera con más de un 80% de la población total vacunada como tenemos en España. Tampoco es fácil calibrar cómo de normal va a ser la Navidad mientras sigamos sin conocer la gravedad de la nueva variante que tanto preocupa a la OMS y cuyo hallazgo cumplirá un mes en Nochebuena.

Limbo ómicron

Seguimos en el limbo ómicron. Ni sabemos cómo de transmisible es ni qué resistencia tiene a la inmunidad que producen las vacunas. Cabe la posibilidad de que sea más transmisible pero menos grave, y ni siquiera en ese caso podríamos estar tranquilos. Mayor transmisibilidad puede resultar en más muertes, sobre todo entre no vacunados e inmunodeprimidos, si la velocidad de contagio es mucho mayor. La mejor noticia sería que las vacunas y los tratamientos mantuvieran su eficacia frente al covid, y aun así es más que probable que muchas de las nuevas restricciones en Europa permanezcan un tiempo.

A la espera del sanitario, ya conocemos otros peligros de ómicron. Uno es económico, otro político. La nueva variante ha sido ya detectada en 40 países, lo que da una idea de que más pronto que tarde estará por todas partes. Esto supone un endurecimiento de las normas para los viajes internacionales. Reino Unido y Portugal están pidiendo test negativo también para vacunados que cruzan sus fronteras. En otros países como Alemania, donde los no vacunados viven un confinamiento 'de facto', el Gobierno está pidiendo a los ciudadanos que no hagan viajes por Navidad. Malas noticias económicas para un país tan dependiente del turismo como España.

Otros posibles efectos en la economía de la variante ómicron son un mayor incremento de la inflación (que ya está en más de un 5% en España y en el mundo) y nuevas interrupciones en el suministro global. A la economía española no solo le afectan las restricciones a turistas ingleses o alemanes, también lo que pase en Vietnam. Un agravamiento de la pandemia en Asia podría suponer de nuevo el cierre de fábricas. Es un efecto en cadena. Si la economía global no se ha recuperado aún de las roturas de suministros de la alfa y la delta, de confirmarse una mayor transmisibilidad de la nueva variante, podría agravar la escasez en el pico de demanda navideño. Goldman Sachs también ha recortado este fin de semana la previsión de crecimiento para EEUU por temor a ómicron, y suma a las amenazas la de la escasez de trabajadores por temor a contagios. Estos peligros ya estaban presentes con la variante delta, pero ómicron los está empezando a agudizar.

Foto: omicron-coronavirus-covid-mercados-bra

Además de los riesgos económicos, están los políticos. Si en los próximos días o semanas los científicos que analizan la ómicron dieran malas noticias y detectaran en sus mutaciones un peligro mayor, sustancialmente mayor, no pueden descartarse más restricciones en un periodo tan sensible como el navideño. Y ya estamos viendo en Europa, en países como Austria y Países Bajos, que han vuelto a los confinamientos, cómo la vuelta a las restricciones genera protestas y tensiones sociales que azuzan la inestabilidad política. Es la extrema derecha la que más está capitalizando esas protestas.

Ante la falta de un marco jurídico claro en España para las restricciones y con la más que previsible disparidad de criterio entre comunidades que ya vivimos en anteriores oleadas, si hiciera falta tomar medidas drásticas, la falta de consenso podría exacerbar el conflicto político en la antesala de un año electoral. Pero en el limbo ómicron todos los verbos se conjugan en condicional.

Foto: Personal de una cafetería comprueba el certificado de una clienta. (EFE)

Hay, sin embargo, argumentos para el consuelo. Los expertos no esperan que ómicron suponga en ningún caso una vuelta a 2020, porque ahora contamos con vacunas y cada vez mejores tratamientos hospitalarios. Además, el miedo a las nuevas mutaciones del virus está aumentando rápidamente el interés en la vacunación y las dosis de refuerzo, cuando estamos a las puertas de la inmunización de los niños entre cinco y 12 años. La mejora en las ratios de vacunación reducirá no solo los riesgos sanitarios, también los económicos.

Por último, a favor de la contención de la ómicron, también está la mayor experiencia social lidiando con el virus. La incertidumbre que supone una pandemia ya no es novedad. Igual que el vínculo entre contagios y hospitalizaciones ha caído con las vacunas, también ha mejorado la ratio entre restricciones y caída del PIB. Esto es en buena parte porque tanto las empresas como los trabajadores están, estamos, más acostumbrados a teletrabajar, flexibilizar planes y gestionar cancelaciones o cualquier otro cambio en las reglas del juego. Cada vez nos adaptamos con más facilidad a los cambios en los planes. Lo mismo en el trabajo que en los planes para el puente.

Media España se ha ido de puente de la Constitución sin saber todavía cómo de grave es la nueva variante ómicron, pero necesitando desesperadamente olvidarse del virus por un rato. Igual que con la mascarilla, hemos aprendido a vivir y viajar con la incertidumbre a cuestas. Y, por molestas que ambas sean, no vamos a librarnos de ellas en todo el invierno. Al espejismo veraniego de que la pandemia estaba terminando le sustituye la sensación otoñal de que la vida normal ahora es esto, irnos de viaje revisando antes dónde están cerradas las fronteras y sin saber muy bien dónde nos van a pedir el pasaporte covid. A la vuelta, mejor hacerse test. Por si acaso.

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